Si vas a abrir un perfil “por trabajo”, no elijas una foto recortada donde pareces sospechoso saliendo de una escena del crimen. Y no pongas de contraseña “contraseña123”. No por mí; por tu dignidad.
______________________________________________________________________________________
El sol recién agarraba fuerza cuando el Bluetooth de Diego decidió tocar sirena. Pablo Izarra, el jefe, habló como si estuviera cobrando por minuto:
—Ríos, necesito parejas. Cocinan, patinan, reciclan, adoptan perros, se mudan… Si conoces una que pinte, mejor. Quiero algo en 48 horas. Y ábrete un perfil en la app. Quiero datos reales.
—Entendido —dijo Diego, mirando de reojo a Vale en la escalera.
Yo los conozco: en Diego, “entendido” significa “pienso en Valentina, pero me hago el profesional”. Colgó, sacó el celular, abrió la app y puso su alias de siempre —el del skate, el del cole—: Cometa. Vale lo ha visto mil veces en stickers y jamás ató cabos.
Primera foto: selfie con casco.
Resultado: parecía un cono de tránsito con sonrisa.
Segunda foto: recorte elegante.
Resultado: media cara y un foco de depósito al fondo. Sospechoso.
Tercera foto: el perro del barrio se metió en cuadro y quedó mejor que él. El perro se llama Chicho y lo sabe.
—¿Qué haces? —preguntó Vale desde arriba, brocha en mano.
—Trabajo de campo —respondió Diego, que a veces miente con palabras grandes.
Escribió la bio: “Edito caos en videos. Busco café honesto y playlists que no mientan.”
Buena, corta, sin poesía barata. Publicó. Guardó el celular como quien esconde un fósforo prendido en el bolsillo.
A las 10:24, vibró el teléfono de Vale. Ariana otra vez, en su rol de hada madrina con plan de datos ilimitado.
—[App] Ariana: Doce “me gusta” nuevos. Uno cuida plantas. Otro amasa pan.
—[App] Ariana: Si te aparece Cometa, confía.
—[App] Ariana: PD: no aceptes gente con foto de auto. Nadie quiere salir con un capó.
No pregunten cómo sabe Ari lo de Cometa. Sabe cosas desde antes que sucedan. Es su hobby.
Diego hizo un paneo del mural. Vale decía “el sol va acá” y el sol obedecía. Todo normal hasta que Chicho eligió el lugar exacto de la sombra para acostarse. Justo ahí necesitaban pintar.
—¿Chicho, permiso? —pidió Vale.
Chicho cerró los ojos con actitud de “hablen con mi abogado”.
Diego intentó moverlo con un gesto suave. Resultado: mirada ofendida de perro y giro lento de 15 grados. Ahora ocupaba más sombra.
—No te preocupes —dijo Vale—. Pintamos alrededor.
—Plan B aprobado —dijo Diego.
Plan B consistió en contorsionarse con brocha larga mientras Chicho roncaba. Sí, hay making of. Sí, es muy gracioso.
______________________________________________________________________________________
Rosa apareció como ambulancia de carbohidratos.
—Desayuno —anunció—. Hay sándwich de queso, jamón y uno raro que hice con lo que quedaba. Ese es para Diego.
—Yo recibo lo que la vida me mande —contestó él, sin soltar la cámara.
Rosa lo miró de arriba a abajo y se rió del bigote amarillo que aún sobrevivía desde ayer.
—Ese look te lo dejo —dijo—. Te hace juego con mi idea fija: boda.
—Mamá —protestó Vale—. Por favor.
—Yo nomás pregunto fechas —dijo Rosa, masticando inocencia—. Para organizar el salón… y la playlist… y el vestido… y la lluvia de sobres…
—Mamá.
—Bueno, bueno. ¿Entonces anuncio “romance en 202X” o lo mantengo en “mejores amigos con horario extendido”?
Yo adoro a Rosa. No por la presión, sino por la puntería. Dijo “horario extendido” justo cuando Diego y Vale tenían las rodillas rozándose sobre la misma tabla de madera para no pisar a Chicho. Si eso no es horario extendido, no sé qué es.
Tita Estela pasó con su limonada casera.
—¿Cómo vamos? —preguntó.
—Bien —dijo Vale.
—¿Bien-bien o bien “después vemos”? —preguntó Tita, que no gasta palabras.
—Bien —repitieron los dos, sincronizados.
—Ajá —dijo Tita—. Entonces tomen limonada antes de que eso se convierta en “veremos”.
Rosa dejó un táper con galletas “para el ratito” y se llevó el sombrero bicolor para “hacerle cirugía”. No sé cómo, pero las madres sí pueden operar sombreros.
______________________________________________________________________________________
Plan B seguía en marcha: pintar alrededor de Chicho. El perro ni pestañeaba. Vale estiró el brazo demasiado, la brocha resbaló, el balde se inclinó, Diego soltó la cámara para agarrarla, agarró la mano de Vale, y el balde… quedó colgando como trapecista, a medio centímetro de estamparse.
Silencio.
Un niño dijo “uuuuuh”.
Yo dije por dentro “ahí estaba el beso”. No fue. Todavía no.
—Respira —dijo Diego, sosteniendo el balde con un dedo y a Vale con la otra mano.
—Estoy —dijo ella, con los ojos bien abiertos—. ¿Lo tenemos?
—Lo tenemos.
Soltaron al mismo tiempo. El balde sobrevivió. Vale también. Las manos tardaron medio segundo de más en separarse. Si creen que nadie lo notó, los presento al barrio: especialistas en segundos de más.
—Igual voy a necesitar tu camiseta para limpiar —bromeó Vale, señalando otra mancha amarilla que se ganaba Diego.
—Colección 202X: Dorado Casual —dijo él.
Una vecina grabó el instante para su estado. Título: “Pintan juntitos y el perro manda.” A las 18:00, ese video tendrá más visitas que el del primo que canta. No es ciencia. Es internet.
Diego volvió al visor. Vale volvió a la escalera. Chicho, fiel a su rol de jefe de sombra, cambió de posición. Ahora tapaba el enchufe del proyector que usarían en El Patio más tarde.
#3194 en Novela romántica
#1045 en Chick lit
amistad a romance (friends to lovers), malentendidos y humor viral moderno, apps de citas
Editado: 07.10.2025