Un Amigo Para Recordar

CAPÍTULO 7

Sonaron varios golpes al otro de la puerta y Becka se tapó los oídos con las manos. Enseguida me abrazó mientras el pomo de la habitación comenzó a girar de nuevo. Nos quedamos inmóviles y le ordené a Baxter que sus ladridos no nos estaban ayudando mucho.

—¡Abran, soy Buckley! Sé que están ahí.

Amber al escuchar que se trataba de Buckley se dejó caer en la cama, al lado de Gemma y el miedo la abandonó.

—Solo es ese idiota —dijo Amber.

—¿Quién le abre? —dijo Alfred. 

Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Amber, cuya mano, como de costumbre, estaba señalándome.

—Que vaya él, es su culpa —dijo.

Supongo que era mi deber, así que me fui acercando poco a poco hacia la puerta, el miedo llegó a mi mente como una oleada y sentí cómo el sudor ahogaba mi rostro.

—¿Y si no es él? —dije.

—Es él, acaso no escuchaste su voz.

El único que me acompañó fue Baxter, y finalmente ubiqué mi mano en el pomo de la puerta, pero antes quise asegurarme de que si se trataba de Buckley.

—¿Qué quieres? —le dije.

—Oí gritos y los busqué es sus dormitorios y no estaban. Los comencé a buscar porque pensé que les había pasado algo. ¿Todo está bien?

Baxter se apartó de la puerta, echándose hacia atrás, pero estaba presto por si algo salía mal. Sin embargo, yo parecía estar obedeciendo más a mis pensamientos que a mis manos, por eso dudaba en abrir.

—Qué esperas, ábrele —dijo Amber.

Le di un giro un tanto brusco al pomo de la habitación que Becka profirió un grito.

—¿Por qué tardaste tanto en abrir? —dijo Buckley sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en mi rostro.

Baxter tuvo la intención de atacarlo, pero le expresé que era nuestro amigo Buckley, y que no representaba ningún peligro. Ni siquiera me dio las gracias por impedir que Baxter le removiera los testículos de un solo mordisco.

Buckley se nos quedó mirando y por el gesto de su cara seguramente se estaba preguntado que hacíamos en esta horrible habitación, aunque no dejaba de sonreír, y yo con ganas de decirle que era un idiota. 

—Pregúntale a él —dijo Amber, volviéndome a señalar.

—Quieren asesinarnos —le dije sin dar tantas vueltas al asunto.

La sonrisa de Buckley había desaparecido de su rostro por un instante.

—¿Quién querrá asesinarlos? —dijo encogiéndose de hombros, y volvió a sonreír.

De repente, sus grandes ojos marrones me miraron de frente y movió un poco la mano como si fuera a coger la mía, pero al final no lo hizo, sino que comenzó a tocar suavemente mi rostro con su mano.

—Corran —me susurró.

Lo vimos caer causando que se me hiciera un nudo en la garganta. Bajé la mirada y vi que alguien había introducido un cuchillo en su espalda. Yo retrocedí hasta que mi humanidad quedó arrinconada en el ángulo que formaban Alfred y Gemma. Las luces empezaron a palpitar y asimismo vimos que una figura aparece de la nada, por lo que al verlo mi corazón latió con fuerza, la sangre llenó los ríos de mi pecho hasta desbordarlos.

Era un hombre que llevaba una chaqueta con capucha, y una macabra máscara de cerdo le cubría toda la cara; orejas de cerdo, nariz de cerdo y boca de cerdo.

—¡Oinc! ¡Oinc! —dijo en tono de burla, mientras retiraba el cuchillo de la espalda de Buckley.

Ahora su mano estaba cerrada sobre el mango de un cuchillo de caza, y se podía oír su respiración. Él venía hacia nosotros como si quisiera dar la estocada final.

—¿Di que es una broma y que ese idiota no está muerto? Que solo está actuando —dijo Amber.

—Porque piensas que todo es una broma…

Alfred al parecer dejó salir el aire de sus pulmones y se dio cuento de que debía demostrar su valentía, aunque le temblara las piernas y la voz.

—Qué, ¿qué quieres de nosotros? —le dijo.

—Quiero a la niña —dijo el asesino con voz ronca, se adelantó un paso con el cuchillo levantado.

Alfred nos había demostrado que no era tan cobarde como aparentaba, pues la intención del asesino era atravesar su cara con el cuchillo y deshacerse de él sin ninguna compasión. Entonces, espere, sabía que ese era el margen de tiempo, los dos segundos que tenía a mi disposición. Con disimulo, para que el hombre no me sorprendiera mirando de reojo a Baxter, que estaba inmóvil y sigiloso como le había enseñado mi padre.

—¡BAXTER YA!

Los cuarenta y tres kilogramos que pesaba Baxter cayeron encima del asesino, asimismo su mandíbula ejerció una presión descomunal sobre el brazo que seguramente le destrozó el hueso, y eso causó que soltara el cuchillo de caza. Papá me decía que Baxter poseía una fuerza de mordida de 238 libra-fuerza por pulgada cuadrada, por lo que podía ser letal para cualquier persona. 

El asesino comenzó a chillar, mientras intentaba quitárselo de encima. Él solo se detenía si Becka y yo se lo ordenábamos, pero como no iba a pasar; dejamos que Baxter tuviera unos minutos de entretenimiento. El maldito nunca se esperaba una reacción de esa magnitud, quizá pensó que Baxter solo era un lindo perrito inofensivo. Nuestro protector de cuatro patas con una gran agilidad presionó sus dientes en el cuello del asesino antes de que este pudiera reaccionar. Vi que la máscara se le había ladeado y la curiosidad por averiguar de una vez quién era y por qué quería hacernos daño. Por eso rápidamente busqué la forma de detener a Baxter porque no estaba obedeciéndome.



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En el texto hay: misterio y amor, perros, drama

Editado: 08.02.2021

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