Leonardo
Siempre he sido analítico, nunca hago las cosas por instinto, pero esta chica me supera y me hace hacer cosas que jamás he imaginado, como andar robando besos, por ejemplo.
Sus labios, a pesar de lo que yo creía, son carnosos y suaves, al principio ella no reacciona, pero después me da permiso y abre la boca para que nuestras lenguas comiencen a batallar una contra la otra.
Un duelo de voluntades que ninguno quiere perder.
Estábamos tan entretenidos que nos olvidamos de todo: de Cimeron, del hecho de que estamos en un auto y del montón de automovilistas que nos insultan por tapar una vía principal.
Soy un chico de relaciones serias, no me van mucho los rollos de una noche, las pocas chicas que he tenido el placer de conocer más allá de una amistad me han decepcionado de una manera inimaginable.
Debo decirlo, casi siempre me voy por los buenos modales y las caras bonitas, os digo que esas son las peores.
La pixie desde el principio me dio mala impresión, con su lenguaje, sus malos modos y todas esas cosas que seguramente una chica decente no haría, quizá es eso lo que me cautiva tanto.
Podría seguir divagando toda la madrugada sobre lo mucho que me confunde esta niña, pero siento un dolor intenso en los labios que me hace regresar a la realidad.
¡La desgraciada me ha mordido!
—¡Estas loca! —gritarle fue mi primer impulso ¿pero quién se ha creído? Ni mis antiguas novias eran tan salvajes.
—¿Acaso tus lindos labios no aguantan una simple mordida? —Condenada.
—¿Acaso tú no pudiste aguantar estos lindos labios? —¡Ja! Yo tengo la última palabra pixie.
Vi su rostro ponerse rojo, parece una fresa, de lo colorada que está.
—¡Vete a la mierda! ¡Y lárgate de mi coche!
—¡Liv! —Cimeron parece avergonzado, yo también lo estaría si mi hermana hiciera esas cosas.
—Descuida amigo, de mejores lugares me han corrido.
Esta noche ha sido demasiado movida para mí.
(...)
—¿Fuiste? —fue lo primero que escuché al despertar.
—Yo estoy bien, gracias por preguntar —le contesté con sarcasmo a mi dulce hermana, si bien me divertí con mi nuevo amigo, la nochecita entre la comisaría y la pixie terminaron jodiendolo todo.
Ella me ignoro y se centró en lo que le importaba.
—¿Pudiste conocer a Mochomo?
—Claro hermana, mientras nos tomaban las huellas dactilares ¿no te jode?
—¡¿Te atraparon?!
—¡Joder enana! Baja la voz, no quiero que todo el suburbio se entere de mis andanzas por tu culpa —vi como trato de abrir la boca— Y no Valeria, no conocí a tu galán en turno, pero por las referencias que me dieron, solo te voy a decir que la palabra delincuente le queda corta.
Ella hace un puchero, pero la ignoro, bastante tengo con el labio inflamado a causa de la mordida de la loca.
—¿Qué te pasó? —pregunta con curiosidad— ¡¿Follaste?! —grita e inmediatamente la callo.
—Por Dios Valeria, ten algo de decoro y no, no tuve sexo con nadie.
—Eres un aburrido.
—Una palabra más y les digo a papá y mamá sobre tu "amigo".
Con eso la tuve callada mientras me cambiaba para ir a la universidad.
(...)
Esto no es de Dios, cuando no la ando buscado, aparece y cuando realmente la necesito ¡brilla por su ausencia!
—Me dijeron que me estabas buscando ¿buscas repetir lo de anoche? —No sé si fue su tono sugerente o su repentina aparición lo que me hizo saltar como si me hubieran prendido fuego.
—¡¿No sabes llegar de forma sutil?! ¡Casi me matas de un infarto!
—¿Quién te entiende? —bufo— En fin ¿Qué quieres?
Saque de mi mochila un fajo de billetes.
—Toma, por lo de anoche.
—¡Guarda eso por Dios! Se puede mal entender santurrón y no quiero dinero tuyo.
—En primera, la única que lo mal entiende eres tú con tu mente de coladera y en segunda, no quiero deberte nada.
—No me interesa el dinero —murmura— Te saque de ahí por mi hermano y fin del asunto, no vuelvas a mencionar esto aquí ¿entendiste?