Fui el primero en salir de la habitación, y todo estaba sumido en el más absoluto silencio. Respiré hondo. Doblé por el oscuro pasillo de la izquierda y entré en el dormitorio. Agarré mi mochila y el peluche de Becka.
—¿Qué haces? Debemos irnos —dijo Alfred.
Continuamos caminando impasibles, sin apresurarnos ni entretenernos. Baxter era el que nos guiaba, el que nos informaba si algo andaba mal, solo bastaba con un ladrido y todos reaccionábamos sintiéndonos amenazados por ruidos extraños en los cuartos del hostal.
—¿Creen que haya más hombres con máscaras? —dijo Amber.
Yo sabía que sí, estaba seguro de que había uno más, pero permanecimos unos instantes paralizados porque oímos que Baxter comenzó a gruñir hasta que, de pronto, algo cayó sobre el brazo de Amber y trepó frenéticamente hacia su hombro. Creo que solo se trataba de una araña, se la sacudió de encima con un ensordecedor grito y corrió desesperada hacia la parte más oscura del pasillo.
—Voy por ella —dijo Alfred.
—Ten cuidado…
Pero no fue necesario, vimos que Amber apareció de repente, retrocedió dos o tres pasos y, enseguida, echó a correr hacia Alfred, sollozando.
—Lo vi, lo vi, es… —su voz sonó ahogada.
—¿Qué viste?
No enfrentábamos de nuevo con aquel miedo aplastante, incluso, Amber cogió de la mano a Alfred como si fuera una niña pequeña. Lo único que veíamos era una oscuridad total y durante un momento nos limitamos a permanecer allí parados, por lo que no había otro sonido que nuestra respiración.
—No quiero morir —dijo Amber, mientras Becka me arrojó los brazos a la cintura.
No podíamos continuar allí sin hacer nada, por eso decidimos avanzar y escudriñar de nuevo la envolvente oscuridad. Al final, una luz vaciló unos instantes antes de brillar normalmente. Un brillo tenue había aclarado un poco el pasillo, al tiempo en el que Baxter comenzó a ladrar sin control hacia las primeras habitaciones del hostal, antes de bajar las escaleras.
—Quiere que nos detengamos —dije.
Baxter comenzó a señalar algo con la mirada y esperamos, mientras el silencio golpeaba nuestros rostros ansiosos de lo que podía salir en cualquier momento. Entonces acaricié la cabecita de Becka y ella me correspondió con una temerosa, pero agradable mirada, con un brillo en sus ojos llenos de esperanza. Moví mis labios, << Todo va a estar bien>> si bien me sentía como si hubiese perdido la noción del tiempo, pues aún permanecíamos allí, en el pasillo durante lo que parecían horas, aunque era probable que solo fueran unos pocos minutos.
—Creo que no hay nadie… —dijo Gemma.
No estaba tan seguro, los ladridos de Baxter eran indudablemente confiables por lo que si avanzábamos nos encontraríamos con los horrores que vivieron todas las familias que se hospedaron en este maldito hostal.
—Hay que llamar a la policía —dijo Amber en un tono desesperado.
—Ya, lo intenté; pero los celulares no sirven —dijo Alfred, con la idea de seguir adelante.
Noté que Alfred quería dirigir cada paso que diéramos en relación con las escaleras, por lo que ya estábamos cerca. Sin embargo, me opuse, le dije que se quedara con Gemma y mis hermanos, que los cuidara. Yo era quien debería guiarlos, papá lo hubiese querido así; por eso me adelante un poco junto a Baxter.
—¿Ya sabe qué hacer? —le dije.
Por cada paso que hacia miraba en casi todas las direcciones. Sin pensarlo mucho, hice un gesto con la mano indicándoles que debíamos de continuar. Por un instante, vi por encima del hombro y me di cuenta de que Amber y Becka estaban cogidas del brazo de Alfred. Entonces supe que ya éramos una familia y no pude evitar sentirme feliz en un momento que quizá no era el adecuado.
Pero la sonrisa se me borró de la cara al ver que la puerta de la primera habitación del pasillo se abrió. Baxter comenzó a ladrar descontroladamente por lo que Alfred comprendió que algo no iba bien y tomó la decisión de no avanzar. Mi peludo amigo solo esperaba recibir la orden para atacar, pero aún no era una buena idea, pues a lo mejor sabían que Baxter podía resultar un peligro y posiblemente estarían maquinando alguna trampa para deshacerse de él.
—Cálmate, no es el momento —le dije.
Y fue entonces cuando vimos que de la habitación salió una mujer que vestía un atuendo negro, y también tenía puesto una máscara torva con la cabeza inclinada; pero esté vez se trataba de la cara de una muñeca de mirada triste y su boca parecía estar cosida… Pero la voz de Alfred de repente cortó el silencio con determinación.
—¿Qué quieren? ¡Déjenos en paz!
Noté que la mujer empuñaba con fuerza un mango corto de madera, creo que era una hoz, por su hoja estrecha y curva. Algunos suelen tener dientes muy agudos y cortantes por la parte cóncava.
—Ten cuidado, Dylan… Es mejor que no te acerques —dijo Alfred.
Baxter estaba ansioso por atacar, pero yo seguía reteniendo la orden en mi boca para que todavía no se abalanzara contra la mujer. Pensé <<Si mi padre estuviera aquí, ¿qué hubiera hecho? >> porque estaba seguro de que si daba la orden la mujer acabaría por cortarle el cuello a Baxter. Los ladridos de Baxter no me dejaban pensar con claridad.
Editado: 08.02.2021