Los días pasaban y Santiago comenzaba a sentir esa emoción que no tenía nombre, esa que aparecía cuando Catalina le sonreía o lo miraba fijamente mientras hablaban de cualquier cosa.
Pero lo que él no notaba era que Catalina también lo observaba a él... y a Daniela.
Durante una clase de historia, mientras el profesor hablaba de los pueblos indígenas de Colombia, Catalina vio cómo Daniela se reía con Santiago por algo que él le había dibujado en el cuaderno. Fue solo una mirada rápida entre ellos, pero en la mente de Catalina, esa mirada fue una amenaza silenciosa.
Esa tarde, cuando salieron del colegio, Catalina le dijo a Santiago:
—Oye... ¿tú y Daniela han sido algo más que amigos?
Santiago se detuvo. La pregunta lo tomó por sorpresa.
—No… o sea… no. Daniela y yo somos como hermanos. Hemos estado juntos desde siempre.
Catalina lo miró a los ojos, con una mezcla de ternura y duda.
—A veces siento que me gustas más de lo que tú me gustas a mí…
Eso lo desarmó. Santiago no sabía qué responder. Tenía apenas 13 años y el corazón hecho un enredo. Solo alcanzó a decir:
—Yo también estoy aprendiendo a sentir, Cata. No sé muy bien cómo hacerlo…
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Esa noche, al llegar a casa, Mateo notó algo raro en su hijo. Lo abrazó sin decir nada y lo llevó a la cocina. Mientras preparaban unas empanadas, Santiago soltó:
—Papá… ¿alguna vez dudaste entre seguir a tu corazón o a la lealtad?
Mateo sonrió con nostalgia:
—Todo el tiempo. Al principio creí que amar a Julián era traicionar lo que me enseñaron en casa. Pero entendí que el amor real nunca traiciona, solo revela lo que somos.
Julián, que escuchó desde la sala, se acercó y agregó:
—¿Estás dudando de tus sentimientos, Santi?
—Estoy confundido… siento que si me acerco más a Catalina, lastimo a Daniela. Pero si me alejo de Catalina, me lastimo a mí mismo.
Julián le puso una mano en el hombro.
—Hijo, el amor no es una carrera. Tómate tu tiempo. Catalina debe saber quién eres, no lo que crees que ella quiere que seas.
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Al día siguiente, Santiago le pidió a Catalina que caminaran juntos al salir del colegio. Le habló con honestidad, con miedo, pero con valentía.
—Yo quiero conocerte más, pero también necesito que entiendas que Daniela es parte de mi vida. No quiero perder a nadie. Solo quiero que esto… lo nuestro, si es que existe, comience bien. Sin miedos.
Catalina respiró profundo. Le tomó la mano.
—Entonces comencemos… sin presiones. Pero de verdad.
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Y así, en medio de dudas, de celos invisibles y conversaciones sinceras, Santiago empezó a construir algo nuevo. No un noviazgo aún, sino un lazo real, con cimientos de verdad.
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Editado: 27.07.2025