Un amor así T3

Cap 9: El peso de la diferencia

El regreso de Mariana a casa luego de su aventura en El Origen la dejó pensativa durante varios días. Su cabeza era un torbellino de emociones: amor, esperanza, ansiedad… y miedo. Cristian, a pesar de tener solo cinco años más que ella, vivía una vida distinta, una madurez distinta. Eso no cambiaba lo que sentía, pero lo volvía más complicado.

Una tarde, en su habitación iluminada por la tenue luz que se colaba entre las persianas, Mariana volvió a abrir los diarios de Julián y Mateo. Estaban en una sección donde hablaban de cómo, en su tiempo, también sintieron que el mundo estaba en su contra. “Lo importante no fue cuántas veces dudamos, sino que nunca dejamos de intentarlo”, escribió Julián en tinta azul. Y eso la conmovió.

Cristian, por su parte, también vivía una batalla interna. Aunque amaba a Mariana, no quería que ella sufriera por su culpa. Ya habían comenzado los murmullos, los mensajes anónimos en la red y hasta una carta enviada a su lugar de trabajo cuestionando su “relación inapropiada”. Aunque nada era ilegal —pues Mariana tenía ya 15 años y en su país la edad mínima de consentimiento era respetada con ciertas condiciones—, el juicio social era implacable.

Un día decidieron verse en el Parque de los Lirios, uno de sus lugares secretos. Cristian estaba visiblemente preocupado, mientras Mariana trataba de mantener la calma.

—Cristian… ¿estás bien? —preguntó ella, sosteniéndole la mano.

—Estoy… confundido, Mari. No por lo que siento por ti, eso lo tengo claro. Pero me da miedo que esto nos rompa por dentro antes de siquiera florecer.

—¿Y si en vez de tener miedo… caminamos con él? Como hicieron mis tataratatarabuelos. Como hicieron Santiago y Catalina. Como hizo mi abuelo. El miedo nunca se fue, pero el amor fue más fuerte.

Cristian la abrazó, apretándola contra su pecho. En ese momento sintió algo que hacía años no sentía: alivio.

Al día siguiente, Mariana llevó a cabo un pequeño gesto valiente. En clase de Historia y Sociedad, cuando discutían sobre “relaciones cuestionadas”, levantó la mano y habló con claridad:

—¿No sería más útil enseñar a las nuevas generaciones a no juzgar, en vez de enseñar a temer lo diferente?

La clase se quedó en silencio, incluyendo a su profesor, que no supo qué decir de inmediato.

Más tarde, Mariana se grabó diciendo esa frase y la subió a una red virtual donde muchos jóvenes compartían reflexiones sociales. En pocas horas, su video tenía miles de vistas.

Pero no todos lo celebraron. En una oficina fría, decorada con cuadros antiguos y diplomas, una mujer de cabello oscuro y mirada calculadora ajustó sus gafas al ver el video.

—Así que ella es Mariana… —murmuró la abogada Jessica Robayo, mientras sonreía con frialdad—. Hora de poner las cosas en su lugar.

Esa noche, sin que nadie lo supiera aún, la tormenta comenzaba a formarse.

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