Daelyn se despertó con el sonido del despertador, un recordatorio implacable de que la vida seguía adelante, aunque su corazón aún estuviera atrapado en el pasado. Se levantó lentamente, tratando de no despertar a Sofía, que dormía plácidamente a su lado. Observó a su hija por un momento, sintiendo una mezcla de amor y tristeza. Sofía era su razón de ser, la luz en su oscuridad.
Después de preparar el desayuno y asegurarse de que Sofía estuviera lista para el día, Daelyn decidió llevarla al parque. Era un lugar donde ambas podían encontrar un respiro, aunque fuera por un rato. Mientras Sofía jugaba en el arenero, Daelyn se sentó en su banco habitual, observando a su alrededor. Fue entonces cuando vio a una mujer muy elegante acercarse a ella.
La mujer se sentó a su lado, y levantó la vista al cielo, luego miró a Daelyn y le sonrió. Había algo reconfortante en su presencia, una sensación de familiaridad que Daelyn no podía ignorar. Se acercó más a la mujer y sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y tranquilidad.
—Hola, mi nombre es Daelyn y el tuyo —dijo ella, rompiendo el silencio.
—Hola, mi nombre es Mariana —respondió ella, con una sonrisa cálida.
Daelyn le da la mano para presentarse a la mujer. Esta la saluda tomando su mano. Mariana suspiró, mirando a Sofía jugar.
—Algunos días son mejores que otros, verdad. —admitió Mariana.
—Pero estamos aquí, y eso es lo que importa.
Mariana asintió, comprendiendo perfectamente lo que ella quería decir. Había pasado por lo mismo, hace ya muchos años, que cada día era una batalla.
—Es un buen día para estar en el parque —dijo ella, y cambiando de tema suavemente le dice. —Alguna vez, te ha interesado escribir sobre su vida Daelyn.
Daelyn sonrió, agradecida por el intento de Mariana, de levantarle el ánimo, con sus ocurrencias.
—No nunca, y a qué viene esa pregunta.
—La he observado venir a este parque muchas veces, y ver cómo escribe en ese cuaderno. Y se me pasó por la mente que debe escribir muy bonito. Puedes mostrárme, lo que escribe en él.
— Claro... No es tan Interesante lo que hago.
Pasaron el resto de la mañana conversando, y compartiendo historias y risas. Daelyn se sorprendió de lo fácil que era hablar con Mariana. Le contaba de cómo le fascinaba, tanto la escritura. Parecía entenderla sin necesidad de muchas palabras. A medida que el sol subía en el cielo, Daelyn sintió que una pequeña parte de su corazón comenzaba a sanar. A través de la escritura y la motivación de aquella mujer, que se sentó al lado de ella.
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Editado: 11.09.2024