Helen
"Renacer en Palabras"
Han pasado meses desde que dejé atrás la vida que pensaba que merecía. El barrio de Hollywood ya no me parece el lugar deslumbrante que una vez imaginé, pero ahora es mi refugio. El lugar donde las promesas rotas se disuelven con el polvo del asfalto, donde las luces artificiales ya no me ciegan, sino que me dejan ver con claridad lo que tengo frente a mí.
He decidido cambiar, por fin. Después de todo lo que he vivido, de todo lo que he perdido, me doy cuenta de que lo que necesito no es más dinero ni más lujos. No necesito que un hombre me salve, como creí por tanto tiempo. Lo que quiero ahora es encontrar mi propia voz, mi propio camino. Y eso es lo que me lleva a la universidad, a la Facultad de Literatura en el corazón de Hollywood. No tengo ni idea de si seré buena en ello, ni si tendré éxito, pero lo que sí sé es que las palabras, al menos, no me van a fallar. Son lo único que siempre he tenido.
Mi trabajo ahora es en un pequeño restaurante, un sitio modesto pero acogedor. Me gusta la simplicidad de ser mesera. No me importa servir platos ni recibir propinas pequeñas. Lo único que me importa es que, al final del día, tengo el control de mi vida. Ya no tengo que estar a la sombra de alguien, esperando a que me vean por lo que soy. Aquí, soy solo yo, con mis libros y mis sueños.
Un día, mientras llevo un par de platos a una mesa en la esquina, lo veo. Es él, el amigo de Jacob. No esperaba encontrarlo aquí, en este rincón donde ahora se desvanecen mis antiguas ilusiones. Luis está sentado, mirando el menú con esa expresión calculadora que siempre me resultó tan fría, pero ahora, me da una sensación extraña. Como si hubiera dejado de ser la mujer que alguna vez fui. Como si ya no fuera una pieza en su juego.
Me acerco a la mesa con una sonrisa que no es forzada, pero sí decidida. Pongo los platos sobre la mesa, y él levanta la mirada, reconociéndome al instante. Sus ojos, siempre tan fríos, se suavizan por un segundo, pero no se atreve a decir nada. Tal vez teme que lo odie, tal vez se da cuenta de que ya no soy la misma.
—Hola, Helen —dice, su voz grave, como siempre, con ese tono de indiferencia que siempre me molestó, pero que ahora solo me resbala.
Me siento en la silla vacía frente a él sin pensarlo. No me siento intimidada, aunque sé que mi presencia aquí, ahora, debe sorprenderle. Los papeles han cambiado. Yo ya no soy la misma mujer vulnerable que creía que Jacob la salvaría.
—Vaya, no te esperaba aquí —comenta, sin perder la compostura. Siempre tan seguro de sí mismo, siempre tan distante. Pero, esta vez, yo ya no soy la que se acomoda en su sombra.
—Ni yo a ti —respondo con calma, con una sonrisa que tiene algo de desafío—. Pero aquí estoy. La vida da vueltas, ¿verdad?
Luis me observa por un momento, parece medir cada palabra que va a decir, pero yo no tengo paciencia para los juegos de palabras. Ya no los necesito. Lo que tengo que decirle es más importante que cualquier conversación superficial que pudiéramos haber tenido en otro momento.
—Sabes, Luis, estuve pensando en todo lo que pasó —continúo, sin darle espacio para interrumpirme—. Cuando me fui, cuando dejé a Jacob... pensé que me estaba alejando de todo lo que creía que necesitaba. Pero, ahora, lo veo claro. Jacob nunca fue para mí. Ni él ni su mundo, y menos su amigo.
Luis arquea una ceja, como si estuviera sorprendido por mis palabras, pero no parece molesto. Lo que digo es lo que él esperaba de alguna manera.
—No sé por qué me dices esto ahora, Helen. —Su tono se vuelve un poco más curioso, pero también distante, como si le interesara menos de lo que parece.
—Porque es la verdad. Y ya no me importa ocultarla —respondo, con una firmeza que nunca imaginé tener—. Jacob es un hombre hecho y derecho, con su vida perfecta, su mundo de lujo... y yo nunca encajé en eso. Yo era solo una sombra para él.
Luis se queda en silencio por un momento, sopesando mis palabras, y luego, finalmente, habla.
—Tienes razón. Nunca encajaste en su mundo. Nadie como tú podría hacerlo —dice, su tono frío pero con una comprensión amarga. —Jacob necesita alguien como Eva. Ella encaja en todo eso. La mujer perfecta para un hombre como él. No alguien como tú, que... bueno, como tú no encajas en ese tipo de vida.
Me duele escucharlo, pero no me sorprende. Es lo que siempre he sabido, lo que siempre he sentido en lo más profundo. Y sin embargo, ya no me duele. No más.
—Exacto. —Respondo con una leve sonrisa—. Eva es la que realmente merece estar con él. Porque yo no soy más que una prostituta para él. Y nunca lo fui. Nunca fui lo que él necesitaba. Pero, sabes qué, Luis... eso está bien. Lo acepto.
Luis parece vacilar, no tanto por mis palabras, sino por la verdad detrás de ellas. Tal vez pensaba que me iría arrastrando, buscando algo que nunca podría tener. Pero ya no soy esa mujer.
—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? —pregunta finalmente, su tono más suave, tal vez con un atisbo de compasión.
Miro a Luis, observando su rostro por un momento. No le debo explicaciones, pero por alguna razón, siento que este es un buen momento para dejar claro algo que ya he aprendido.
—Voy a seguir adelante. Voy a encontrar mi propio camino. Y si tengo que empezar de cero, lo haré. No voy a seguir esperando a que alguien me salve. No más mentiras, no más fantasías. Esta vez, voy a ser yo misma. Sin más máscaras.
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Editado: 09.02.2025