Un Amor De Chocolate

Orfanato

ALICE

El día había llegado y junto con él los problemas golpeando su puerta. La luz del amanecer la despertó unos segundos antes de que lo hiciera la directora entrando violentamente a su dormitorio.

Su acostumbrado malhumor no era novedad para la niña de 12 años que aún yacía en lo que podría llamarse cama. 
-¡Arriba holganzana! ¿Acaso crees que la comida es gratis? ¡Hay mucho por hacer!

Luego se fue. La señora de negro le decían a la directora que parecía tener alergia a los niños y a los jóvenes ya que vivía infestada de malhumor.

Alice suspiró profundo y abandonó la cama para ir al baño a lavarse. En quince minutos estuvo lista para servir el desayuno a los más pequeños. Los que tenían desde 11 hasta los 14 años debían ayudar en el orfanato.

Una vez transcurrido ese tiempo si o si debían irse, ya que la ley no autorizaba seguir manteniéndolos.

Alice prefería no pensar en lo que haría o sería de ella dentro de dos años cuando cumpla los 14 años. A su edad sentía que la condena estaba cada vez más cerca.

Suspirando apesadumbrada sujeto la gran olla y tomando el cucharon fue pasando uno por uno en la larga mesa sirviendo la leche o lo que parecía ser leche. Alice al ver aquella sustancia viscosa tenía sus dudas.

Media hora después todos los niños estaban sentados en sus respectivos asientos. Ella tenía que esperar junto a los más grandes, que todos los pequeños acabasen de desayunar y levantar las mesas, lavarlo todo para recién poder desayunar ellos.

En verdad era algo agobiante y agotador pero no le quedaba otra.

Ese lugar era el verdadero infierno donde prevalecía la ley del más fuerte, y aunque ella era una de las más fuertes entre las chicas, nunca se hubo aprovechado de ello como sucedía con otros chicos y chicas.

Incluso se culpaba de faltas que ella no cometía para encubrir a los mas débiles y pequeños.

Esa día había despertado con un pésimo humor debido al castigo que recibió el día anterior injustamente. La más terrible de las chicas la había inculpado frente a la directora sobre el robo de un paquete de pan dulce.

Recibió veinte latigazos sin poder evitarlo y todo porque esa chica, la odiaba en verdad. Todavía le dolía la espalda aunque debía cumplir con sus responsabilidades y sin chistar o volvería a ser castigada. Simplemente odiaba su vida.

Era la única rubia de ojos celestes de todo el orfanato y por tal razón las demás chicas la envidiaban y odiaban, mientras que los varones la deseaban, pero ella sabía distinguir a la lujuria detrás de cada linda palabra.

Todo tenía un doble sentido y eso lo tuvo que aprender por las malas. Cerró los ojos y sacudió la cabeza intentando eliminar aquellos nefastos momentos vividos.

Cuando acabó el desayuno debía empezar a limpiar los pisos junto con los demás chicos mayores. Pero su rival se hubo ocupado de romper algunos elementos de limpieza, asegurándose de que sean los únicos que quedasen para ella dificultándole aún más el trabajo.

Aquello colmó su paciencia. Hecha una furia fue en busca de esa basura morena para darle su merecido. Estaba metiéndose con ella muy seguido maldita sea.

La encontró riéndose junto a los demás chicos que debían limpiar. Ciega de furia se le abalanzó dandole un fuerte golpe en pleno rostro ante la atónita mirada de los demás.

- ¡Maldita! ¡Aprenderás a no meterte más conmigo! - rugía golpeándola desde el suelo pero dos de los espectadores sujetaron a Alice alejándola de la jóven caída. - ¡Sueltenme maldita sea! ¡Te arrepentirás el haberme provocado! ¡Sueltenme!

Pero las palmas de la directora detuvieron la pelea de golpe. Soltaron a Alice al instante quien, furiosa, rugió mirándola:

- ¡Ésta vez no me culpes a mi!¡No fuí yo! - Señaló a su rival que apenas se mantenía en pie - ¡Esta basura se metió conmigo varias veces!
- Alice, compórtate -- fue la tajante respuesta de ella, y recién la niña lo vió.

Apareciendo detrás de la directora para colocarse a su lado, un hombre de blanca piel, negros y sedosos cabellos, oscuros ojos azules. Vestía un elegante traje negro con tapado y galera negra.

Sostenía un finísimo bastón en su mano derecha con el tallado de una plateada serpiente. El recién llegado le clavó la oscura mirada y sonrió divertido. 
- El señor Von Fisher vino a verte y planea adoptarte - prosiguió la directora.
- ¿Qué?

Alice y los demás chicos quedaron en una pieza tras oír aquello, ya que las adopciones eran muy escasas y pasados los 11 años directamente inexistentes.

Pero Alice le clavó la mirada al extraño y tras levantar una ceja se cruzó de brazos diciendo:
- ¿Por qué haría tal cosa? Aquí hay niños que bien podría elegir ¿cierto?

-¡Alice! - dijo la directora roja de la vergüenza.
-¿Por qué a mí? 
- Porque así se decidió - fue la simple respuesta del señor Von Fisher - Bien, termina con ésto porque partiremos cuanto antes. - Le dijo a la mujer.

Así Alice fue conducida a su habitación donde la obligaron a bañarse mega bien como si quisieran arrancarle la piel. Aún tenía las cicatrices del castigo de ayer por lo que acabó muy adolorida.

Le dieron las mejores ropas que tenían y una hora después se despedía de todos.

No era que ella sintiera deseos de despedirse, porque nunca se sintió a gusto en ese lugar ya que era vivir en un continuo infierno. Por tal razón ni se molestó en saludar a nadie.

El carruaje que afuera los esperaban era súper lujoso, al punto que dejaron a la niña con la boca abierta. Los caballos tenían un porte finísimo.

Era más que evidente que el señor Von Fisher era muy pero muy rico. Le recordó cuando aún vivía junto a su madre.

Aquel recuerdo la volvió a golpear. Suspiró hondo dejándose conducir por ese extraño, quien le abrió la puerta y la miró con una sonrisa.

Sin mostrar emoción alguna, Alice entró seguido del extraño y se pusieron en marcha.




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