Un Alma Aparte

I. ANTERIOR A LA CATÁSTROFE

1.

 

El retumbante sonido sonaba mediante las paredes y llegaba hacia los oídos de cada uno de los invitados. La cocina mantenía todo en orden, mientras el silencio no cesaba desde la llegada de las personas. Las voces no reducían su volumen, y cada vez era más notorio el cambio de iluminación en el lugar. El salón estaba lleno de gente, los cuadros con miles de anormalidades estaban colgados en las paredes; la barra de aquel extendido lugar estaba repleto de doncellas junto a sus esposos. El hombre siempre sostenía el vaso con cerveza y tomaba de a cortos sorbos, antes de besar a su esposa.

Entre el público estaban los desaforados hambrientos ancianos vestidos de un lóbrego traje y un moño rojo. Bailaban y disfrutaban de la música. Salía de los parlantes. El hotel estaba dando un gran paso en toda su historia. La puerta se abría repetidas veces y cada vez más invitados seguían llegando. Por los extremos de aquel gran cuadrado estaban los inversionistas de traje y gafas oscuras. Bruce Stedd estaba en el medio, movía dinero de un lado a otro, y vociferaba como todo un campeón. Fue, en largas palabras, un mafioso-asesino que se pasaba la vida contando dólares en la cochera de su desconocida casa. Había comprado bolsas de joyas robadas que luego ocultaría en el cobertizo de herramientas de la misma; para colmo, nada de eso ocurrió. Aunque Stedd se quedó con su parte del trato al haber negociado con aquel grupo, jamás tuvo lo que en un principio le prometieron. Una deuda quedó libre, y desde en ese momento paga multas de todo tipo.

Luego estaba aquel canoso, el famoso “Dadlick”. Wesley Gordenson había estado preso en una prisión de California, a las afueras de ésta. Acorraló a un grupo de maleantes y asesinó a dos de ellos. Estuvo prófugo durante un tiempo y luego lo captaron unas cámaras, mientras iba a comprar Tabaco al kiosco cerca de su casa. Fue capturado y uno año después liberado de tal infierno. Wesley transportó una mochila de armas desde California hasta Florida. Fue en camión, y fue el viaje más complicado que pudo haber hecho en toda su vida. Miles de consecuencias se le cruzaron.

Michael Ennerviche había bajado desde su apartamento hasta la fiesta.

Vestía completamente elegante, y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba ante una multitud sorprendente. Yacía bajo sus pies una alfombra roja que luego sería utilizada para capturar a algún tipo que el grupo de mafiosos esté buscando. Se acercó hacia la barra y saludó al mayordomo que iba de un lado a otro con las bandejas.

No obtuvo respuesta.

Supo que estaba demasiado ocupado como para saludar a alguien que apenas lograba reconocer con una foto de hacía días. Dio un suspiro de alivio y se sintió como si estuviera en su propia casa, organizando una fiesta suya, propia. El jefe del hotel, James Hodd, estaba a punto de decir algunas palabras ante terrible público. Él había pertenecido a un grupo de inversionistas que, años antes, habían formulado un pago del cual jamás se arrepentirían. Pocas personas sabían quién era realmente James. Lo ocultaba tras una agradable personalidad. La música había cesado, y fue el momento exacto para que un tipo con un pasamontañas puesto y un par de mitones entre. Las voces no cesaron, aunque las luces alumbraron al escenario. James estaba en el primer escalón. Eran cuatro. A su alrededor, un grupo de hombres mal hablados conversaban acerca de la gran fiesta. Era todo un debate de ideas. Vociferaban como de costumbre. Entre la multitud, Michael miraba, y veía como se iba asomando; Hodd era un tipo demasiado canoso.

-¡Genial! Lamentamos a todos aquellos que bailaban como perros intentando recoger el hueso que su dueño tiene en la mano. -Se produjo una oleada de risas extremadamente graciosas-. Sin embargo, fue interrumpido para un momento que realmente vale la pena. Hacía ya unos años que no teníamos una fiesta tal como esta, increíblemente sorprendente. Mafiosos por doquier, doncellas con sus esposos. Debo anunciarles algo importante: el cierre del H.H.H. (Haisite Hare Hotel) se producirá dentro de un mes. Aquel que esté interesado en comprarlo y hacer una vuelta increíble, bienvenido sea. Yo no tomaré más el cargo como jefe de aquí, todos los empleados concuerdan conmigo y espero que las personas que viven aquí también.

Wesley pensaba en que él haría una subasta. Wesley conocía más que nadie a James. Era aquel que desde siempre estuvo con él, hasta el momento de la traición. Wesley lo miraba a él con una mirada desafiante, peligrosa, que avisaba que algo malo iba a pasar. James había terminado de hablar, en el momento en que la música comenzaba a sonar de vuelta. Michael estaba por la multitud de personas y bailaba junto a una mujer. Ella estaba vestida con un vestido de flores rojas y comenzaba a dispersarse entre un grupo de tipos con buzo gris oscuro; aquellos de gafas negras y canosos.

Michael se enderezó hacia la mesa, dando un giro en el acto. En el intento, dio un suspiro de alegría, se sentía lo más cómodo posible. James se había acercado a él, y se volvió a parar, tras haberse tomado un largo trago de champán. Algo le llegó a la mente, champán, papito.



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En el texto hay: esquizofrenia

Editado: 07.06.2018

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