La ex del CEO
El sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas del restaurante, pintando de oro las mesas donde las conversaciones fluían tranquilas. Y entonces, como si fuera una aparición sacada de un cuento oscuro, Eva irrumpió en el lugar. Mi corazón saltó al verla, pero no fue por sorpresa. Fue por la misma sensación de incomodidad que siempre me invadía cuando estaba cerca de ella. Como la reina malvada de un cuento, Eva entraba con la gracia de una serpiente dispuesta a morder.
Jacob se tensó a mi lado, Era como si él ya hubiera aceptado que Eva era un personaje en su pasado, un personaje con el que no iba a luchar, pero al que no podía evitar encontrarse.
—¡Vaya, vaya! ¿Quién iba a pensar que nos veríamos en este encantador lugar? —dijo Eva, su tono envenenado, con una sonrisa que no llegaba a los ojos. La miró a él primero, y luego se detuvo en mí, evaluándome de arriba abajo, como si fuera una simple pieza en su juego de ajedrez. Mi estómago dio un vuelco, pero no me moví. No iba a darle el gusto de verme incomoda.
Jacob la miró, y en su rostro se dibujó la expresión más divertida que había visto en él en días. Como si estuviera disfrutando del espectáculo.
—Eva, ¿qué te trae por aquí? ¿Un hechizo para ponerte más joven o simplemente querías robarle el alma a alguien más? —dijo Jacob, su tono sarcástico tan afilado que casi podía cortarse con un cuchillo.
Eva no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, como si estuviera procesando las palabras, antes de dar un paso hacia nosotros, su mirada fija en Jacob.
—No es tan gracioso, Jacob. Sé lo que estás haciendo. Estás jugando con Helen, pero ella es solo un entretenimiento para ti. Algo que te distrae del vacío que dejé en tu vida. Tú y yo, Jacob, eso era real. Nada de esto que tienes con ella lo es —dijo, y me lanzó una mirada venenosa, como si fuera una princesa envenenada por celos.
Jacob la miró y, con una risa, dijo:
—Eva, lo que tuvimos no solo terminó, sino que murió hace mucho. Y no, Helen no es una "distracción", es alguien que me importa. Pero qué lindo que te acuerdes de mí, ¿en serio pensaste que tu regreso iba a cambiar algo?
Era como ver a una reina malvada que había perdido todo su poder, luchando por recuperar su trono. Eva frunció el ceño, su sonrisa se volvió más fría, y su mirada fulminante ahora se dirigió directamente hacia mí.
—¿De verdad crees que puedes competir conmigo, pequeña? —dijo, su tono lleno de desdén. —Tú eres solo una distracción. Pero lo que Jacob y yo tuvimos... eso fue algo mucho más grande. No eres rival para mí.
La arrogancia de Eva era tan palpable que me hizo querer reír. Y fue entonces cuando decidí no quedarme atrás.
—¿Competir contigo? —dije con una sonrisa juguetona. —No tengo interés en competir, Eva. No soy una princesa que espera ser rescatada ni una tonta que cree en historias de amor imposibles. Lo que Jacob y yo tenemos es real. Y, por si no lo sabías, no soy ninguna distracción, soy la mujer que lo hace feliz. ¿Y tú? Oh, parece que te quedaste atrapada en tu propio cuento.
Eva se quedó en silencio por un momento, probablemente sorprendida de que alguien no estuviera temblando a sus pies. Pero no era solo eso; se dio cuenta de que, a pesar de su presencia venenosa, ya no tenía poder sobre Jacob. Él estaba fuera de su alcance, y eso la enfureció aún más.
Jacob, viendo que Eva seguía lanzando miradas fulminantes, se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con diversión.
—¿Qué opinas? ¿Te vas a quedar con esta comedia o quieres ver qué pasa cuando la reina malvada pierde su trono? —dijo, bromeando con una sonrisa.
Antes de que pudiera responder, Eva levantó una mano, interrumpiendo la conversación.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir, Jacob? —preguntó, su tono ahora tan veneno puro que parecía salir de un caldero mágico. —Porque lo que yo quiero, lo voy a conseguir. Y si tengo que destruir a la perra que se interpone entre nosotros, lo haré. No me importa lo que digas, siempre has sido mío. Y lo seguirás siendo, aunque ahora tengas que jugar a ser el príncipe de los cuentos felices.
Jacob la miró, y su sonrisa se desvaneció.
—Eva, ya basta —dijo, su voz tan seria que el aire se volvió más tenso—. Si no te vas ahora, voy a perder la paciencia contigo. De verdad que ya me cansaste con tu cuento de "la reina malvada". Así que, por favor, haznos un favor y desaparece de nuestras vidas.
Eva no dijo nada más. Solo lanzó una mirada furiosa, llena de odio, y dio un paso atrás, dándose la vuelta con la gracia de una mujer que había sido derrotada por su propia arrogancia.
Antes de irse, se giró una última vez, su rostro ahora retorcido por la rabia.
—Nos volveremos a ver, Helen —dijo, con veneno en sus palabras. Luego se dio la vuelta y salió, su entrada tan grandiosa como su salida.
Jacob suspiró, y cuando me miró, ya no había rastro de incomodidad ni de duda. Solo una profunda tranquilidad.
—Lo siento por ella —dijo, aunque no lo decía como una disculpa. Más bien, como si tratara de encontrar una manera de justificar su presencia en nuestras vidas.
Le sonreí, tomándole la mano con un toque juguetón.
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Editado: 04.01.2025