Umbrosus

CAPÍTULO TRES

¿Amigo?

 

—¿De verdad? ¿Un bar fue el mejor lugar al que se te ocurrió traerme? —preguntó Alexander sin ánimos de estar allí.

Era un simple bar, sin más, sin comida, sin ambiente, un lugar en el que podías mantenerte ebrio y vaya que había muchos de ellos en el lugar.

«Pobres diablos, no tienen un mejor lugar en el cual estar», pensó al ver las caras alegres y copas vacías de los clientes.

—Quita esa cara, ven. —Fue arrastrado hasta la barra donde una chica atendía—. Tequila —Tyler se dirigió a dicha joven haciendo una seña con sus dedos para que les sirviera dos. La chica, al verlo asintió con una sonrisa.

—No es buena idea, jamás he tomado —dijo inseguro—. No tengo la edad para beber —susurró.

Tyler lanzó una carcajada en respuesta.

Alexander miró con desagrado el vasito con la sustancia marrón que le ponían enfrente.

—¡Vamos! Solo te falta un año. —Alexander le miró dubitativo—. Bébelo, ¿qué más puedes perder? —Le animó el pelirrojo antes de beberse el tequila de una vez.

Estaba defraudado consigo mismo. Le había fallado a su hermano y a Payton; le había echado en cara sus problemas a este último, estaba siendo un malagradecido. Su hermano y su amigo se habían esforzado en serio por darle un buen lugar donde crecer y una educación, incluso el rubio ya lo consideraba familia. Él no había hecho más que alejarlos de su vida, como siempre. Les había fallado.

Alexander quería olvidarse de todo eso por unas horas. Sabía que no terminaría bien, pero su amigo tenía razón en una cosa, ¿qué más podía perder? Se encogió de hombros y se empinó el shot de tequila. Al sentir el sabor amargo y un ligero ardor en su garganta hizo una mueca que le sacó otra carcajada a Tyler.

Al cuarto trago, Alexander sentía que podía bailar sobre la barra sin que la vergüenza lo atormentara —por suerte no lo hizo— mantuvo su trasero sobre el banquillo.

Ambos siguieron bebiendo como si no hubiera un mañana. Rió, conversó y recordó viejas anécdotas en compañía de su amigo.

—¿Recuerdas cuando... un hombre enooorme te persiguió dos cuadras... por haberle robado su reloj? —le preguntó Tyler risueño.

—Síiii... No se habría dado cuenta de ello si alguien lo hubiera distraído bien... —Alexander los señaló con una mano tambaleante—. «Prefiriste» ponerle más atención a su novia.

—Cieeerto. —Asintió el pelirrojo con una mueca graciosa.

La noche continuó y los amigos continuaron rememorando los momentos más caóticos de su amistad, en la mayoría Alexander había estado en peligro, siendo Tyler quién resultaba victorioso.

De milagro consiguieron regresar al departamento de Tyler ilesos. Ambos estaban mareados y apenas consientes de lo que hacían. Se dijeron cosas sin sentido y hasta tuvieron una extraña pelea. Entre empujones y carcajadas Alexander sintió como su estómago le jugaba una mala pasada y lo obligaba a ir al baño a devolver todo lo que había bebido. Desde ese momento en adelante todo se volvió borroso para él.

La noche se volvió madrugada y esta, a su vez se transformó en mañana.

Alexander despertó desparramado en la que intuyó era su cama, aunque la sintió diferente. Entreabrió los ojos con modorra, había un olor era diferente en el ambiente, uno que no reconoció al principio. Se espabiló y pudo ver a su alrededor. Su corazón casi se detuvo cuando encontró a cierto pelirrojo dormido, enredado en las sabanas. Reconoció la habitación de Tyler, toda hecha un desastre. Antes de entrar en pánico respiró, se dijo que no debía ser lo que creía, que podía ser otra cosa. Se incorporó sintiendo una punzada intensa en su cabeza que lo dejó desorientado por un momento, luego se atrevió a mirar su cuerpo cubierto con las sabanas de la cintura para abajo, sentía como estaba desnudo. Por acto de reflejo, jaló la sábana hasta que su pecho quedó cubierto.

«No, no, no».

No recordaba mucho de la noche anterior y el dolor en su cabeza le hacía más difícil realizar esa tarea. No podía creer que se encontrara de ese modo en la cama de su amigo y ni siquiera quería imaginar lo que habían hecho la reciente noche.

Se levantó con dificultad de la cama, sosteniendo la sábana contra su pecho. Divisó su ropa desperdigada por la habitación, su playera cerca de sus calcetines, su pantalón oscuro cerca la puerta del baño, no encontró sus zapatos.

Cuando Tyler se removió, Alexander entró en pánico; recogió su ropa desperdigada y corrió entre tropezones hasta el baño en la recámara de su amigo, donde se encerró con rapidez. Recuperó el aire y se concentró en respirar, su corazón latía a una velocidad demencial.

—Demonios. —Se llevó una mano a la cabeza consternado—. No, no, no... Respira, cálmate. Puede ser un malentendido —se dijo para tranquilizarse, pero no podía pensar con claridad. Se recargó en la pared, que sintió fría al entrar me contacto con su piel—. Debe ser un error. —Lanzó un quejido—. Vaya que sí fue un error. —Se deslizó por el mosaico, abismado.

Escondió su cara entre sus rodillas queriendo borrar la noche anterior, junto a cada uno de los errores que cometió. Permaneció así un buen rato, se recriminaba una y otra vez el haber aceptado ir a un bar con su amigo. Tenía miedo de la reacción que este pudiera tener si le decía lo que seguramente habían hecho. Una parte de él se preguntaba si Tyler había estado más consciente que él durante la noche y si fue así, ¿qué pasaría después?

Suspiró pesadamente y apoyó su cabeza en el mosaico. Su mente era un completo lío.

Se giró nervioso cuando el pomo de la puerta fue girado, por suerte tenía seguro y Tyler no pudo entrar. Después de algunos intentos de girar el pomo su amigo desistió.

Alexander aprovechó para ponerse de pie de un salto y empezar a vestirse raudamente.




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