Catalina miraba su reflejo en el espejo mientras se acariciaba el vientre. No tenía mucha barriga aún, pero sabía que allí dentro crecía una vida que cambiaría todo. Santiago entró en la habitación con una sonrisa traviesa, trayendo una caja con cosas que había comprado en secreto: baberos, un osito de peluche y un pequeño body con la frase “Hijo de un gran amor”.
—¿Qué es todo esto? —Catalina preguntó riendo.
—Nuestro comienzo como familia —respondió él, besándole la frente.
Desde el descubrimiento del embarazo, la familia se había volcado en cuidarla. Julián y Mateo se reían emocionados pensando en que serían abuelos. Mateo incluso ya planeaba una cuna personalizada con tallado a mano, mientras Julián tejía (o al menos lo intentaba) unas botitas diminutas.
Daniela, que se había convertido en su confidente más cercana, acompañaba a Catalina a cada chequeo médico y le hablaba al bebé por la pancita como si ya pudiera escucharla. —Vas a tener a la mejor tía del mundo, ¿sabes? —decía con dulzura.
Los días se llenaron de detalles: elegir el nombre, pintar la habitación con tonos suaves, escuchar canciones para bebés y recordar con nostalgia todo lo que los abuelos habían vivido antes. Santiago Jr. ya tenía nombre. Lo decidieron juntos en una tarde tranquila, sentados en el parque donde se habían besado por primera vez.
—¿Y si se parece a ti? —Catalina preguntó.
—Entonces será terco, pero muy leal —respondió él.
—¿Y si se parece a ti?
—Entonces será valiente, dulce… y capaz de amar sin miedo.
El capítulo termina con una escena íntima: una noche de lluvia suave, con Santiago abrazando a Catalina mientras escuchaban los latidos del bebé a través del doppler casero. Una nueva generación estaba por llegar, y el amor seguía su curso como un río que nunca deja de fluir.
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amor familiar y crecimiento, juventud y descubrimiento, romance y aceptación
Editado: 27.07.2025