Un Amor Contra El Destino

Capítulo 7—Realmente existe?

Los días transcurrían en una órbita suave y predecible junto a él. El roce de su mano, la cadencia de su voz; todo era un ancla contra lo desconocido. Pero, a pesar de la solidez de mi relación, las señales del otro lado se hicieron mucho más intensas, reclamando mi atención con una urgencia que ya no podía sofocar. El velo entre los mundos se estaba volviendo delgado y frágil.

Cada noche, el mismo sueño me envolvía sin falta, con una claridad vívida que se sentía más real que la vigilia. Era un bosque indómito, antiguo, poblado por árboles colosales que tejían una oscuridad protectora. Sentía que los árboles susurraban mi nombre en una lengua ancestral. Y, más allá de la arboleda, siempre veía las Tanzis: cimientos flotantes de piedra pulida sobre los que se posaban palacios plateados y hermosos, con una arquitectura que desafiaba la gravedad. Al despertar, aunque el recuerdo se desdibujaba, la palabra Tanzis permanecía en mi mente, punzante y rotunda.

Si yo era la persona que analizaba cada gesto y cada silencio, no podía ignorar un nombre tan específico. ¿Era una señal? ¿Un lugar real? Me armé de valor y, sin contarle a nadie mi motivación, pasé varias tardes en la biblioteca de la universidad, rastreando bases de datos, mapas antiguos y textos olvidados. No encontré nada, ni una mención, ni una leyenda que cuadrara con la imagen de las ciudades flotantes. La frustración crecía; mi mente lógica chocaba contra este muro de misterio, sintiendo rabia de no poder encontrar el sentido.

Y fue en una tarde, regresando a casa, cuando la luz que tanto me había acechado finalmente se negó a desaparecer. Sentí el aire volverse instantáneamente denso y pesado a mi alrededor, como si la atmósfera se hubiera llenado de agua tibia. Un brillo extraño, de un color antinatural, mercurial y plateado, cruzó fugazmente mi camino. Esta vez, permaneció flotando frente a mí: una luz tenue que vibraba en el aire con una cadencia suave, casi respirando.

Esta vez, el miedo primitivo fue superado por la urgencia de la respuesta. Ya no podía vivir en la negación. Avancé, obligando a mis pies a moverse. Con extrema cautela, extendí la mano, sintiendo la extraña energía que emanaba, y que herizaba mi piel con electricidad antes de tocarla.

En lugar de desvanecerse, la luz reaccionó. Se intensificó, latiendo como un corazón gigante. Justo en el momento en que mis dedos estuvieron a punto de rozarla, la luz colapsó en sí misma y se disparó directamente hacia mí, sin darme tiempo a reaccionar. No sentí dolor, sino una invasión: una ráfaga de información se precipitó en mi conciencia, tan fría y rápida como un chorro de agua helada. Vi imágenes fugaces: cielos nocturnos sin luna, símbolos que ardían con luz violeta, y una figura alta y esbelta que me miraba con una expresión de urgencia y profundo anhelo.

Me desplomé en el pavimento, jadeando. La luz se había ido, pero la sensación persistía: no solo era observada, sino que ahora algo, o alguien, me había tocado. Lo que entró en mí no era una respuesta clara, sino una sola palabra, una única y rotunda certeza que resonó en el silencio atardecer: Recuerda.

La normalidad se había roto. Ya no había vuelta atrás. La perfección de mi vida, ese refugio que había construido, se había roto por un golpe directo del destino. Sentía que mi cuerpo, mi mente y mi alma estaban a punto de cambiar, sentía como que algo que había estado buscando hace mucho tiempo, finalmente lo había encontrado, aunque no supiera porque, cuando o que era. Solo sabia que la acción, justo ahora, empezaba.




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