Un 24 de Diciembre

Ten es tuyo

El hermoso atardecer que puedo ver a través de mi ventana, hace que una vez más quiera suspirar, no sé si debido a esto es que me sentía tanta melancólica, a decir verdad, aquel rojo carmesí mezclado con aquel índigo con pinceladas de gris me recordaron tus ojos y… a la vez, de aquella melena de la cual, estabas tan orgulloso – tonto no puede evitar pensar; y solté una carcajada, ya que el recuerdo de aquella vez en la que saliste de la piscina y movías tu cabeza de una lado al otro pensando que eras la persona más “sexy” – entre comillas – y, si, admito que aquella vez me reí y recuerdo pensar que en vez de sexy, me recordabas más a la sirenita – lo siento, no es por el cabello – cantando sobre su roca y detrás de ella aparecía una ola gigante, con música de fondo y toda la onda, lo único que ahí faltaba es que en ese preciso momento empezaras a cantar; notaste que me empezaba a burlar y tú, tan malo como siempre sin previo aviso volviste a sumergirte en el agua, mientras una pobre e inocente yo seguía riendo, tengo una palabra para describirte: MA-LE-FI-CO, no cabía duda, realmente me asustaste; ese día ambos descubrimos dos cosas: primero, yo no te fastidiaría porque cuando tomabas represarías todo terminaba mal y segundo jamás de los jamases vuelvas a molestarme, porque si no acabaras flotando en el agua de un solo golpe.

No puede evitar pararme de la silla en la cual me había mantenido por unos minutos recordando aquello y recorrer mi habitación, muchos recuerdos surcaron y bailaron en mi mente, y, sabes… ¿qué es lo que más gracia me causa?, bueno en la mayoría de ellos, ya sea triste o alegre – como el de la piscina ­siempre has estado ahí. Me cuesta identificar mucho un momento en el que no estés en alguno de ellos, el motivo quizás a lo sumo es porque nos conocemos desde muy jóvenes y no, no me refiero a que es por lo el cliché típico que es desde los primeros años de infancia, si no, es por el hecho de que eras, eres y sé que serás importante en mi vida.

