El ambiente estaba tranquilo esa tarde. La ciudad parecía sumida en una calma forzada, y yo, sentado en una de las sillas del pequeño bar de siempre, esperaba a Leo. El sonido de las conversaciones en la barra me resultaba lejano, como si no tuviera nada que ver conmigo, aunque a veces me alcanzaban fragmentos. No era difícil adivinar por qué estaba tan tenso.
Cuando llegó, no hubo sonrisas, ni bromas. Leo se sentó frente a mí, y sus ojos inmediatamente se clavaron en los míos, buscando algo, no sabía exactamente qué. Me hizo un gesto para que pidiera un trago, pero el ambiente ya estaba cargado antes de que pudiera abrir la boca.
—Jacob, ¿en serio estás con ella? —preguntó, y pude ver la preocupación detrás de su mirada, el leve disgusto que trataba de disimular.
Entendí de inmediato a quién se refería. Eva. Aunque la mencionara de forma indirecta, su nombre flotaba entre nosotros como un fantasma.
—Sí, estoy con Helen. —Respondí con tranquilidad, mirándolo a los ojos. No pensaba dejar que su juicio me afectara.
Leo me observó, y sus palabras fueron cargadas de incredulidad.
—¿Sabes lo que está pasando con ella? ¿De verdad te has puesto a pensar en lo que está haciendo? —Lo dijo con esa superioridad con la que siempre hablaba de Eva, como si ella fuera la última persona en el mundo que merecía algo bueno. —¿Tú? ¿Con una prostituta de quinta? Por favor, Jacob. Ni siquiera tienes idea de lo que estás haciendo.
Me quedé en silencio un momento, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. Sabía lo que pensaba. Y lo que más me molestaba era la forma en que despreciaba lo que Helen era ahora, lo que había llegado a ser. Pero lo que más me dolió fue cómo mencionaba a Eva, como si fuera algo o alguien que él pudiera manejar, como si supiera todo sobre ella.
Negué con la cabeza. Estaba empezando a entender lo que estaba pasando. No podía esperar que Leo viera las cosas desde la misma perspectiva que yo, pero lo que no iba a tolerar era que hablara así de Helen, de su pasado, de todo lo que ella había tenido que soportar.
—No hables así de Helen —le dije, mi voz firme. A Leo le sorprendió mi respuesta, se notó en su rostro, pero yo ya no iba a dar un paso atrás. —Sí, su pasado no es perfecto. Sé que tienes una opinión muy formada sobre eso, pero no puedes seguir viéndola por lo que fue, sino por lo que es ahora. Helen no es una prostituta, ni un error, ni una sombra de lo que alguna vez fue. Es una mujer increíble, y me enamoré de ella por su forma de ser, no por lo que hacía en el pasado.
Leo abrió la boca para hablar, pero me apresuré a seguir, sabiendo que tenía que decir todo lo que estaba pensando antes de que pudiera interrumpirme.
—Lo que ella fue, lo que hizo antes, no define quién es ahora. Yo no la elegí por su pasado, Leo. La elegí porque la vi, porque vi lo que tiene dentro, la fortaleza, la bondad, la forma en que lucha por lo que cree. No es perfecta, y ni ella ni yo lo pretendemos, pero eso es lo que hace que todo esto sea real. Todo lo que hemos vivido, todo lo que estamos construyendo, no tiene nada que ver con lo que tú pienses sobre ella.
Leo se quedó callado, claramente procesando lo que acababa de decirle. Pero algo en sus ojos me decía que no lo entendía por completo. No podía esperar que lo hiciera, pero al menos había dejado claro lo que pensaba. Helen no era un simple reflejo de su pasado, ni un juguete con el que alguien pudiera jugar.
—No me importa lo que pasó antes —continué, esta vez más tranquilo. —Lo que me importa es lo que estamos construyendo. Y, para ser honesto, no creo que tengas derecho a juzgarla como si fueras el único que sabe lo que es mejor para ella. Yo sé lo que es mejor para nosotros. Y Helen, por todo lo que es, por cómo me hace sentir, es lo que quiero. Eso es todo.
Leo me miró durante unos segundos, como si estuviera buscando algo en mi expresión, algo que le diera la razón. Pero al final, suspiró y se recostó en su silla, claramente derrotado en la conversación. No estaba de acuerdo, lo sabía. Pero tal vez, solo tal vez, algo en lo que había dicho lo había tocado.
—Está bien, Jacob —dijo finalmente, su tono más suave, aunque aún había un leve desdén en su voz. —Si eso es lo que quieres, supongo que no puedo hacer nada para cambiarlo. Solo espero que no te lastimen.
Sonreí, un poco cansado de toda la conversación, pero al mismo tiempo aliviado por la forma en que había terminado. No necesitaba que Leo aceptara a Helen o a su pasado. Solo necesitaba que entendiera que yo la amaba por lo que era ahora, por la persona increíble que había llegado a ser, y que nada de lo que dijo iba a cambiar eso.
—No me va a lastimar —respondí, confiado en mis palabras. —De hecho, me ha enseñado más de lo que nunca imaginé. Y si alguien va a lastimarme, soy yo mismo por dudar de ella.
La conversación terminó ahí, con Leo mirando su vaso de whisky sin decir una palabra más. Ya no había más que discutir. Sabía que Helen y yo estábamos escribiendo nuestra propia historia, y nadie, ni su pasado ni los prejuicios de los demás, iba a cambiar el curso de lo que sentíamos el uno por el otro.
Lo que tenía con Helen era lo que realmente importaba, y eso, en el fondo, lo sabía. Lo sentía. Y nada ni nadie podría convencerme de lo contrario.
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Editado: 04.01.2025