Un Amor de Locos

El ex educado

Si tu ex te escribe “¿tomamos un café para hablar de trabajo?”, lleva dos cosas: un cuaderno con preguntas y una salida de emergencia doblada en el bolsillo. Lo primero evita discursos; lo segundo evita recaídas.

______________________________________________________________________________________

A las 9:18, mientras Valentina sacaba del sol los pinceles para que no se pusieran arrogantes, entró un DM que olía a pasado planchado:

Mateo (Cobalto | Galería La Terminal): “Vale, ¿cómo vas? Vi el piloto del barrio. Bien arriba. ¿Charlamos de un proyecto? Tengo una fachada en Centro Viejo + campaña. Sin compromisos. Café, 30 min.”

Ariana lo leyó por encima del hombro como quien mira el pronóstico del tiempo en viaje de egresados.

—“Sin compromisos” —repitió, y hizo una mueca de emoji profesional—. Traducción: con agenda.

Rosa escuchó “Mateo” desde la cocina y apareció con un plato de galletas armadas para debate serio.

—¿Es el Mateo que se cree té? Porque se deja en agua y se amarga —dictaminó.

Valentina respiró pacífico. Tenía práctica.

—Es trabajo —dijo—. Y si hay campaña, puede pagar pintura para la escuela. Voy, escucho, vuelvo.

Diego llegó con la cámara al hombro justo para escuchar “Mateo” y “campaña”. No se le cayó ningún gesto; se le desordenó el estómago, que es distinto.

—¿Querés que te acompañe? —preguntó neutral (de mentira).

—Voy sola. Cobalto está en La Terminal —respondió Vale, atándose el pañuelo—. Si se pone raro, palabra clave: te mando un “¿tenés la brocha grande?”. Vos caés como si te debiera plata.

—Dale —dijo él. Y, como se acordó tarde de los celos, añadió un chiste desinflador—: Y si hay neón, lo desenchufo.

Tita asomó con regadera.

—Tres preguntas, Vale —marcó—: para qué, para quién, y cuánto cuidan. Si contestan lindo y verdadero, seguís. Si no, te tomás el café y te vas.

Yo habría imprimido la frase para pegarla en el salón de actos, pero Tita no maneja imprenta: maneja abono.

____________________________________________________________________________________

La Terminal olía a pintura reciente que quiso parecer neutra y no le salió. Cobalto ocupaba una esquina con nombre en vinilo, plantas que parecían alquiladas y un escritorio de madera que daba seguridad sin exagerar. Mateo estaba igual, solo que con barba recortada de adulto funcional y camisa que decía “no me equivoqué”.

—Valen —sonrió—. Estás luminosa. El video con el barrio… auténtico. Se nota tu mano.

Valentina sonrió con casco invisible.

—Gracias. Vengo por el proyecto.

Mateo deslizó un dossier con sobresalto elegante: Fachada Centro Viejo + campaña. Moodboard con líneas largas (hola), amarillos (hola otra vez), y, en los márgenes, anotaciones de alguien que había observado de lejos y quería empaquetar sin lastimar.

—Buscan “optimismo comunitario” —dijo—. Pared de 20 x 6 metros, permisos al día, honorarios decentes. Necesitan relato para redes (ahí entrás con tu editor), dos activaciones en la plaza de enfrente, y un clip cierre. Cobalto lidera. Vos como rostro y diseño.

“Rostro y diseño” sonaba a halago con cinturón. Valentina sacó su cuaderno; la letra le salió paciente.

Para qué —dijo, anotando.

—Revitalizar el corredor cultural del Centro —respondió Mateo—. Marca pública + privada. No es lavar cara; es ponerle cara a una zona que la gente esquiva.

Para quién.

—Público de 14 a 60, vecinos primero. Barrio adentro, turistas después.

Cuánto cuidan.

Mateo sostuvo la mirada medio segundo más de lo debido. Le salió la respuesta que tenía preparada.

—Tu autoría va primera. El clip se edita con tu equipo. No te robamos tono. Y el presupuesto contempla materiales para tus talleres. Lo propuse yo.

Silencio breve. Valentina recordó la puerta de su casa hace meses, el torbellino gratuito, la promesa de “voy a ordenar todo” que esta vez sonaba ensayada. Esta vez, orden significaba contrato.

—Condiciones mías —dijo Vale—: si aparece gente del barrio, se pide permiso y se agradece por nombre. Nada de “modelos”. La activación no interrumpe la vida: se adapta. Y el copy lo reviso yo antes, no después.

Mateo asintió como quien suma puntos.

—Hecho. Te quería por eso. Y porque sos Limonada, aunque no lo digas —sonrió, sabiendo más de lo que debía—. No voy a usar el apodo; te pertenece.

A Valentina se le tensó un músculo chico en la nuca.

Eso queda fuera de esta sala —dijo, simple—. Si vas a trabajar conmigo, trabajás con Valentina Solís.

—Perdón —rectificó él, impecable—. Valentina Solís, muralista.

Entró Vicky (sí, la misma del neón, hoy en pasantía múltiple), con una bandeja de vasitos que simulaban café.

—Perdón, ¿alguien pidió…? —se quedó mirando a Vale como quien ve a un reel vivo—. Soy fan del perro que se acuesta en la sombra.

—Chicho —dijo Vale.

—Ese mismo —dijo Vicky, feliz por acertar un nombre.

Mateo retomó:

—Puedo enviar pre-contrato. Si querés, sumamos a tu editor al call de la tarde. ¿Diego, no?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.