Umbral

Capítulo cinco

Abrazo mis rodillas y me acurruco en el sillón. Los brazos me duelen, los músculos de mi cuerpo están como piedras; la garganta me arde. Me siento entumecida; no puedo hacer nada más que llorar hasta quedarme dormida.

Despierto en la madrugada. La cabeza me palpita. Me tomó varios segundos orientarme. Todavía sigo con el libro en las manos; lo abro decidida a saber qué hay en él, ya que a la sombra le afectó que yo lo encontrara. En las primeras páginas no encuentro más que oraciones. Difusas incompletas. Cada uno parece ser parte de un ritual, pero no concuerdan entre sí.

Paso varias páginas hasta detenerme en una en específico; mis manos se enfrían, y empiezan a temblar. Esa es mi letra, es inconfundible, pero ¿cuándo yo escribí eso?

Llené hojas completas relatando cómo pensaba hacer un pacto en la noche de Halloween. Página tras página: ritual tras ritual, todos escritos con detalle meticuloso. En la última dice: Lo logré, he conseguido el pacto, hoy voy a huir.

Mi estómago se revuelve, ¿por qué? ¿De quién escapaba? ¿Por qué no recuerdo?

No encuentro respuestas, nada responde mis preguntas y en mi cabeza no hay más que una bruma. No pego un ojo en lo que queda de la noche. Releo el diario, esperando encontrar algo. No hay nada.

Me pongo de pie en la mañana, voy hasta el baño y me ducho. Tengo que trabajar, no puedo quedarme en casa; si lo hago… no sé qué podría pasar. Mis músculos se relajan con el agua caliente; no tardo mucho tiempo debajo de ella.

Camino por la acera hasta el restaurante; lo hago rápido. Temiendo que si tardo mucho tiempo vuelva a ser acosada, aunque esté a plena luz del día.

Me paso todo el día sintiendo que alguien me observa. Miro sobre mi espalda constantemente; en algunas disimulo, en otras no tanto. Vuelvo a salir temprano y llego a casa casi corriendo; alguien camina detrás de mí. Sin embargo, no volteo ni una sola vez para checar, no puedo. Me niego a hacerlo.

Una vez en mi casa, me encierro y enciendo todas las luces, cierro ventanas y corro las cortinas. En el fondo sé que eso no va a marcar ninguna diferencia.

Tomo el diario y empiezo a leerlo de nuevo. Casi se me cae de las manos. Escrito en él, está un ritual que antes no estaba; estoy segura porque llegué a memorizar cada palabra. Me cuesta varios repasos poder entenderlo, y si mi teoría es cierta, ese es un ritual para revertir el que hice anteriormente. Si es que lo hice… porque no recuerdo nada. Paso los dedos por la tinta, siento un escalofrío y, en el fondo, una parte de mí lo reconoce, como si mi cuerpo recordara algo que mi mente no.

¿Y si no tengo recuerdos porque es una condición del trato? ¿Y si le pedí borrarlos al demonio con el que pacté?

No sé si la sombra se arrepienta y vuelva a intentar quitármelo, así que lo memorizo con la certeza de que en algún momento va a ser útil.

Froto mi nuca con la mano. Empiezo a ser consciente del cansancio que me invade; mi cuerpo se siente pesado y los ojos me arden por el esfuerzo. Aprovecho la fugaz seguridad que me proporciona no sentir que me están vigilando y busco conciliar el sueño.

Una neblina espesa me envuelve, oculta todo a mi alrededor y solo deja un estrecho camino delante de mis ojos; este es corto, no mide ni un metro de largo. Empiezo a caminar; parece que nunca voy a llegar al final; mientras más avanzo, más lejos estoy. Una leve capa de sudor me cubre la piel; sigo andando. Llego hasta una puerta de madera oscura; la reconozco, pero no sé de dónde.

Agarro el frío pomo con una mano y un escalofrío me recorre por completo; siento el impulso de salir corriendo. Tengo un mal presentimiento. Me armo de valor y abro; todo está a oscuras, excepto por una leve luz al final del pasillo.

Con las rodillas temblando, voy entre penumbras hasta la fuente de la luz. Me quedo paralizada en el umbral, velas negras rodean el piso y en el centro de la habitación una chica está parada de espaldas.

Abro la boca, queriendo hablar, pero se voltea y las palabras mueren antes de ser dichas. Una mujer idéntica a mí me mira.

—No intentes regresar, nunca vas a lograrlo. —Su voz se desliza como si fuera sombras. Tiemblo.

—¿A dónde? —interrogo.

Inclina la cabeza a un lado y me mira a los ojos; instintivamente doy un paso atrás.

—Tú querías huir. —Da un paso, esquivando las velas. Yo retrocedo—. Tú pediste que te lleven lejos. —Otro. —Tú eres la culpable. —Otro paso; ya estoy de vuelta en la oscuridad mientras ella sigue iluminada por la luz de las velas—. Vas a recordar, pero recuerda, Elena, tú eras quien quería huir y por eso estás así.

Tropiezo y caigo al piso. Me intento parar, pero he perdido la fuerza; ni siquiera puedo arrastrarme. Empiezo a hiperventilar. Intento respirar más despacio, pero cada bocanada de aire quema mis pulmones. Me impulso con los pies queriendo arrastrarme, pero no me muevo. Me quedó petrificada en el mismo lugar.

—Tú lo hiciste sabiendo las consecuencias y por eso ahora estás atrapada en tu mente.

Se arrodilla a mi lado con una sonrisa que nunca he visto en mi rostro. Quizá porque no es la mía, es de la sombra.

Me siento exaltada sobre el colchón. Mi pecho sube y baja sin parar; el aire no entra bien. Miro la habitación en penumbras. No estoy sola.

Intento tranquilizarme, y una vez que logro respirar con normalidad, lo busco. Lo encuentro al lado de la ventana; ahí hay una sombra que se ve más materializada que las demás, como si esta fuera real. Lo miro fijamente.

—Vete —digo, intentando que mi voz sea calmada—. Déjame en paz.

—No puedo, Elena. Tu alma es mía y mientras lo sea. Voy a atormentarte cada que esté aburrido, por eso ahora recuerdas todo. —Una gélida ráfaga de aire acaricia mi piel—. Nunca vas a escapar —esas últimas palabras fueron como un susurro en el viento.

Cuando fui a dormir, no esperaba que, entre la bruma de mis sueños, encontrara las respuestas que buscaba. Pero lo hice, las encontré y ahora que estoy despierta, no sé si estoy totalmente convencida de usar el ritual para revertirlo.



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En el texto hay: miedo, suspenso, terror psicolgico

Editado: 30.10.2025

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