Cuando la policía fue informada de que un desconocido rondaba dentro de la casa de los Murphy, mi padre había entrado junto con Baxter dando pasos cautelosos en el pasillo oscuro en busca del ladrón, pero antes de que el delincuente llegara a lo alto de las escaleras, Baxter había puesto a funcionar su hocico triturador. Papá tuvo que ordenarle que se detuviera, pues la intención de Baxter era arrancarle el muslo derecho.
Por eso me gustaba cenar con papá, pues cada noche era una historia nueva llena de adrenalina. Siempre en la primera plana aparecía mi padre al lado Baxter, le decían la pareja del millón de dólares, pues eran una amenaza latente para los más escurridizos criminales.
Doy un vistazo por encima del hombro, y el extraño me sonríe, sin enseñar los dientes.
—¿Cómo te llamas? —me dijo
—Dylan.
—Mucho gusto, soy Buckley.
Enseguida Alfred balbució unas palabras de protesta, al parecer se le había descompuesto la radio. Por fin algo bueno en este día.
—¿Por qué tu perro no deja de mirarme?
—Él está entrenado para matar, y probablemente piensa que tú eres una amenaza para nosotros.
—Dile que no soy una amenaza.
—No puedo, es su instinto de protector.
—¿Puedo tocarlo?
—Ni lo intentes, solo quédate atrás y no digas nada.
Mi padre había salido de casa en medio de una discusión entre Amber y mi madre, esta había intentado convencer a Amber para que la acompañara a la peluquería. Sin pensarlo, Amber dio un bramido escalofriante: << ¡Antes me muero! >>, que mi padre sin decir nada había metido su revista en el bolsillo de su pantalón y había cogido las llaves del coche del perchero que había junto a la puerta trasera y había salido con sigilo.
Después de cinco horas, oí que la puerta se abrió y se cerró, entrando una fría brisa por mi ventana. Mi padre no sonreía como siempre lo hacía cada vez que llagaba a casa, solo abrazó con fuerza a mi madre y nos encajó la noticia de que Charlie se había suicidado, era su mejor amigo, era como de la familia; incluso, Becka le decía el tío Charlie.
—¿QUÉ SUCEDE? —de repente dijo Alfred.
Guardamos silencio ante la violenta frenada, pero Alfred parecía estar molesto a pesar de que el desconocido por poco sale despedido por el parabrisas, dudando si tenía suficiente experiencia en conducción.
—Descuida, muchacho… Solo que tenemos un pequeño problema.
Buscamos el problema con la mirada, hasta que lo vimos acercarse por la carretera. Era un hombre robusto como los agentes uniformados que solían hacer retenes en busca de algún criminal o droga. Además, el rasgo de su rostro daba a entender que no estaba para bromas, así que Alfred se abstendría de hacer sus chistes tontos que no causaban ninguna gracia.
Aún el hombre seguía manifestando su letrero que decía STOP, por lo que Alfred tuvo que bajar la ventanilla, y miró fijamente al oficial, aunque no estaba muy seguro si en verdad era uno de ellos.
—¿Ocurre algo? —dijo Alfred.
—No pueden pasar.
—¿Por qué no? Necesitamos llegar a Southampton.
—No se nos permite dar información de lo que está pasando, por eso debe tomar una vía alterna.
—¿VÍA ALTERNA?
—No se altere, no tiene otra opción. Al menos que quiera que me lo lleve preso.
Bajábamos al sótano la mayoría de veces, pues a Becka y a mí nos encantaba los cuadros de mamá, sobre todo cuando dibujaba ciudades futuristas, por tanto, acabábamos fascinados por la maravillosa ciencia ficción que había en su mente y que nos trasportaba en ocasiones a ciudades del futuro algo tenebrosas.
Luego Becka y yo nos tumbamos en el césped bajo el sicómoro. Yo fingía que era un viajero del futuro y Becka, la niña que tenía que atrapar mientras Baxter se acurrucaba en sus pies. Becka poseía poderes sobrenaturales y siempre acabamos riendo a carcajadas, por muy serias que parecían nuestras historias de ciencia ficción. Becka le decía al viajero del futuro que, si quería continuar viviendo, que no podía quedarse atrapado el resto de su vida paralizado en el tiempo. Yo reaccionaba de manera tormentosa y enloquecía, por lo que comencé atacarla, pero siempre me derrotaba. Al final, tuve que devolverme a mi tiempo.
Ahora Becka dormía junto a Baxter, mientras Alfred seguía enfadado porque tuvo que tomar la vía alterna, un camino que no conocía muy bien.
—Oye, no te parece raro algo —dijo el desconocido.
—¿De qué hablas? —le dije, molesto por la situación, creo que no llegaremos a Southampton antes de la medianoche.
—El auto que estaba detrás de nosotros, ya no está…
—¿Y eso qué?
—Que debería estarlo, pues se supone que si la vía principal está cerrada…
—Seguro se averió, yo que sé… Que nos importa.
Yo era el hijo de un policía, y sabía cuándo algo andaba mal. Por eso estaba perpetuamente encargado de cuidar a mi hermana pequeña. Beck no era lo suficiente fuerte para defenderse sola, además, ella era un futuro cerebro, lo que significaba que gozaba de libertad para pasar las mejores vacaciones de verano. Por ejemplo, le gustaba dibujar con todo detalle avispones asesinos en papel milimetrado con sus ciento cuarenta lápices de colores prisma.
Editado: 08.02.2021