Umbral

Capítulo tres

Si sigo sin poder dormir, me voy a volver loca… si no es que ya lo estoy. Dormí de manera irregular. Desperté constantemente, sintiendo que me estaban observando; busqué entre las sombras de la habitación, pero siempre estuve sola. Nunca había nada.

No sé si lo que me está pasando es producto de mi imaginación o si es algo paranormal, aunque jamás he creído en lo último. La única vez en la que llegué a creer en espíritus y cosas parecidas. Fue cuando era una niña y veía películas de terror.

Miro el techo de la habitación, buscando una explicación en mi mente, pero no encuentro nada, no sé qué está pasando; es la primera vez que vivo algo así.

Quizás debería hablar con alguien más para ver qué me dice, pero no, no tengo amigos, no tengo familia. La única interacción humana que tengo es con mis compañeros de trabajo, que no pasamos de unos simples saludos o conversaciones vanas respecto a lo que estamos haciendo.

Suspiro, resignada. Todavía faltan unas horas para entrar a trabajar; decido intentar dormir un poco. Cierro los párpados, buscando el sueño que llega tiempo después.

El pitido de una máquina es lo que me despierta; retumba en mi cabeza como si sonara dentro de mí. Respiro hondo; un olor incorrecto llega a mis fosas nasales, no es el de mi habitación, huele diferente: a detergente para hospitales y medicamentos.

Intento abrir los ojos, pero mis párpados se quedan inmóviles. Mi pecho empieza a agitarse, ¿estoy en un hospital? ¿Esa es la máquina que suena? Lo siguiente que intento mover es mi cuerpo, pero este se siente pesado, ajeno. No responde.

Mi corazón tiembla, cada vez más frenético. Intento moverme, hablar… pero estoy inmóvil. Mi cuerpo suda, siento la tela de la ropa rozar mi piel y las agujas que están insertadas en mis brazos; un líquido frío entra a mis venas, dejando un leve calambre a su paso. Y a pesar de que puedo sentir todo eso, soy incapaz de hacer un mero movimiento.

Pido ayuda, grito para que alguien venga. Nada sale de mis labios, ni siquiera aire. No sé cuánto tiempo pasa, pero por más que intento, no cambia; al contrario, siento los músculos más tensos que antes y un peso se ha instalado en mi pecho.

Estoy a punto de rendirme; ¿será que he muerto? Una lágrima se escapa de mi ojo izquierdo.

No quiero morir, quiero seguir viviendo aunque mi vida sea monótona y aburrida.

Hago un último intento; no tengo fe de conseguir nada, pero lo hago y por fin logro que se mueva uno de mis dedos. Mi pecho se calienta, y me lleno de fuerzas para seguir intentando.

Puedo hacerlo. Puedo lograrlo.

Abro los ojos; una fuerte luz me golpea, obligándome a cerrarlos por instinto; cuando vuelvo a hacerlo, la claridad no me abruma tanto. No veo más que un borrón blanco, pestañeo varias veces, hasta que se me aclara la vista un poco. Sigo sin poder mover la cabeza, pero ya tengo mis ojos abiertos; es un avance.

Miro el techo; este es blanco y alto, no es el de mi habitación. Observo de reojo; las paredes son blancas y hay máquinas y cables que llegan a mí. ¿Qué hago en un hospital? Debería estar en mi casa. Una sombra se acerca; no la veo bien hasta que la tengo encima.

Unos dedos fríos como el hielo rozan. Sus manos se posicionan en mis mejillas; siento que la piel debajo de ellas se congela ante el tacto. Mi corazón deja de latir y miro unos orbes azules; es la sombra que me perseguía. Aun sin tener rasgos más que los ojos sin vida, sé que está sonriendo; lo noto en su mirada.

—Qué tramposa eres, Elena. —Es casi instantáneo; es la misma voz del señor en la cafetería.

Intento alejarme, pero mi cuerpo está paralizado. Abro los labios, queriendo pedir ayuda; antes de que logre decir algo, me tapa la boca y no sale más que un murmullo ahogado.

Mi corazón late más rápido que antes y la máquina que escuchaba sonar ahora lo hace más fuerte. Los ojos me miran sin apartarse.

Sigo intentando moverme; no obstante, mi cuerpo está más pesado y la tarea es más difícil. Posiciona sus manos alrededor de mi garganta y aprieta, cortando todo suministro de aire. Una puerta es abierta abruptamente y escucho muchos pasos rápidos acercarse; están cerca de mí. Una mano tibia me toca y sé que no es la sombra, es una persona; sin embargo, no la veo, la sombra tapa toda mi vista. Solo puedo escucharlos hablar; sus voces llegan a mí como un murmullo entendible.

Abro y cierro los labios, intentando inhalar un poco de aire, pero nada entra; la cabeza me empieza a palpitar y, sin poder moverme para alejarlo, solo soy capaz de mirarlo a los ojos mientras me quita la vida.

—No deberías estar aquí, Elena, yo ya te envié donde me pediste.

Mi corazón sigue latiendo, frenético, cada vez más rápido y mi pecho duele. Empiezo a sentirme mareada, lucho para que mis ojos no se cierren, pero es en vano; lo último que veo es su mirada de satisfacción. Nunca pensé que moriría así.

A la lejanía escucho la voz de un hombre.

—La estamos perdiendo, vamos a traerla de vuelta.

Despierto exaltada, con la mano en el pecho. Me he sentado por reflejo, miro a mi alrededor; la sangre en mis venas se calienta; estoy en mi habitación, empiezo a respirar más calmada, mientras la pesadilla que tuve se repite en mi cabeza.

Los vellos de mis brazos se erizan y vuelvo a recorrer el lugar con los ojos, solo que más lentamente. Alguien me está mirando; no veo a nadie, pero lo siento. Me volteo hacia la ventana, que sigue cerrada, y las gruesas cortinas no dejan entrar ni un atisbo de luz. Si no hay nadie aparte de mí, ¿qué me mira?

Mis manos tiemblan; la imagen de la sombra inunda mi cabeza; la sacudo intentando sacarla, cosa que no sirve de nada.

Pongo los pies en el piso y con pasos silenciosos me acerco a la ventana, corro las cortinas y me recibe la vista de la casa de al lado. Vuelvo a dejarlo como estaba y reviso el closet; no hay nada más que mi ropa. No es hasta que voy en la puerta que me percato; ya ni hay cajas. ¿Acaso imaginé tener toda la casa empacada la noche anterior o fue parte del sueño?



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En el texto hay: miedo, suspenso, terror psicolgico

Editado: 30.10.2025

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