Un Amor De Chocolate

Ahogando Mis Penas

ANTHONY

No quería salir de la ducha, por más que me resfregaba la piel nada lograba. Por dios. Allí estaba su aroma impregnandome al completo.

Bajo la ducha no paraba de llorar, sentía asco. Encima me dijo que volvería a mi por mucho más. No soportaría sentirlo dentro mío. Algo tenía que hacer ¿Suicidarme?

La repentina imagen de Gabriel invadió mi mente, logrando calmarme un poco. Valía la pena permanecer en éste mundo por alguien así.

Pero me seguía sintiendo sucio. Pasé horas allí hasta poder calmarme. Cuando salí pedí directamente el almuerzo. Me acerqué a la  chimenea que estaba encendida. La comida había llegado. Tenía puesto una salida de baño unicamente.

El calor me reconfortaba, pero la angustia seguía en mí. Concluida la comida llamé para que se llevasen el carrito. Al quedar solo, otra vez, respiré profundo.

Allí me sometió el maldito de Mefis dos veces. Maldita sea. No soportaba seguir con esos recuerdos, sosteniendo la copa de cristal la arrojé a la pared donde se hizo añicos.

Me desesperaba aquello, por dios. Estaba destinado a ser violado todas las noches y las madrugdas por ese maldito enfermo.

Volvía a llorar, me arrojé al suelo golpeando la alfombra con fuerza. ¿Por qué tenía que pasarme eso a mí? ¿Por qué?

— Gabriel — murmuré intentando calmarme, solo alguien como él conseguía devolverme a la cordura.

Cuando estuve un poco más tranquilo, me vestí todo de negro al completo y me fuí. Sin mirar a nadie me senté en una de las mesas más apartadas y pedi una botella de champan.

No sé cuánto tiempo estuve allí pero fuera empezó a llover. Bebía sin parar, quería olvidar por dios. Me acabé la botella entera y pedí otra.

Estaba casi a la mitad de la segunda botella de champan, cuando Gabriel llegó parandose frente de mí. No me sentía nada bien y sé que él lo supo.

— Anthony ¿qué sucede? 
— Sientate Gabriel. Si no sientes asco por mí, sientate conmigo.

Gabriel así lo hizo, se veía muy preocupado. Eso solo lograba angustiarme más. Porque era un imposible para mí. Me angustiaba.

Seguía bebiendo intentando ahogar mis penas, pero él me quitó la copa y la botella en un determinado momemto.

—Oye — protesté
— Ya bebiste suficiente Anthony.
— No, no es cierto.

— No bebas más Anthony.
— Me violó Gabriel....y lo hizo dos veces.
—¿Qué?

Gabriel me miraba con asombro y yo empezaba a lorar sin poder evitarlo. Pero me sequé las lágrimas con furia. Quise tomar otro trago de champan pero él no me lo permitió.

—Mefis volverá a mí por más, así me lo dijo y yo....yo...
— No permitiré que eso te vuelva a suceder Anthony.
— ¿Y por qué lo harías?

Gabriel acarició mi rostro con tanta suavidad, que sentí cómo mi amor por él se agigantaba.

— Porque te amo Anthony.¿entiendes? Te amo más que a nadie en ése mundo.
— Gabriel...yo....

— No puedes amarme, lo sé perfectamente. Pero ¿sabes? Tú eres libre de elegir. 
— No Gabriel, no lo soy....por dios....no soy libre de nada.

Cuando quise volver a beber él me lo volvió a impedir y ésta vez me ayudó a incorparme y me condujo a mi habitación vip.

Al entrar me ayudó a llegar a la cama, donde me colocó. Allí empecé a llorar a medida que recordaba la forma en que Mefis me violó. Era conciente de que él me veía.

— Ayúdame Gabriel, por favor te lo pido. 
— Tranquilo Anthony, aquí estoy — Sentía sus caricas en mis cabellos y rostro — Te dije que no pwrmitiría que él te vuelva a molestar. Pero tú debes sincerarte y romper con él.

— Quisera hacerlo, por dios que sí. 
— Solo hazlo. En tanto, estaré aquí contigo.
— ¿Te quedarás toda la noche conmigo?
— Así es mi vida.

Lo miré, era tan hermoso y a su lado me sentía tan bien que no me importaba nada de nada. Como pude busqué el teléfono, y ordené que no vuelvan a dejar entrar a mi habitación a Mefis Von Fisher. Él ya no era nada mío.

Me quedé tan aliviado que era como quitarme un gran peso de encima. Gabriel me ayudó a volver a la cama. 
— No te vayas por favor. Quedate conmigo. 
— Así lo haré mi vida, solo descansa.

Me ayudó a quitarme la ropa y a colocarme el pijama. Le dije que se colocara cualquier pijama que encuentre en mi armario.

Gabriel se colocó uno de los pijamas y tal como se lo pedí se quedó allí. Pero eligió acostarse en uno de los sillones.

La inconciencia me invadió y quedé dormido al poco tiempo. El solo hecho de saber que Gabriel estaba allí conmigo, me relajaba.

 




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