IAN
Esa noche salí al escenario luego de hacer ciertos retoques a mi disfraz. La música empezó y segundos luego aparecí en escena. Fuí danzando tal como lo había ensayado miles de veces.
Me fuí dejando llevar por el ritmo sintiendome uno con la música, intentaba no pensar dónde me encontraba realmente y quienes eran los clientes que me miraban.
Nunca en mi vida me sentí tan humillado como en los momentos en que subía al escenario con tan poca ropa, y aunque tenía una excelente peluca y gran maquillaje, que cubría mi rostro para ocultar mi identidad, lo cierto era que yo mismo sabía quién era y que en realidad me estaba vendiendo al mejor postor. Eso me repugnaba.
Pero ¿qué más podía hacer? ¿A quién podría recurrir siendo mi propio padre quien me hecho de la casa por seguir el consejo de la ponzoñosa víbora con quien se habia casado?.
Era ésto o la calle siendo violado por cualquiera y quién sabe qué más.
Cada vez que bailaba en el escenario miraba un punto fijo frente mío por encima del público centrando mí mente solo en el baile. Al menos ésto sí sabia hacerlo bien. Aquello que duraba unos minutos para mí siempre fue una eternidad.
Cada vez que acababa el público me aplaudía gritando mi nombre artístico. Por unos segundos quedaban hechizados por mi sensual danza que los impulsaba a querer mis servicios posteriores al escenario, pero ahí entraba Nathan y los demás con las mismas respuestas
"Escarlata no recibe clientes. No insista"
Esa noche bajé del escenario y como siempre me dirigí al camarín donde me cambié, me vestí sintiéndome al fin yo mismo. Tenía ropas.
Pero Nani, el brazo derecho de Nathan, entró momentos después diciéndome que había un cliente que quería verme. Aquello me molestó, ya que sabían perfectamente mi respuesta, pero Nani insisitió pese a mi negativa.
Maldita sea, no me dejó otra opción, pero solo iría a conversar. Con malhumor sali del camerín, llevaba puesto un pantalón negro y una camisa azúl. Aún tenía mi peluca roja y el maquillaje.
Al salir me lo señaló, era un jóven de rojos cabellos y ojos turquesas con sombras negras a su alrededor. Vestía un elegante traje marrón oscuro, su mirada no me gustó ya que se veía entre loco y pervertido.
Apreté mis labios y le lancé una mirada asesina a Nani quien me sonrió haciendome ver el bulto de sus pantalones cargados de billetes. Busqué instintivamente a Nathan con la mirada pero no lo encontré. Suspiré hondo y me dirigí al cliente en cuestion.
Él me miró con avidez, mientras me sentaba en la silla frente suyo. Lanzó un suspiro de alivio que no supe cómo interpretar limitándome a levantar una ceja.
Era jóven, parecía ser un poco mayor que yo pero poco. Si debo ser sincero tenía muy buena pinta y se veía más elegante que los demás clientes del lugar.
Sin embargo habia algo en él que no me gustaba, que me incomodaba sobremanera.
— Me dijeron que querías hablarme — dije para romper el hielo a lo que él asintió — ¿Y bien? ¿Cómo te llamas?
— Fausto.
— Extraño nombre.
— No tanto como el tuyo...Escarlata. Dime ¿eres real?
— No, soy un producto de tu imaginación Fausto. ¿Me invitarás un trago al menos? Sabes que no recibo clientes.
— No hay problemas.
Así momentos después estabamos tomando un trago ambos, pero yo seguía alerta ya que ése sujeto me despertaba desconfianza.
Conforme fue pasando los minutos supe que tenía 18 años y acababa de heredar la fortuna familiar. Se hubo criado solo con su tío ya que sus padres y hermano murieron en un accidente tiempo atrás, quedando sólos él y su hermana.
Niño rico acostumbrado a tenerlo todo, no entendía el significado de la palabra no. Eso me repugnaba.
— Entonces — dijo finalmente tras casi una hora de charla — ¿Cuánto cobras por ser mío exclusivamente durante toda la mágica noche? — Aquello me lo vomitó con su expresión más pervertida.
—¿Cómo dices? — aún no podía creer lo que acababa de oír.
— Vamos todos ustedes tienen un precio ¿o no?
— Yo no — dije molesto.
— Decías no recibir clientes pero me puse con mucha plata y aquí estás.
— ¿Disculpa? A mí no me pagaste nada, se la diste al mozo. Pero la respuesta sigue siendo la misma — me levanté de golpe — No acepto clientes.
Cuando quise irme él me sujetó fuertemente. Era más que evidente que estaba tan acostumbrado a tener lo que sea que él desease, que no entendía una negativa. Pero yo no iba a ceder ante semejante psicópata.
— No te irás al menos que te lo ordene Escarlata.
— Sueltame.
— Nunca, eres mío.
— No, sueltame.
Me coloqué de pie bruscamente empujándolo. No me importaba nada que no sea alejarme de él y me dirigí adentro. Fausto me siguió mientras rugía, pero no le presté atención. Nathan había visto esto y detuvo al lunático.
Al entrar en territorio seguro fuí en busca del imbécil de Nani y tras empujarlo furioso rugi:
— ¡Devuélve ese maldito dinero a su lunático dueño! ¡Maldito! ¡Devuélvelo o no respondo!
— ¿Por qué? Tienes a todos babeandose por tí pero te haces el exquisito.
— ¡En ese caso sube tu al escenario y desnúdate en un baile! Pero a mí no me jodas
— Basta.
Nathan intervino y Nani se calmó, no así yo. Estaba alterado. Nathan permitió que Nani conserve la plata pero le pidió reservas.
— No quiero recibir clientes, menos si es ése sujeto. ¡Está loco!
Varios días pasaron y Fausto siguió llendo al club, de hecho iba todas las noches y para mí pesar había veces que me veía obligado a tomar una copa con él y soportar sus manoseos aunque los trataba de esquivar.
Nathan cedía a medias las exigencias del lunático al dinero. Aquello era sabido ya que en éste mundo el dinero mueve todo. Una noche salí del escenario y me perdí en el camerín con los nervios de punta, ya que sabía que Fausto acabaría saliéndose con la suya y terminaría comprándome a Nathan para tener sexo conmigo.