Un Amor de Locos

El Patio: proyección y contrato

Si el proyector dice “actualizando… 1%”, no es tecnología: es una prueba de paciencia. Y de relaciones. Hoy veremos quién aprieta primero el botón equivocado.

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El Patio olía a madera, pizza y nervios. Sergio, el dueño, les guardó mesa cerca del enchufe (esto, en idioma moderno, se llama cariño). Ariana llegó con aro de luz, cinta adhesiva y un folder que decía “Plan A, Plan B y chistes”.

—¿Trajeron el video? —preguntó Sergio.
—Trajimos hasta al miedo —dijo Diego, apoyando la mochila.

Conectaron el HDMI. La pantalla dio parpadeos como luciérnaga nerviosa. Valentina puso el cartel “Mural de domingo” sobre una silla. Rosa apareció con flan en táper, porque una madre no llega con manos vacías ni al bar. Tita Estela se sentó atrás, postura de jueza amable.

—¿Y Chicho? —gritó alguien.
—No entró —respondió Vale—. Política del local: sin clientes que ronquen más que la banda.

El proyector decidió ponerse exquisito: “Buscando señal… Probando resolución… Actualizando”. Diego respiró por la nariz. Vale le tocó el hombro.

—No eres vos, es él —dijo ella, mirando al aparato—. Igualito que los ex.

—¿Cuál ex? —alcanzó a meter Ariana, ya con el celular listo para historias.
—Ninguno en específico —cerró Vale, porque sí sabe cerrar temas.

Tres niños del barrio, contrabando de la tarde, se ofrecieron de asistentes: uno sostenía el cable, otro daba indicaciones inútiles (“¡más a la izquierda!”), el tercero solo aplaudía cuando el 1% pasaba a 2%. Avanzó como una idea terca. A 8% se detuvo.

—Plan B —dijo Diego.
—Plan B soy yo —dijo Ari, y pegó con cinta el conector en la posición exacta donde funcionaba.
—No es elegante —dijo Vale.
—Es efectivo —dijo Ari. Y funcionó.

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Sergio bajó un poquito las luces. Público en modo “a ver”. Diego apretó play.

En treinta segundos, la pared del bar se volvió la pared de la ferretería: brochazos, risas, niños y el momento estrella en que Chicho se duerme justo en la sombra. El bar se rió en el mismo segundo. Después vino el frame de la mancha amarilla en la camiseta de Diego y el gesto de Vale limpiándolo con el pulgar. Hubo un “awww” que ni yo pude evitar.

Y entonces, el clásico: freeze.
Pantalla con Diego mirando a Vale como si se hubiera olvidado de respirar.

Silencio cortito.
Un valiente dijo: —Eso es amor, señores.
Risas. Aplauso. Ariana enfocó sin piedad.

—Fallita técnica —dijo Diego, tocando dos botones a la vez (error universal).
—Plan C —dijo Vale, agarrando el micrófono—. Si preguntan, esto estaba en el guion: mirada dramática con canción de fondo.

El bar compró la broma. Sergio subió un toque la música. Los niños asistentes festejaron como si hubieran desbloqueado un nivel. La pantalla revivió y mostró el final: la flor con ojos y el cartel hecho a mano. Aplausos de verdad, de esos que te dejan el pecho ancho.

—Gracias —dijo Vale—. Pintamos para que el barrio no se olvide de sonreír.
—Y para que el proyector aprenda modales —agregó Diego.

—Pregunta —intervino alguien—: ¿son pareja o pintan como pareja?

Diego abrió la boca. Vale respiró. Ariana se adelantó:

—Respuesta oficial —dijo—: socios con horario extendido.
Ajá —dijo media sala, que entiende los eufemismos.

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Mesa al lado del enchufe. Flan, vasos de agua, una pizza que apareció por obra de Sergio. Ariana abrió su folder y sacó una hoja con el título: “Acuerdo de Amistad (v0.1)”. Tenía estrellitas pegadas y un aire de “esto nos cuida”.

—Antes de reírse —dijo Ari—, dos motivos simples:

  1. Hoy hubo cámara, micrófono y gente leyendo miradas. Con reglas, nadie se pisa los pies.
  2. Ustedes se quieren bien como amigos. Si algo se desordena, el acuerdo es la red de seguridad para no romper eso.

Valentina y Diego se miraron. No sonaba a chiste. Sonaba útil.

—Artículo 1 —leyó Ari—: No besos.
—Fácil —dijo Diego, mirando a Vale medio segundo de más.

—Artículo 2: No manos tomadas más de tres segundos.
—¿Cuenta cuando uno se está cayendo con un balde? —preguntó Vale.
—Excepción por accidente, escalera o patineta —concedió Ari.

—Artículo 3 —continuó—: Nada de conversaciones profundas después de medianoche.
—¿Ni pizza? —dijo Diego.
—Pizza sí —dijo Ari—. Drama, no.

—Artículo 4: si la situación se pone rara o el corazón acelera el guion, usar palabra clave: “paréntesis”. Significa pausa, cambio de tema o salida elegante. Nadie se ofende; todos respiran.
—Me gusta —dijo Vale—. Suena a pausa, no a alarma.
—Ese es el punto —asintió Ari.

—Artículo 5 —terminó—: si uno se enamora, lo dice en 12 palabras o menos. El otro tiene derecho a respirar tres veces antes de responder. Durante 48 horas, nada de publicar, grabar ni “aclarar” en redes. Primero, ustedes.




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