Helen
"El Último Adiós"
El restaurante está en silencio, pero dentro de mí hay un ruido ensordecedor. Cada palabra que Jacob ha dicho durante la cena, cada mirada que me ha lanzado, parece haberse convertido en una capa más de hielo que me rodea. Ya no siento la calidez de su presencia, ni la ilusión que alguna vez creí que tenía.
He estado fingiendo por tanto tiempo, creyendo que todo lo que necesitaba era un poco más de tiempo, un poco más de paciencia. Pero no, ya no puedo seguir haciéndolo. No puedo seguir esperando a que vea lo que hay en mí, a que me vea por lo que soy realmente. El peso de la verdad me aplasta.
Me excuso para ir al baño, solo para escapar de esa mirada vacía que se ha apoderado de Jacob. Cada paso que doy por el pasillo me parece más pesado que el anterior. No sé qué estoy buscando, tal vez solo algo de aire, algo que me permita pensar con claridad. Pero entonces lo veo. El hombre. Ese socio de Jacob, el que siempre me ha mirado de una forma inquietante. Y esta vez, está esperando por mí.
No sé por qué lo sigo, ni por qué no simplemente me doy la vuelta y vuelvo a mi mesa. Pero algo en su mirada me llama. Como si supiera algo que yo misma no quiero admitir. Me lleva a un rincón apartado, donde la luz es tenue y la sombra parece cubrirlo todo. Y entonces, habla.
—Jacob no sabe nada, pero yo sí —su voz es baja, como si estuviera compartiendo un secreto oscuro, algo que no quiere que se sepa—. Sé lo que eres, Helen. Sé lo que estás haciendo. Y sé que no te lo mereces.
Un escalofrío recorre mi espalda, y por un momento, me detengo. Mis ojos lo buscan, buscando alguna señal de que me está jugando una broma, pero en su rostro no hay rastro de diversión. Solo hay una verdad amarga que no quiero escuchar.
—Nadie te lo merece. Ni Jacob ni ningún otro hombre —continúa, su voz grave y cruel—. Eres solo un eco, una sombra. Y sabes que Eva es la que debería estar con él. Ella sí es la que lo merece.
Esas palabras me golpean como un puño. Eva. Esa mujer. La que siempre ha estado ahí, en la esquina de su vida, como una presencia silenciosa, pero omnipresente. La que nunca he podido competir. La que, aparentemente, tiene todo lo que yo no tengo. La que Jacob realmente necesita.
La rabia se mezcla con la tristeza, pero en el fondo, lo que siento es una desgarradora aceptación. El hombre tiene razón. Yo soy solo una sombra, un parpadeo fugaz en la vida de Jacob. Él nunca me ha visto por completo. Ni siquiera se ha detenido a mirar lo que realmente soy. Y mientras todo esto ocurre, Eva sigue siendo el centro de su mundo.
La frustración se apodera de mí, pero no digo nada. Mi garganta está cerrada, como si el simple hecho de hablar me hiciera aceptar una verdad que ya sé, una verdad que he estado ignorando. Tomo aire, y la sensación de estar atrapada en un lugar del que no puedo escapar me consume. Me giro rápidamente, no sin antes mirar por última vez a ese hombre, como si buscara alguna señal de que me equivoqué. Pero no la encuentro. No hay piedad en su mirada.
Salgo de allí sin un rumbo fijo, mis pasos resonando vacíos en el pasillo. Entro al baño y me miro al espejo. La mujer que veo frente a mí no es la misma que entró al restaurante hace una hora. Ya no soy esa mujer que creía que todo cambiaría, que pensaba que con el tiempo, las cosas se pondrían en su lugar. No. Ahora soy solo una mujer rota, alguien que finalmente se da cuenta de que nunca hubo un lugar para ella.
No puedo quedarme. No puedo seguir aquí, esperando a que él me vea. Ya no puedo seguir sufriendo por alguien que nunca me ha dado lo que necesito, lo que merezco. La mentira que he estado viviendo me consume. Jacob nunca fue mío. Y Eva… Eva siempre fue la respuesta.
Salgo del baño sin hacer ruido. Regreso a la mesa, pero ya no hay nada que me ate a este lugar. No le digo nada a Jacob. No hay necesidad de más palabras. Solo dejo la carta. La nota que he escrito con manos temblorosas, pero decididas.
"Jacob, lo hice todo por ti. Todo. Pero ya no puedo seguir en este juego. No soy lo que necesitas. Y lo sé. Eva lo es. Te lo di todo, pero no soy la mujer para ti. Te lo he dado todo, pero es hora de que sigas adelante. Mándame el dinero a la cuenta que te dejo. No quiero volver a verte."
No espero respuesta. No espero nada. Solo salgo de allí, sin mirar atrás, sin que el peso de las palabras me detenga. Tomo un taxi hacia mi viejo barrio. Hollywood. Ese lugar que alguna vez abandoné con la esperanza de que algo mejor podría esperarme, pero que ahora se siente como el único lugar donde aún tengo algo de control.
Las luces de la ciudad se desvanecen a medida que me alejo, y con cada kilómetro, la angustia que me ahoga parece liberarse, aunque sea un poco. En mi mente solo hay un pensamiento: ya nada tiene sentido. Y tal vez, solo tal vez, alejarme de Jacob sea lo único que realmente puedo hacer por mí misma.
Llegaré al barrio, a la vida que dejé atrás. Regresaré al lugar donde el dolor era conocido y la soledad no me sorprendía. Pero, al menos, seré yo misma. Finalmente.
Ya no soy parte de su vida. Ya no soy parte de ese mundo.
Helen
"La Puerta de Regreso"
El taxi se detiene frente al antiguo edificio, ese que alguna vez llamé hogar. Las luces de Hollywood ya no me deslumbran, ni la promesa de algo más grande me seduce. Todo lo que puedo ver es el polvo de la nostalgia cubriendo los recuerdos rotos que dejé atrás. Tomo aire y salgo del coche, sin rumbo fijo pero con una sensación extraña de alivio. Aquí, al menos, nadie me espera con falsas promesas. Aquí, al menos, soy solo yo.
#1420 en Novela romántica
#503 en Chick lit
ceo sensual sexy, ceo millonario, ceo millonario humor intriga
Editado: 09.02.2025