Santiago llevaba días pensando en cómo hacerlo. Quería que fuera especial, pero no cursi. Que fuera sincero, pero no torpe.
Mateo, al verlo tan pensativo en el comedor, le preguntó con una sonrisa:
—¿Vas a declararte?
—¡¿Cómo sabes?! —respondió Santiago, rojo como tomate.
—Porque tienes cara de “me va a dar un infarto, pero lo haré igual” —bromeó Julián desde la cocina.
Los dos papás lo animaron con todo el amor del mundo. Le contaron cómo Mateo fue quien dio el primer paso en su historia y cómo Julián lo miró como si fuera el único en el mundo cuando le dijo “sí”.
—No busques el momento perfecto, Santi —le dijo Julián—. Créalo tú.
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El día siguiente, Santiago invitó a Catalina al parque donde se conocieron. Era una tarde tranquila, con hojas secas en el suelo, y una brisa suave que movía las ramas.
—¿Me trajiste aquí para una charla seria? —preguntó Catalina, entre risas, mientras se sentaban en una banca.
—Sí… bueno, no sé si “seria”, pero sí sincera.
Santiago sacó algo de su mochila: una cajita pequeña de madera, hecha por él, con sus iniciales grabadas a mano.
Dentro, había una pulsera trenzada con hilos azules, rojos y amarillos. Los colores de Ecuador y Colombia. Un símbolo de su historia familiar y su propio corazón.
—Esto lo hice con ayuda de mis papás. Julián me enseñó a tallar la cajita. Mateo me ayudó con la pulsera.
Quiero darte esto… y preguntarte algo.
Catalina abrió los ojos con ternura.
—¿Catalina… quieres ser mi novia?
El silencio duró apenas dos segundos, pero a Santiago le parecieron años.
Catalina sonrió. Le tomó las manos.
—¿Sabes que me gustas desde la primera vez que dijiste una tontería en clase? Sí. ¡Sí quiero ser tu novia!
Santiago rió nervioso. Se abrazaron. Se sintió como volar, como saltar al vacío y caer en un lugar suave.
Un beso en la mejilla selló ese inicio. No fue apasionado, fue puro y lleno de verdad.
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Daniela los vio desde lejos. Se acercó cuando ya estaban de pie, tomados de la mano.
—¿Ya es oficial? —preguntó con media sonrisa.
—Sí —respondió Catalina, emocionada—. Ahora soy la novia de tu mejor amigo.
—Entonces lo cuidas, ¿sí? —dijo Daniela—. Porque si no, nos vemos en la salida.
Los tres rieron, abrazados.
Y así empezó una historia de amor real.
Una historia sin miedo.
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Editado: 27.07.2025