Un Amor Contra El Destino

Capítulo 9 — ¿Y si todo se destruiría?

Salí de la luz con la misma sensación de ingravidez que me había acompañado en la Grieta, pero al tocar el asfalto mojado de la calle, la gravedad de mi vida se reinstaló de golpe. El aire se sentía pesado y contaminado después del cielo puro de amatista. Me apoyé en la pared de ladrillos para recuperar el aliento y la conciencia de mi entorno. Eran las ocho de la noche. Había pasado una eternidad, un día entero de emociones intensas, pero en el mundo de Alex solo habían transcurrido dos horas desde que salí de la universidad.

Me obligué a caminar con la naturalidad de alguien que regresa de una tarde normal de estudios. Cada paso se sentía como una traición.

Abrí la puerta del apartamento y el olor a café recién hecho me golpeó. Era el aroma de la normalidad, la evidencia de que Alex me había estado esperando. Lo encontré en la cocina con la cena lista. Llevaba una camiseta desgastada y unos pantalones anchos, lo que siempre se ponia despues de llegar a casa.

Él tenía su laptop abierta sobre la barra de la cocina, las cejas ligeramente fruncidas por la concentración que aún no lograba desechar. Al verme, su rostro se iluminó con esa familiaridad incondicional que antes era mi refugio, y ahora era mi condena.

—Ahí estás, por fin —dijo, cerrando la laptop con un golpe suave. Me miró de arriba abajo, su sonrisa se hacía más amplia—. ¿Tarde de biblioteca intensa? Te ves... algo distinta.

—Sí, mucho que leer —mentí, sintiendo el ardor de la culpa en la garganta. Evité su mirada. ¿Cómo podía contarle que mi mente estaba saturada con visiones de castillos flotantes y que la mano que aún sentía en la mía no era la suya?

Alex se acercó, pero se detuvo. Había una fisura imperceptible entre nosotros, un nuevo espacio que no se atrevía a cruzar.

—Llegué hace media hora. Quería que cenáramos juntos, hice pasta con pesto, tu favorita. La semana fue una locura en la oficina, pero ya estoy aquí, en paz.

Escucharlo hablar de la paz que encontraba en nuestro hogar y su rutina me hizo sentir como si estuviera a punto de colapsar. En su voz no había reproche, solo la certeza de un futuro que yo sabía que estaba dinamitando con cada hora que pasaba en la Grieta.

—Gracias, amor. Me muero de hambre —respondí, logrando que mi voz sonara casi normal.

Me senté en el taburete mientras él servía la bebida. Lo observé: sus gestos eran conocidos, su cabello oscuro estaba ligeramente revuelto, y el cansancio de su jornada se suavizaba al estar en casa. Él era mi ancla terrestre, el hombre que no exigía explicaciones complejas, solo amor simple y honesto.

—¿Qué tal tu día, cómo te fue en el trabajo? —pregunté, forzando una conexión.

—Lo mismo de siempre —respondió, encogiéndose de hombros—. Presentaciones, plazos... lo de siempre. Solo un día más. Pero ahora estoy aquí. ¿Te apetece ver esa película que querías?

Su simplicidad, su absoluta confianza en la normalidad de nuestro mundo, era el muro contra el que chocaba la verdad. Me había dado mi cena, mi espacio, su tiempo, y yo solo podía pensar en la textura irreal de la mano del Guía y la promesa en la playa etérea, no era que me gustaba, solo era una conexión extraña que me hacía sentir la nesesidad de estar con él.

Mientras Alex se inclinaba para besarme en la frente, sentí su aliento cálido, familiar, y cerré los ojos, deseando con toda mi alma poder pensar solo en un mundo. Su beso fue un recordatorio dulce y terrible de lo que estaba a punto de desiqulibrar, tenia miedo, miedo de que esa nesesidad de ver al Guia se transformara en algo mas profundo.

La dualidad era insoportable. Él estaba allí, en la sala con la comida, esperando la película y la intimidad de siempre, y yo estaba a miles de universos de distancia, con la palabra "Recuerda" resonando aún en mi conciencia. La cuerda de equilibrio, definitivamente, presentia que no iba a durar mucho más.

Fui hacia a él, a mirar la pelicula que hace mucho tiempo estabamos esperando a que saliera. Asi hasta que la pelicula llego a su fin, una pelicula de dos parejas unidas que vivian aventuras divertidas y emocionantes, sin obstaculos, ni portales, ni voces ni verdades ocultas. Una historia simple. Y con nuestras mentes agotadas por todo el cansancio del día, finalmente, nos fuimos a dormir, con la tregua incierta de la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.