Un Amor De Chocolate

Ayúdame

ANTHONY

Desde la llegada de mi padre sinceramente no pude volver a relajarme ni a seguir avanzando como lo estaba logrando hasta el momento.

Solo cuando Gabriel me aseguró que tanto mi padre como Orfen se habían marchado otra vez de la ciudad, recién pude seguir recuperandome.

Hasta yo mismo me asombraba sobre cómo me afectaba la presencia de mi padre, a quien había llegado a querer muchisimo. Creí en su palabra y estuve convencido de que él y su marido me protegerían siempre.

Por tal razón mi intenso dolor iba en aumento de solo pensar en ellos dos. No soportaba su traición, porque lo que habían hecho conmigo era traición.

Me aferraba a Gabriel temblando de miedo la mayor parte del tiempo. Sin embargo a la hora de acostarnos, mientras mi amado esté conmigo no sentía miedo.

— No te preocupes Anthony, tu padre no volverá a verte nunca más.
— Menos mal — respiré aliviado.

Era increíble que haya llegado a sentir tal temor por la sola presencia de mi padre.

Suspiré tristemente debido a que jamás creí que llegaría a sentirme así. Pero esto se debe a él y no a mí.

Fue su ilógica reacción al haberme abandonado de esa forma lo que provocó que el maldito de Mefis haya logrado encontrarme y...destrozarme así la existencia.

Miraba el crepitar de las llamas esa noche, sentía como si me estuviese quemando vivo por dentro. Me abracé a mí mismo mientras temblaba tras cerrar los ojos.

Alejate de mi, por dios te lo pido. No sigas torturandome así.

Decía mientras las lágrimas humedecían mi rostro. Mefis volvía a atormentarme una y otra vez. Pero ahora, más allá, podía ver a mi padre contemplar cómo Mefis me torturaba sin hacer nada.

Ahora mi propio padre se había vuelto su aliado y mi enemigo muy a pesar de todo. Algo que jamás llegué a imaginar.

¿Por qué padre? ¿Por qué me hiciste esto? Te aliaste a Mefis entregandome a un monstruo. Maldita sea.

Me sentía tan desvastado que ya no sabía qué era real y qué no, debido al intenso trauma que tenía. En verdad me encontraba despedazado por dentro.

Era eso lo que me impedía salir de la mansión de mi amado Gabriel, o ver a alguien más que no fuese él y el mayordomo. En efecto no me encontraba nada bien.

Pero mi amado me abrazó por dentras, logrando tranquilizarme un poco al menos.

Pude sentir cómo me cobijaba con sus brazos presionandome a su cuerpo con infinita ternura. Me apoyé en ese abrazo para no perder la poca cordura que me quedaba.

— Ayúdame Gabriel, no permitas que me...enloquezcan...por favor te lo pido.
— Tranquilo mi vida, aquí nadie te hará daño. Más bien solo serás amado. 
— Gabriel

— Confía en mi personal, ellos son diferentes a todos los que hasta el momento viste. Son leales a mí.
— Dame tiempo...por favor mi amor

— Mi vida, todo está bien. Tomate todo el tiempo que quieras pero...pero no me dejes otra vez...por favor.
— Gabriel

Cerré mis ojos para poder sentir su aroma y su presencia con mayor intensidad. 
— Mi amor no dejes que me enloquezcan, por favor te lo pido.
— Tranquilo mi vida

Él me besó el cuello con ternura infinita mientras acariciaba mi cuerpo. Poco a poco fuí relajandome.




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