Un amor a toda prueba

Parte 2

— Tal vez sea una de sus bastardas, porque según vi es la única de la que el Alcalde acepta ser el padre — explicó Alía.

Al final las dos jovencitas se hicieron amigas, cuando Marinette supo que hacia la otra entendió porque su madre no quería verlas juntas, para no esconderse, decidió conversar cuando estuviera sola con Sabine.

— No... no quiero que te juntes con ese tipo de...

— Madre, ella no está aquí por su gusto, sus padres murieron y su tía la vendió, aquí le cobran ese dinero, cuando lo pague la dejarán irse, no quiere seguir por siempre en este ambiente.

— Nunca se irá... — que ingenuas es Alía, nunca la dejarán irse — te puede influenciar.

— Confía en mí, me diste buenos valores, no por tener una amiga que trabaje de prostituta yo lo seré.

Luego de mirarla un rato, la oriental relajó su gesto.

— Está bien, prométeme que nunca harás algo así, pase lo que pase.

— Te lo prometo madre.

En la noche Sabine se acostaba temprano, al lado de su hija, esa madrugada Marinette se despertó por el ruido, fue al baño, en el camino vio a un jovencito elegantemente vestido en el salón principal, calculó que tendería maximo un año más que ella, de cabello rubio y ojos verdes, al parecer estaba allí con su padre, en sus brazos el muchacho que vestía de negro, incluso la camisa, tenía un gatito muy bello, también de color oscuro, con reflejos rojos en su pelaje, de ojos azules. El felino se levantó, movió las orejas, saltó y corrió a donde la jovencita.

— Espera Tikki — el joven fue tras ella, ni su padre ni su guardaespaldas lo siguieron al ver que seguía a su gatita — ¿Dónde te metiste traviesa? — en eso vio a la jovencita entre las tinieblas, cubierto su pijama con una bata — ohhh... hola — saludo nervioso.

— Hola — respondió Marinette avergonzada.

La muchacha pensó que veía un príncipe de cuentos, ambos quedaron callados mirándose, hasta que la gatita pasó su espalda por las piernas de la jovencita.

— Debe ser tuya — se la entregó, al rozarse las manos los dos sintieron una corriente que les recorrió el cuerpo.

— Gracias, soy Adrien Agreste, un gusto conocerla — le dio un beso en la mano.

— Un gusto... soy Marinette Dupain-Cheng.

— ¿Hija? ¡¡Dónde estás!! — se escuchó a lo lejos.

— Debo irme — la jovencita corrió a la habitación de su madre.

— ¿Dónde estabas? — pregunto angustiada la mujer, cuando su hija entró a la cama la abrazó muy fuerte.

— Fui al baño, y a tomar agua, estoy bien.

— No hagas eso de nuevo, ahora duérmete.

Marinette le costó dormirse, su corazón todavía estaba acelerado. En la sala Gabriel Agreste conversaba con la dueña del lugar, el más prestigioso y caro burdel de Paris.

— Hijo ¿No quieres atenderte con alguna de las señoritas? — ofreció el padre a Adrien.

— Gracias, pero no.

— Hace mucho que no pasas con alguna de estas bellezas a su habitación.

— Cuando lo desee se lo diré — la mirada del joven cambio, de amable a fuerte.

— Como quieras, nos veremos en un rato. Señora Audrey ¿Sería tan amable de acompañarme? — la dueña del lugar sonrió como siempre a sus clientes, y se fue con el hombre.

— Si quieres puedes ir a una habitación — le ofreció Adrien al hombre alto y ancho, que estaba siempre a su lado siempre.

Él movió la cabeza negativamente.

— Sé que eres mi guardaespaldas, pero no tienes que preocuparte, aquí nadie me hará algo malo.

El hombre suspiró, tomó a una de las muchachitas, y se fue al segundo piso.

Los días siguieron fueron lentos y aburridos para Marinette, que ayudaba a su madre a coser la ropa de las señoritas, y a cocinar para todas. Una tarde que la morena de las dos coletas fue a dejar basura al callejón, sintió un ruido entre los desechos.

— ¿Quién... quién anda por allí? — preguntó asustada, caminó para atrás cuando tropezó y cayó en el suelo, una sombra oscura saltó a su regazo.

— ¡¡AAAhhhhhh....!! — cuando abrió los ojos se relajó — eres un gato.

Era un felino oscuro, de ojos verdes, fue muy cariñoso con la muchacha.

— Eres adorable... te pareces al príncipe que vi, todo de negro — lo abrazó — eres precioso.

Le pasó un resto de pescado que había en la bolsa que llevaba, antes de tirar el resto a la basura.

— Miau...

— Apúrate niña, necesito que limpies la cocina... ¿Qué es esto? — dijo la dueña de casa.

— Lo siento, ya voy... — luego le susurró al animalito — tienes que irte, tratare de traerte algo más tarde.

— Llegaron ratones... éntralo, te harás cargo de él desde ahora, que no moleste ni ensucie nada.

— Como diga señora — cuando quedo sola con el gatito lo abrazó contenta — tienes suerte... te llamarás... — al entrar chocó con Cloe.

— ¿Qué horrible bestia? Odio los gatos, son una plaga... le diré a madre que lo eche, no debiste traerlo sin que ella lo supiera.

— Fue su madre quien me pidió lo entrará.

— Sabe que odio a esos animales ¡¡MADRE!!

Marinette espero un poco a la entrada en la puerta trasera, desde allí escuchó la pelea, descubrió que, a la rubia, hacía unos meses atrás la había mordido un felino que tenían, y por eso lo botado lejos, desde entonces no habían tenido uno en el lugar, y ya habían empezado a llegar muchos roedores.

— Los ratones son una plaga — explicó la dueña del burdel — no quiero que los que vienen a atenderse reclamen por algo así, el prestigio de mi casa caería. Eso es todo. Ese animal se queda.

Al escuchar que la madre había dado su aprobación, entró al gato a la cocina.

— Que lindo gatito, pero a la señora Audrey puede que no le guste.

— Madre, ella me pidió que lo entrará, dice que hay ratones en la casa. Prepararé agua para bañarlo.

Al escuchar eso el gatito corrió por todos lados buscando esconderse.

— Sale de allí.



#10833 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, traicion

Editado: 11.04.2023

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