Un amor de cuentos de hadas

Capitulo siete:la última cita

Veneno

Me encontraba en la calle, mirando las luces de la ciudad reflejadas en los charcos de agua de la acera. Cada paso que daba, el peso de la decisión que había tomado parecía más pesado, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí me decía que lo que estaba haciendo era necesario. Necesario para recuperar lo que me pertenecía. Jacob.

Había estado jugando con fuego durante demasiado tiempo, pero ahora estaba preparada para quemarme. No podía seguir permitiendo que esa mujer, Helen, se interpusiera entre nosotros. Ella no entendía lo que yo sentía, no lo había vivido, no había pasado por lo que yo había pasado. Pero yo sí sabía lo que era el amor. Ese amor que te consume, que te arrastra, que te hace querer controlar cada aspecto de la vida del otro, hasta que todo se convierte en tuyo, solo tuyo. No importaba lo que tuviera que hacer para conseguirlo, ni siquiera si eso implicaba destruirlo todo.

Al llegar al pequeño mercado, mi respiración se aceleró. No era una tienda común. Había algo inquietante en el aire, como si el lugar estuviera marcado por secretos oscuros que nadie se atrevía a desvelar. Me acerqué al estante con las frutas. Busqué la más perfecta, la más tentadora. Una manzana roja, brillante, que reflejaba la luz de la tienda de una manera que parecía casi irreal. Una vez la tomé, sentí el peso de la fruta en mi mano, como si ya tuviera el poder de cambiarlo todo. El simple acto de sostenerla me dio una sensación de control, como si estuviera sosteniendo las riendas de mi destino, de lo que estaba a punto de suceder.

No pensaba en las consecuencias. No pensaba en lo que Helen podría hacer si descubría la verdad. Todo lo que podía ver era el rostro de Jacob, su sonrisa, su risa, su forma de mirarme cuando pensaba que yo era la única mujer que importaba en su vida. Eso era lo que debía recuperar. Eso era lo que debía proteger.

Cuando volví a mi apartamento, la manzana estaba sobre la mesa, como si esperara ser el último paso de mi plan. Respiré hondo. Tomé la pequeña botella que había preparado con mucho cuidado, el veneno que había conseguido. No era algo que pudiera matar de inmediato, no, pero sería lo suficiente para dejarle una marca, para que ella sintiera el veneno fluyendo lentamente a través de sus venas. Sufriría sin saber por qué, sin entender lo que había pasado. Y cuando se derrumbara, cuando Jacob la viera debilitada y confundida, no tendría más opción que regresar a mí.

Recogí la manzana y la sumergí con precisión en el veneno. Lo vi absorberse, penetrando en la piel de la fruta, transformando su apariencia inocente en algo mucho más peligroso. La manzana ya no era solo una fruta. Era una sentencia.

Guardé la manzana en un pequeño recipiente. Mi corazón latía fuerte. Podía sentir el poder en mis manos. En ese momento, sabía que no había vuelta atrás. Cuando entregara esa manzana a Helen, no solo le estaba ofreciendo un gesto de amistad. Le estaba ofreciendo su destrucción.

Cerré los ojos por un momento, dejando que el silencio me envolviera. Imaginé su rostro al tomar la manzana, su expresión al recibirlo. Iba a ser tan fácil, tan simple, pero tan devastador.

Tomé el teléfono. Necesitaba saber si Jacob estaba cerca. Necesitaba asegurarme de que lo tuviera todo bajo control. No podía arriesgarme a que algo fallara ahora. El veneno ya estaba en la manzana, todo estaba listo. Solo faltaba un paso más.

Pero, al momento de marcar su número, una duda cruzó por mi mente. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si todo se volvía en mi contra? No podía permitir que eso sucediera. No podía perderlo. No lo haría.

La llamada comenzó a sonar, y cuando finalmente Jacob contestó, su voz en el teléfono me recordó por qué estaba haciendo todo esto.

—Hola, Eva… —su voz sonaba cansada, pero aún había algo en ella que me provocaba un escalofrío agradable.

Sonreí con malicia, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de mí. —Hola, Jacob. Tengo algo que quiero que veas.

Una pausa. Sabía que estaba curioso, sabía que iba a querer saber qué era. Ya todo estaba a punto de cambiar, y esta vez, sería para siempre.

—¿Qué es? —preguntó, y la forma en que lo dijo me hizo sentir que ya no podía dar marcha atrás.

—Una sorpresa —dije, con una sonrisa que nadie podría ver, pero que lo decía todo.

Y mientras esperaba que dijera algo más, no pude evitar imaginar el futuro. Un futuro donde yo estaría en su vida, donde ella, Helen, ya no tendría lugar. Todo lo que había hecho, todas las decisiones que había tomado, no solo serían justificadas, sino que serían la única verdad. La verdad que Jacob vería al final de todo esto.

Ya nada podría detenerme.

Sensaciones

Había algo en el aire esa noche. No sabía si era la humedad de la ciudad o si era la sensación de estar esperando algo que marcaría un cambio irreversible. Caminaba por la calle con paso firme, el eco de mis tacones resonando en la acera mojada. Cada paso parecía una declaración de intenciones, pero no de esas que se pueden compartir con cualquiera, sino las que te guardas bien dentro, las que solo tú entiendes.

Jacob me había citado para una reunión importante. Había estado en silencio durante los últimos días, demasiado en su cabeza, demasiado centrado en ese negocio de moda del que tanto hablaba. A veces me preguntaba si realmente lo conocía. Si realmente lo conocía bien. Pero esta noche no iba a cuestionarlo, no ahora. Mi trabajo era estar allí, ser la mujer que siempre había sido, la que no preguntaba, la que hacía lo que se esperaba. Siempre dispuesta a mantener la calma mientras todo a su alrededor se desmoronaba.




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