El viento del desierto soplaba levemente y era una brisa fresca del atardecer la que se sentía atravesando los pequeños baches que se denotaban claramente en las cuatro paredes de hierro y metal oxidado que rodeaban al sujeto metido ahí.
Entre el desordenado interior de aquella caja metálica se encontraban restos de metralla , una tiradera de papeles manchados de una fatal y delatora tinta roja ya seca hacia un largo tiempo , fotos dispersas donde posaban diversos grupos militares que representaban reflejos y sombras de un era ya pasada , antigua , vidrios rotos y mucha arena que logro entrar del exterior; De entre todos esos restos resaltaba un brisa de luz que atravesaba graciosamente de afuera por uno de los agujeros del enorme cajón y reflejaba un puñado de tierra húmeda y extrañamente fértil. En la que ahí crecía una bella margarita blanca que destacaba soberbia sus pétalos blancos, con el rayo de luz solar que atravesaba diariamente ese lúgubre cuarto, y exaltaba las virtudes de aquella planta, imponente, virgen, pura, pero en especial una tenaz… una superviviente.
Entonces, la tomaron suavemente un par de manos, cubiertas con trapos y cueros, finamente costurados eran esa especie de guantes que solo dejaban al descubierto sus dedos, este par de manos arrancaron a la florecilla suavemente de su sitio rompiendo la paz que tenía ella desde su origen, la comenzó a observar detalladamente con ese par de ojos cafés curiosos que resaltaban con un brillo infantil y casi inocente, observaba atentamente un ejemplar de lo que alguna vez fue la maravillosa naturaleza verde y silvestre que reinaba en el mundo.
Acto seguido la joven figura sosteniendo la flor se la engullo de un bocado en un parpadeo.
Andrés mastico bien la flor y se la trago, apenas terminar de hacer esto se colocó rápidamente sus viejos gafas para piscina y se tapó la boca con su vieja y favorita chalina blanca con cuadros negros y se aventó a continuar a seguir explorando aquel cuarto de fierro acorazado , caminando entre restos de balas y más cristales rotos encontró un cadáver descompuesto hasta los huesos sobre una silla que se encontraba tirado de costado agarrando férreamente el volante de lo que parecía estar dentro de una cabina de camión igual volteada de costado y cubierto de arena en el exterior de este, también agarraba con la mano izquierda, una destrozada y empolvada mochila negra , Andrés cogió la mochila del muerto que este no era más que un simple montón de huesos con uniforme negro, revisando desesperadamente el interior del bolsón encontró una barra metálica de treinta centímetros, empolvada pero en perfectas condiciones, en estado sólido y completamente puro, al notar todo esto, una sonrisa salió en el joven Andrés que lo oculto rápidamente guardando en su propio bolsón dicho botín valioso que había encontrado, también encontró un librito quemado y lleno de polvo dentro la mochila del muerto, este le lleno de intriga, porque era la primera vez que había encontrado uno que a pesar de lo empolvado y sucio que estaba al menos estaba completo, abrió sus páginas y estas estaban en su mayoría negras por las cenizas, pero las portadas, color café ocre y unas cuantas hojas estaban aún sanas, en una de estas tantas hojas decía lo siguiente:
´´ARENAS´´
´´Soy un alma, insegura e impura, que errante por el desierto camina,
si me ves manchada y oscura, es por la tierra que me contamina;
¡Extraño la noche¡ y de ésta su frescura,
ella aquí presente, su voz fría me domina,
pero en verdad, odie la noche, por su vida sin censura;
¡Extraño el día! por la noche que ya termina,
el aquí presente, me cautiva por su cultura,
pero odie también el día, por los rayos que calcinan;
¡Extraño la noche! y de ésta su frescura,
¡Pero que me está pasando! ¿Acaso perdí ya la cordura? ;
En las arenas de la inocencia, con otra triste fractura.
- ´´Poeta Joven y Mutilado´´
Andrés no entendió nada de esto, incluso le costó leer precisamente por la mala educación de la ´´Escuelita Publica´´ que había asistido, hace no mucho en su infante y pubertad edad, sin tomarle más atención al asunto guardo el librito en su bolsón y se dio a la tarea de marcharse de ese lugar, y saliendo por el agujero donde entro a aquel extraño ataúd de fierro, se escabullo el joven Andrés.
Al salir de lo que en realidad era aquella vieja cabina de metal, se pudo notar que antes fue un antiguo camión de basura, pero modificado para usos bélicos, aun así ya derribado y semienterrado en la arena de aquel extraño desierto, destinado para el olvido eterno.
El sol ya se escondía mostrando un bello atardecer de colores degradados de los naranjas morados y azules, el caliente desierto se empezaba a enfriar lentamente mientras Andrés se alejaba con las manos metidas en el bolsillo del pantalón y silbando tranquilamente
alejándose de aquel camión, rumbo al único cerro cercano a la vista de aquel árido desierto, que sencillamente para Andrés no le lo sentía lejano ni le molestaba, para caminar, era obvio el trecho no era muy lejano, y el hacía esto casi todos los días.
A pasos poco a poco apresurados se dirigía el chico hacia las faldas de aquel cerro, caminando por el clásico y antiguo camino de tierra improvisado para la entrada de los coches no había donde perderse, mientras la noche empezaba a hacerse presente con la casi completa ausencia del sol, las luces publicas ya aparecían con su nocturno color naranja alumbrando el camino a los coches y dando la señal de acercarse a algo cercano a la civilización, los postes se situaban paralelamente al camino de tierra, mientras algunos buses y coches deportivos extrañamente blindados de forma improvisada se dirigían y salían de aquella comunidad muy continuamente, terminando la vereda en la subida a una pequeña colina sobre el cerro, se imponía el histórico letrero que sentenciaba a forasteros e hijos pródigos de la comunidad que regresaban o llegaban con el siguiente mensaje: BIENVENIDOS A FAYOLLES , DONDE USTED ES LIBRE DE VIVIR, HASTA LA MUERTE. Con tremendas rajaduras, grietas y más agujeros de bala. Siendo una buena bienvenida y una dura advertencia para aquel extraño que se atreviera a jugar con las concupiscencias de aquella diminuta pero aguerrida ciudad.
Fayolles, era un antiguo sacerdote que llego de la capital y hace más o menos setenta años, reunió a todos los vagabundos, campesinos y lugareños de esta parte del desierto, los insto a registrarse como ciudadanos ante La Gran Orden (Órgano Legislativo y Administrador supremo de todas las tierras del mundo) fundaron aquel condado y actualmente lleva el nombre de aquel hombre, a pesar de que el volvería a morir si viera en lo que se convirtió aquel sueño.
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Editado: 22.02.2023