📍 Año: 2230
🎥 Ambientación: Casa de Mariana y Cristian, un atardecer cálido en Pasto.
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Narrador:
El tiempo había pasado con la paciencia de los árboles. Y sin embargo, allí estaban, firmes como raíces que se negaban a morir. En una vieja casa adornada con recuerdos de generaciones, Mariana (83 años) se sentaba junto a Cristian (87 años) frente a la ventana. El sol se ocultaba entre las montañas, como si cada atardecer fuera una pequeña despedida... y una promesa de que la vida continúa.
Mariana miró un retrato enmarcado: Julián y Mateo, tomados de la mano en su segunda boda, sonriendo con la certeza de haber amado bien. Cristian le tomó la mano con suavidad, sus dedos ya arrugados, pero aún cálidos.
—¿Sabes qué he estado pensando, Mari? —dijo él, rompiendo el silencio—. Que el amor no se mide en años, sino en lo que deja… Mira todo esto. Todo lo que vino de ellos.
Mariana sonrió.
—Y pensar que todo comenzó con un beso en un puente olvidado entre Tulcán y Pasto…
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[Escena 2 – Casa de Isabella, esa misma noche]
Isabella (36) discutía en voz baja con Emmanuel, su esposo. Sus ojos ya no brillaban como antes. Los gritos, aunque amortiguados por las paredes, retumbaban en el alma de sus hijos.
Valentina (16) abrazaba a Nicolás (14) en su habitación.
—¿Siempre pelean así? —preguntó Nicolás con voz temblorosa.
—Casi siempre —susurró Valentina—. Pero tranquila, Nico. No vamos a rompernos.
Valentina había heredado la fortaleza de su madre, aunque aún no lo sabía.
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[Escena 3 – Casa de María Paz y Luisa]
En otra parte de la ciudad, María Paz (hija de Mariana y Cristian) y Luisa preparaban una cena sencilla. David (33) llegaba del trabajo, y aunque la familia aparentaba tranquilidad, algo flotaba en el aire: la tensión, la preocupación por Isabella… y por el futuro.
Luisa susurró a María Paz mientras lavaban los platos:
—Isabella no está bien. Lo veo en su cara… y lo escuché. Emmanuel la está apagando.
—Lo sé —respondió María Paz con firmeza—. Pero no vamos a dejar que la historia se repita.
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[Escena 4 – Noche en la casa de Mariana]
Cristian se había dormido. Mariana caminó por el pasillo en penumbra y se detuvo frente a un viejo baúl. Dentro, cartas antiguas, fotos, incluso un mechón de cabello guardado en una cajita de madera. Todo pertenecía a los que ya no estaban.
Sacó un sobre con letra cursiva. Era una carta escrita por Julián, el ecuatoriano que cambió la historia de su familia.
> "Si algún día lees esto, que sepas que el amor nunca se extingue. Se transforma, se esconde en la risa de un hijo, en el abrazo de una abuela, en la lucha de una madre. No tengas miedo al amar. Es lo único que trasciende la muerte."
— Julián
Mariana cerró los ojos, respiró profundo
y murmuró:
—La historia no ha terminado, Mateo. Julián... sigue viva en nosotros.
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Final del capítulo 1
🌅 "Raíces que no mueren" nos recuerda que los legados no se entierran… florecen.
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