Un Amor Así T4

Cap 13: Hijos del legado

Era una tarde templada en Bogotá, el viento soplaba con calma mientras la familia se reunía en la casa de Julián Esteban. No era una ocasión especial, pero todos sentían que algo diferente flotaba en el aire. Isabella, aún sanando lentamente de su separación con Emmanuel, se había refugiado en el cariño de sus hijos, de su madre María Paz, y del sabio silencio de su tío Julián Esteban.

Mientras tanto, David, su hermano menor, se había convertido en un hombre reflexivo y protector. A sus 33 años, se sentía el guardián silencioso de su madre Luisa, quien con María Paz habían criado una familia sólida y llena de amor. Esa tarde, David tomó la palabra.

—Todos tenemos heridas —dijo en voz baja—. Pero también tenemos raíces. Yo... me he preguntado muchas veces qué harían Julián y Mateo en momentos así.

Un silencio reverente se apoderó de la sala. Esa frase, tan poderosa, se había vuelto una suerte de guía secreta para muchos en la familia.

Isabella, con la mirada baja, musitó:

—Yo me lo pregunto cada mañana.

Entonces, Valentina, con sus 16 años, habló sin miedo:

—Harían lo correcto. Aunque duela.

Su hermano Nicolás, de 14, asintió con seriedad.

—Y seguirían adelante... sin miedo a amar.

En ese momento, Eva, que había llegado de Medellín junto a su pareja Sebastián, tomó la mano de su prima Isabella y la apretó con firmeza.

—Lo importante no es si alguien nos falló. Lo importante es que no dejemos de creer en lo que somos capaces de sentir.

Sebastián, que hasta entonces había sido más espectador que participante, agregó con una voz grave y serena:

—El amor no se rinde. Solo evoluciona. A veces con dolor, pero también con esperanza.

El ambiente se suavizó. Liliana y Julián Jr, los hijos de Julián Esteban, sirvieron café caliente. Era como un ritual: el compartir en familia era un refugio.

Isabella miró alrededor. Su hija mayor, Valentina, la abrazó con fuerza. Valentina y Nicolás se sentaron a su lado.

—Mamá —dijo Nicolás con una madurez sorprendente—, tú eres valiente. No porque no llores... sino porque decides seguir adelante.

Ella sonrió. Una lágrima silenciosa se deslizó por su mejilla. No era de tristeza. Era de gratitud.

Al final del día, cuando la mayoría ya se despedía, Isabella le dijo a Julián Esteban mientras lavaban las tazas:

—Gracias por recordarme que vengo de un amor así.

Él le respondió con una sonrisa suave, parecida a la que Mateo solía tener, según las viejas fotos.

—Tú eres parte de ese amor, Isabella. Nunca lo olvides.

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