Un amor así T2

Cap 13: "Un día para recordar"

El cielo de Pasto estaba despejado, con un azul sereno que parecía bendecir el día. Era el día de la graduación universitaria de Santiago a sus 25 años, y el ambiente estaba cargado de emoción.

Julián planchaba con esmero la toga negra de su hijo mientras Mateo revisaba por décima vez que llevaran todo lo necesario: cámaras, invitaciones, pañuelos (por si acaso las lágrimas) y una sorpresa especial. Catalina ya estaba lista, con un vestido azul celeste, el cabello recogido y los ojos iluminados de orgullo.

Santiago salió de su cuarto con la toga puesta y el birrete torcido. Julián se lo acomodó con cariño y luego lo abrazó con fuerza.

—Pareces un ministro —bromeó Mateo, con una sonrisa cargada de emoción.

—¡El ministro del amor! —añadió Catalina entre risas.

La ceremonia fue en un auditorio elegante, lleno de familias, flores y aplausos. Cuando dijeron el nombre de Santiago:
“Santiago, Mención de Honor”,
los padres se tomaron de las manos. Catalina grababa todo con una sonrisa que no le cabía en la cara. Daniela, sentada junto a ellos, lloraba de emoción como si fuera su propia familia.

Cuando Santiago subió al escenario y recibió su diploma, levantó el birrete hacia el cielo. Y sin dudarlo, gritó con voz firme:

—¡Esto es por ustedes, papás! ¡Y por ti, Cata! ¡Gracias por enseñarme a creer en mí!

El auditorio estalló en aplausos. Julián y Mateo no podían contener las lágrimas. Todo el camino recorrido, todos los sacrificios, todos los abrazos nocturnos, las enseñanzas y los consejos, habían valido la pena.

Después de la ceremonia, se fueron todos a una comida familiar. En medio del almuerzo, Julián sacó un regalo para su hijo: una libreta con anotaciones y cartas que ambos habían escrito para Santiago desde que era niño. Cada página tenía recuerdos, anécdotas y mensajes de amor.

—Esto es tu historia, hijo. La escribimos con el alma —le dijo Mateo.

Santiago abrazó el cuaderno contra su pecho.
—Y yo voy a seguir escribiéndola —respondió con los ojos brillantes.

Aquella noche, cuando todos dormían, Santiago salió al jardín con Catalina. Miraron las estrellas en silencio.

—¿Y ahora qué sigue? —preguntó ella.

—Vivir —respondió él—. Vivir con lo que me enseñaron. Amar como me amaron. Y ojalá… algún día, ser el papá que fueron conmigo.

Catalina lo besó en la mejilla, y él la tomó de la mano.
La historia de amor de Julián y Mateo seguía latiendo, ahora, en el corazón de su hijo.




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