Un Amor de Locos

Boda del primo (falso compromiso)

¡Aviso del omnipresente para entrar en clima!: si te invitan a una boda “de traje”, no significa “lleva el mismo saco de la graduación con olor a aerosol”. Lo digo por alguien cuyo nombre empieza con D y termina con iego.

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La boda del primo Tomás tenía luces cálidas, flores blancas y una mesa de postres peligrosa. Diego llegó con saco azul prestado y un parche invisible de pintura amarilla que el sol siempre revela. Valentina apareció con vestido limón —obvio— y zapatillas blancas, porque los pies también merecen derechos humanos.

—Estás… distinta —dijo Diego, buscando una palabra que no fuera “guapa” y encontrando “wow”.
—Tú estás… planchado —respondió Vale.
—Rosa me tomó examen con la plancha —admitió él.
—La pasó mi mamá —cerró Vale, sin negar el examen.

Una pizarra en la entrada avisaba: “Busquen su mesa. Si vienen en pareja, siéntense juntos. Si no, también.” Diseño de Ariana, obvio.

—Mesa 7 —leyó Vale—. Parejas jóvenes.
—Socios con horario extendido —susurró Diego.
—Anótalo en el contrato —dijo Vale, sonriendo.

Los sentaron junto a Marina y Nico (recién casados), Vane y Fede (prometidos desde 2019) y una tarjeta que decía “Chicho” porque algún duende del salón decidió que el perro también venía. El duende se llama Ariana.

Rosa llegó con abanico y radar activo.

—¿Cómodos? ¿No muy cerca del parlante? ¿No muy lejos del postre?
—Bien —dijo Vale.
—Perfectos —dijo Diego.
—Ajá —tradujo Rosa: “me estoy enamorando, pero lo niego de día”.

La ceremonia fue bonita. Tomás tembló un poco; la novia caminó segura como quien confía en su peinado. Todo en orden. Los bloopers venían después, aunque no los nombremos.

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En el brindis, a Vale se le metió una piedrita en la zapatilla. Hizo un paso raro de flamenco torpe. Diego se agachó a ayudarla, de rodillas, justo cuando el fotógrafo pasó y disparó tres flashes seguidos: clic, clic, clic. El ángulo gritaba propuesta.

—¡No, no es eso! —alcanzó a decir Ariana, levantando las manos.

El DJ, sin entender nada, invitó a “aplaudir ese gesto de amor”. Aplaudieron. Porque somos así.
Para colmo, Vale sostenía la argolla dorada del servilletero en la mano. Brillaba como anillo frente al pecho. Clic otra vez. El fotógrafo, feliz.

—Respira —dijo Diego, aún arrodillado—. Esto es mantenimiento de calzado.
Sacó la piedra con cara de cirujano y se puso de pie.

El DJ metió una balada. Para disimular, Diego ofreció la mano; Vale la tomó. Sí, mano tomada. ¿Cuánto tiempo? Más de tres segundos. Contrato, técnicamente, violado. Ariana miró el reloj como árbitro, luego lo guardó con sonrisa de perdón.

—No me mires así —susurró Vale—. Es la balada.
—La balada miente —susurró él—. Pero baila rico.

Dieron dos pasos y casi chocan con los novios. Giro olímpico, risas, aplauso. Al terminar la canción, se soltaron como quien suelta una olla caliente.

—No cuenta —dijo Vale—. Fue por evitar un accidente.
—Lo certifico —dijo Diego—. Pásese a actas.

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La fiesta siguió con sombreros ridículos y un tío que no debía descubrir el reggaetón. Mientras tanto, las fotos de la “propuesta” hicieron su trabajo.

—Grupo Familia 👪 —Tía Carmen: “¡Se nos casa Vale! Miren qué momento.” (tres fotos, todas con Diego de rodillas)
—Grupo Barrio 🏡 —Panadero: “Yo ya les hago el pan de la fiesta.”
—Estado de la vecina**:** “ a este amor del sol.”
—Facebook de la prima**:** “Siempre lo supe.” (No lo supo.)

Rosa vio el teléfono, ubicó a Vale y a Diego en la mesa de postres.

—Hijos —dijo—. ¿Por qué la gente brinda por su compromiso?
—Porque el fotógrafo nos comprometió con su lente —dijo Diego.
—Mal ángulo, ma —dijo Vale—. Y una argolla fuera de contexto.

A esa hora, entró un mensaje de Pablo Izarra: “Ríos, ¿ya están comprometidos? Si sí, lo explotamos. Si no, actuamos. Llámame.” Diego lo dejó en visto. Primera buena decisión del día.

Ariana apareció con su carpeta de crisis.

—Plan: subimos un reel contando la verdad pero con humor: “Manual para no confundir una propuesta con sacar una piedra del zapato”. Sin pelea.
—¿Y si no subimos nada? —probaron ellos.
—Entonces lo sube otro —señaló Ari el salón, lleno de reporteros amateur.

Tita Estela se acercó con su tono de ley simple.

—Hagan como con la pintura: capas finas. Digan la verdad una sola vez y sin gritos.

Vale y Diego se miraron medio segundo de más (nada nuevo). Abrieron la cámara en modo selfie y grabaron:

—Hola, barrio. Somos socios con horario extendido —dijo Vale.
—Y hoy no hubo propuesta, hubo piedra asesina —mostró Diego la piedrita en la palma—. Salimos vivos.
—Gracias por los buenos deseos —cerró Vale—. Cuando toque algo de verdad, se va a notar. Prometido.

Subieron. En un minuto:
“Jajaja, me ilusioné, pero igual los shippeo.”
“Yo vi amor. Nadie me saca esa idea.”
“Ese anillo era un servilletero, tía.”
“El perro aprueba.”




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