Capítulo 6

Capìtulo 6

Ya era de día.

Y estaba frente a frente de mi tormento; la escuela.

Pero nada iba a ser como antes, cuando los demás estaban, hoy, con ellos, iba a ser diferente.

—Venga, campeón, te llevaré yo mismo personalmente al salón de clases.

La voz de papá hizo que salga de mis pensamientos mientras escaneaba todo el lugar pensando que los tres chicos estarían esperándome. Papá me había comentado que ellos me iban a pedir disculpas, pero total, todo el mundo pide disculpas después que hace arder troya.

—¿Estarán bien? —preguntó mamá, mientras estaba parada y con la mano puesta en la puerta del auto, viéndome.

—Qué sí, mujer —papá soltó un bufido mientras reía —. Espérame acá que charlaré un poco con mi hijo mientras lo acompaño, ¿vale?

Mamá asintió, no tan convencida:

—Vale.

Papá caminó conmigo, yendo directo al salón de clases. Como ya era normal desde que regresé a la escuela, las personas se me quedaban mirando, pero esta vez con más cautela puesto a que, como me lo imaginaba, ya sabían que Peter y los demás habían llegado.

Y así fue.

A una distancia un poco lejana me los encontré. Estaban los tres menores juntos con sus tres papás. Eran, relativamente, una copias. Cada hijo con cada padre tenía su parentesco. Las seis personas enfocaron su mirada conmigo y una sonrisa se plasmó en su rostro, una fingida. Vi como el padre de Peter, el gobernador, chocó su brazo con el hombro del menor. La mirada de éste no era la misma que tenía cada vez que se enfrentaba a mí, las de ninguno de ellos lo era. Mi padre y yo continuamos caminando hasta estar frente a frente a ellos.

—Buenos días. —Saludó papá, cortante, seco. Levanté la mirada y por el rabillo del ojo noté como analizó por todos los lados a los demás. El que me tenía agarrado de sus manos no le brindó una sonrisa a ningunos, dejó sus labios rectos.

—Buenos días, compadre. —Ese fue el saludó que dio el gobernador, padre de Peter, con la intención de acercarse a papá y darle un abrazo. No obstante, el mismo lo detuvo con la mano, haciendo una señal de stop. Observé los alrededores y veía que algunos profesores y más alumnos observaban desde lejos.

Una mirada incomoda recayó en mí. Miré hacia delante y me encontré con los odiosos ojos de Peter, observándome. Apreté mis dientes al igual que mi mandíbula, viéndolo. Sus ojos ahora no mostraban ese odio, ese rencor que tenía, parecía estar frágil, vulnerable.

—Yo no soy tu compadre —determinó papá, utilizando el mismo tono.

—¿Sigues siendo así, Jesh? —el gobernador volteó la cabeza hacia su lado derecho, sonriendo, mientras le habló a papá. El mismo se llevó un dedo a sus labios y jugueteó con éste por unos segundos. Los demás quedaron en silencio, viendo todo.

—No sé, tú dime —papá soltó una risita divertida —. Veo que lo de brabucón, irrespetuoso y acosador es de genes.

Confundido, miré a padre y vi como éste con la mano que llevaba disponible hizo un gesto refiriéndome al gobernador y a su hijo Peter. Detrás de ellos, vi como los dos padres que estaban con sus hijos tomados de la mano, miraban la escena un poco disgustados.

—¿De qué diablos hablas, Jesh? —farfulló el integrante que hablaba con mi progenitor.

—De que veo que es una herencia... —susurró, en tono obvio —Mira, tú hijo es tu reencarnación de cuando tú tenías su edad. El hijo de Eimy —señaló al futbolista que estaba detrás de él, a su lado izquierdo , el padre de Emanuel —Es la misma reencarnación de él, y el hijo de Ballet, —miró al papá de Bal —es su reencarnación. Qué ironía, no, Patrick.

Una tensión un poco incomoda se presenció a nuestro alrededor. Papá ahora tenía una cara victoriosa, una sonrisa de oreja a oreja.

—Veo que sí somos reencarnaciones... —canturreó Patrick, apartándose de Peter —Veo que ahora tu hijo está pasando lo mismo que tú por ser tan... rarito, como lo eras tú.

Papá no quitó la sonrisa que llevaba en el rostro en ningún momento. Patrick estaba a poca distancia de Jesh, quien me soltó y dio dos pasos hacia delante.

—Pero debo de sentirme orgulloso de que jamás mi padre me puso un dedo encima. ¿Tú si estás orgulloso de eso? Ah, ya recuerdo, sólo eran golpes que te dabas con las puertas o te caías de las escaleras de tu casa.

El gobernador apretó sus puños de la misma manera que mi padre lo hizo. Mientras éste miraba fijamente al de nombre Patrick, yo veía desde abajo a Peter, quien no cambió su semblante de mosquito muerto en ningún momento.

—Buenos días, señores, ¿Qué tal va todo?

Menos mal, la directora de la escuela se acercó a nosotros y saludó de forma dura y a la misma vez cordial, con las palmas de sus manos juntas.

Ambos padres se separaron y caminaron, sin dejarse de mirar, hacia atrás. Jesh me tomó de la mano mientras que el respectivo de Peter hizo lo mismo.

—¿Todo bien? —preguntó la directora, mirando a ambos lados.

—De maravilla. —Respondió mi padre.

Nosotros mismos ejercimos el camino para volver hacia mi salón, dejando a los demás atrás. En el transcurso mi padre me comentó que a ellos se refería cuando le molestaban de pequeño y que sus hijos harían lo mismo, por eso debía de evitarlo. Me recordó apenas llegó al salón lo que antes me enseñó y practicó sólo si se llegan a meter conmigo.

Las horas pasaron lentas. Las miradas de algunos alumnos, después de todo este tiempo, no cesaban. Siempre había uno que otros susurros mientras me miraban.

Escribía en el cuaderno las multiplicaciones que la maestra había dejado en el pizarrón. Fue el primero en completarlas y el primero en que me las corrija y me ponga un 10 mientras en regalaba una tierna sonrisa. Estaba ansioso por llegar ansioso por llegar a casa. Miraba el reloj a cada segundo, de seguro y Thenkslaif me estaba esperando para jugar. Papá me ha dicho que cada vez que vengo a la escuela y él no me ve en casa, a veces se desaparece y otras veces se queda acostado en la puerta hasta que yo llegue.