Uno de mis más preciados recuerdos, es la primera vez que nos conocimos; ¿lo recuerdas?, no puede evitar preguntarme y sonreír como una idiota, porque yo sí, yo si lo recuerdo; diría que fue en un día frío y para nada cálido, sip, lo reafirmo, era de todo menos cálido, aquella ocasión no fue más ni menos que un día antes de navidad, y si te preguntas porque lo recuerdo, no, no es porque era víspera de noche buena – aunque quizás si… solo un poquito – en aquella ocasión, mis tíos me habían mandado a comprar algunas cosas que faltaban para la cena y que necesitaban con suma urgencia, cabe mencionar que moría de las ganas tremendas de salir, no quería quedarme mucho tiempo en casa así que gustosamente acepte, agarre la lista y el dinero y salí, agarre una combi – porque sabía que demoraría más – y con los audífonos puestos y la música reproduciendo, llegue en más de 15 minutos, ¿sabes acaso lo difícil que fue encontrar lo que había en la lista?, no, pero debo decir que gracias a que cierto tonto – loco – de melena roja que boto todo lo que me había costado comprar lo comprendí, admito que quise en ese preciso momento matar al idiota que había echado todo a perder de no ser porque las lágrimas caían libremente por mis mejillas, lágrimas que por cierto eran por el dinero que tendría que gastar y todo salido de mí propio bolsillo; las señoras que habían presenciado todo, me ayudaron a recoger lo que quedaba, lo que no servía tuve que volver a comprarlo – pidiendo rebaja – negociar con las vendedoras no fue difícil, aunque mi “sed de sangre” seguía intacta, me obligue a regresar, ya era un poco tarde y realmente no quería que nadie se enojara, así que salí con rapidez evitando lo más posible cualquier otro accidente – no sería bueno para mi bolsillo – no puede evitar negar; llegue a casa casi después de una hora y bueno las ganas de matarme seguían ahí presentes, pero esta vez no solo por mi parte, si no que por parte de mi madre, de mi tía – con la que por cierto “TÚ” te llevas tan bien, iugh – y Chaska, a la que por cierto puede oír tronando sus dedos – ¡santo cielo! Y todo por demorarme una hora en traer lo que faltaba – en fin tuve que contar todo lo sucedido, mamá y Chaska creyeron en mi – porque habían algunos restos de condimento en mi ropa y cabello como evidencia de lo ocurrido – otras – como mi tía – solo me dedicaron un mirada fuerte de desaprobación; lo sé, ella y yo jamás podremos llevarnos bien, lo sabía muy bien, no importa que hiciera jamás sería de su agrado, aunque eso ya no me molestara aun duele; en fin ya eran alrededor de las 6:30 p.m. y todos ya estaban listos para ir a la misa, con chalinas, gabardinas algunos con sacos y gorras, caminamos a la iglesia, el evangelio y el sermón de navidad, las palabras y reflexiones para noche buena, todo transcurrió tal cual como la mayoría de los años; de regreso en casa, dejamos los abrigos, chalinas y gorras en los percheros y cada quien tomó su lugar alrededor de la gran mesa navideña, yo me quede en un rincón, sería como siempre la última, pero antes de que siquiera eso pasara, el timbre sonó, la que fue abrir fue ella, los demás quedamos viéndonos sin entender hasta que mi mamá menciono que Leticia – como se llama mi tía – invitó a unos amigos. Entrando y con botella en mano los amigos de Leticia saludaron a toda la familia, al inicio fue raro, por no decir incómodo y más cuando reconocí aquella cascada de rojizos cabellos que venía detrás de ellos, mi reacción – involuntaria – fue pararme y de esa forma sin pretenderlo llame la atención, musite un corto y poco audible lo siento y volví a mi sitio aunque no fue por mucho ya que me enviaron con mi abuelita al no haber más espacio, mentiría si no soy sincera al decir que suspire de alivio, y es que, sentía clavada en mi dos miradas, le primera sabía perfectamente de quien se trataba y la segunda… bueno para que mentir, aquel pelirrojo estaba logrando acabar con mi paciencia – si mi estimado cabellos de menstruación, me matabas con la mirada – casi saltando fui a comer y así estar más tranquila, aunque aquella paz no duro por mucho, ya que la persona que se suponía tenía que traernos el famoso panetón – bendita y maldita seas querida hermana – no llego, en su lugar aquel chico taaan “cool” – nótese el sarcasmo – traía consigo en una bandeja y en ella el chocolate caliente y dos trozos de panetón, recuerdo que le di una mala mirada, pero aquel engreído solo me sonrió con picardía y burla, que hicieron que en mi mente lo matara no una o dos, sino mil veces, mire por sí acaso alguien estaba detrás y era obvio que desde la puerta, una mirada afilada y otra llena de preocupación vigilaban mis movimientos, así que con la mejor sonrisa que pude dije: muchas gracias… - eso pareció hinchar más tu “masculinidad” oh pero no contabas con mi astucia – princesa Ariel – y con eso borre la sonrisa que se mantenía en tu rostro y ahora solo tenía aquella mirada sombría al irse, me despedí de el con una risita, a la par que la nieve empezaba a teñir de blanco el patio de mi casa, cerré la puerta del cuarto de mi abuelita esperando no verle jamás pero…¡oh! la vida está llena de sorpresas ¿no?, porque de ahí creo que lo sabes y como si fuera arte de magia – yo le apuesto a que eres un bendito acosador – aparecías a cada rato, en todos los lugares a los que iba siempre estabas tú, y por si fuera mucha coincidencia casi a la misma hora, e incluso en mi propia casa, respeto a esto aún tengo las sospechas de que mi mamá así como la loca de Chaska estaban dentro de todas aquellas “coincidencias”, pero, gracias a esos encuentros “casuales" logramos ser muy buenos amigos o eso pensaba hasta hace poco…




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