Daelyn nunca imaginó que su vida cambiaría tan drásticamente. La Toscana, con sus colinas ondulantes y viñedos interminables, había sido el escenario de su amor eterno con Marco. Juntos, habían soñado con criar a su hija, Sofia, en este paraíso terrenal. Pero el destino tenía otros planes.
La tragedia golpeó sin previo aviso, llevándose a Marco y dejando a Daelyn sumida en un abismo de dolor y soledad. Cada rincón de su hogar, cada susurro del viento entre las vides, le recordaba la ausencia de su amado. Sin embargo, en medio de la oscuridad, Daelyn sabía que debía encontrar la fuerza para seguir adelante, por ella y por Sofia.
Mientras los días se convertían en semanas y las semanas en meses, Daelyn comenzó a redescubrir la belleza de la Toscana, no como un lugar de recuerdos dolorosos, sino como un refugio de esperanza. Fue en uno de esos días, cuando el sol se ocultaba detrás de las colinas, que decidio que era mejor seguir adelante sin su compañero de vida.
Daelyn recordaba con claridad el día del accidente. Había sido una mañana como cualquier otra, llena de promesas y planes para el futuro. Marco había salido temprano para el trabajo, dándole un beso rápido en la mejilla antes de despedirse. Nunca imaginó que sería la última vez que lo vería con vida. La llamada telefónica que recibió unas horas más tarde cambió su vida para siempre. Las palabras del oficial del policía resonaban en su mente como un eco interminable: "Lo siento mucho, señora. Su esposo ha fallecido en un accidente."
Desde ese día, Daelyn había vivido en una especie de neblina, moviéndose a través de la vida como un autómata. Las noches eran las peores, cuando el silencio de la casa se volvía ensordecedor y los recuerdos de Marco la asaltaban sin piedad. Se aferraba a Sofía como a un salvavidas, encontrando en su risa y su inocencia la fuerza para seguir adelante.
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Editado: 11.09.2024