Helen
Te quiero....
El sonido de los tacones de Eva resonaba en mi cabeza como un eco persistente, pero ya no me causaba miedo, solo cansancio. Me pregunté si Jacob también sentía ese desgaste, esa sensación de que cada vez que ella aparecía, era como si le quitara una parte de su paz. A veces pensaba que no solo Eva había dejado cicatrices en él, sino que ella misma había quedado marcada por una historia que no podía soltar, como un personaje atrapado en una novela interminable. Pero lo que más me sorprendía era cómo él había logrado liberarse de esa historia, aunque Eva seguía empeñada en escribir un final distinto.
—¿Sigues pensando en ella? —me preguntó Jacob, su voz suave pero cargada de preocupación, como si hubiera podido leer mis pensamientos.
Lo miré y, por un momento, me di cuenta de que sí, de alguna forma, mi mente seguía dando vueltas a Eva y a su veneno. Me sentía como un marino que, a pesar de haber llegado a puerto, no podía dejar de escuchar el rugir de las olas en su mente. Pero también sabía que no podía dejar que eso interfiriera con lo que tenía con él.
—Solo estaba pensando en cómo alguien puede aferrarse tanto al pasado —respondí, con una sonrisa que trataba de ser ligera, pero que sabía que no lo era del todo.
Jacob asintió, y me apretó la mano, como si quisiera anclarme en el presente, en lo que estaba pasando en ese instante entre nosotros.
—Es difícil dejar ir lo que alguna vez creímos que era real. Pero hay algo que tú y yo tenemos, Helen, que es mucho más sólido. No se puede comparar con lo que tenía con ella. Eso quedó atrás —dijo, y su tono era firme, sin vacilaciones. No sabía si lo decía para mí o para él mismo, pero las palabras eran claras.
Lo miré, y sentí que, de alguna manera, yo también estaba dejando atrás las inseguridades que Eva sembraba en mí, como semillas que ahora ya no tenían tierra fértil para crecer.
—Lo sé —respondí con sinceridad, sin necesidad de explicar más. Lo que él y yo teníamos no necesitaba comparaciones. Ya era suficiente por sí mismo.
El resto de la tarde transcurrió en calma, con conversaciones ligeras y risas que se deslizaban entre nosotros. Eva, como una sombra lejana, parecía haberse desvanecido en el aire, y con ella, la tensión que había traído consigo. Jacob me había hecho olvidar por completo el veneno que ella había derramado en la conversación.
Al salir del restaurante, el frío nocturno nos envolvió, pero no fue el frío incómodo de antes. Era un frío refrescante, un recordatorio de que, al final del día, estábamos juntos, sin importar lo que hubiera pasado antes. Estaba comenzando a entender lo que Jacob ya sabía: Eva era solo una página más en la historia de su vida, una página que ya no necesitaba ser leída.
—¿Vamos a dar un paseo? —sugirió Jacob, mirando el cielo estrellado con una sonrisa relajada.
Asentí, tomándole la mano con fuerza, disfrutando de su compañía sin reservas, como si el mundo que compartíamos fuera el único que importara.
Mientras caminábamos por las calles tranquilas, sin prisa, sin presiones, me di cuenta de que lo que habíamos vivido ese día no era solo un enfrentamiento con Eva. Era una declaración silenciosa de que, por fin, ella ya no tenía poder sobre nosotros. Y que, aunque su sombra pudiera aparecer de vez en cuando, lo que realmente importaba era lo que creábamos juntos, cada día.
No le guardaba rencor a Eva. Sabía que era una mujer atrapada en su propio juego, intentando retener lo que no podía tener. Pero al igual que en un cuento de hadas, la malvada reina siempre acaba perdiendo su reinado. Y aunque Eva se sintiera como una figura imparable, yo sabía que ya no era un rival. Mi historia con Jacob no estaba escrita en su oscuridad. Estaba hecha de algo mucho más brillante.
—Te quiero —le susurré, mirando sus ojos con sinceridad, mientras el viento jugaba con mi cabello. No necesitaba más palabras, solo la certeza de que estaba a su lado, en este capítulo que estábamos escribiendo juntos.
Jacob me sonrió, apretó mi mano y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió relajarse completamente.
—Lo sé —respondió, con una sonrisa llena de amor y complicidad.
Y en ese momento, mientras el viento nos envolvía, supe que lo que realmente importaba no era el pasado ni las sombras que lo acompañaban. Lo único que valía la pena era el futuro que estábamos creando, juntos.
El peso del pasado
El sol se colaba entre las persianas, iluminando mi habitación con una luz suave que me despertaba lentamente. Me quedé allí, acostada, mirando el techo por un momento, dejando que el día comenzara a tomar forma a su propio ritmo. Todo estaba en silencio, pero mi mente, como siempre, estaba llena de pensamientos. Eva seguía dando vueltas en mi cabeza, esa sombra inquietante que no me dejaba de molestar.
Lo peor de todo es que sabía que no debía darle espacio, que debería simplemente ignorarla. Pero no podía evitarlo. Cada vez que me encontraba con ella, algo en mí se removía, una mezcla de inseguridad y desafío que no sabía cómo manejar. A pesar de que Jacob me había dejado en claro que lo que tenía con él era real, que no había comparación con lo que había sido con Eva, no podía evitar la sensación de que ella seguía flotando entre nosotros, como una nube oscura que no se disipaba.
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Editado: 04.01.2025