Un Amor de Locos

Rumor con hélices

Si el internet te regala un corazón sobre una foto, no discutas con el corazón: discutí con quién puso el corazón. Y respirá: a veces el algoritmo es solo un tío entrometido con mala vista.

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A las 19:00 en punto salió la pieza del mural de lluvia. Copy chiquito, aire grande, créditos claros. Todo según manual vereda. El Patio la proyectó tres veces y Taza Justa sirvió “dos cafés donados por cada mil vistas bajo nubes simpáticas”. El barrio hizo lo suyo: mirar, comentar, pasarle el video a quién se lo perdió a dos cuadras. Hasta ahí, paz.

A las 19:26, Brandon subió una historia con la toma alta (la buena, la recta) y un texto impecable: “vista de contexto, 8s, gracias por invitar”. A las 19:31, un tercero —usuario con nick de promo telefónica y avatar de nube— subió un collage: arriba, Vale sujetándole el micrófono a Brandon (foto de backstage que alguien pescó desde el balcón de Mecha); abajo, una captura del video. Título: “nueva pareja creativa 💙🌀”.

A las 19:37, el collage estaba en tres cuentas de chismes locales, dos grupos de barrio y una radio que confunde velocidad con periodismo. Alguien le agregó “confirmado”. Confirmado por quién, no se sabe.

Diego lo vio en la mesa de edición de El Patio. Hizo zoom con los dedos como si el gesto pudiera cambiar la realidad. No cambió nada. A la izquierda de la foto se veía la mano de Ariana sosteniendo cinta, a la derecha se adivinaba la oreja de Sergio. Pero el recorte ya estaba hecho con tijera mala: Vale + Brandon, foco suave, micrófono entre ellos, corazón encima. Click. Listo el titular.

Y sí: le picó. No por Brandon (que venía jugando limpio), sino porque, si iba a haber un corazón dibujado cerca de Vale, Diego habría preferido ser él en esa esquina del recorte. La mandíbula amagó a apretar; la soltó. Respiró por la nariz, contó tres cables (foco, audio, energía) y se guardó el impulso imprudente en el bolsillo donde van los mensajes no enviados. Celos con cinturón: ajustados, sin ahogar.

—Respirá —dijo Ariana, que ya había llegado con la extintora verbal—. No respondemos a corazones ajenos. Contestamos con pieza y con crédito. Ya está publicado. Pineo lo nuestro.

—¿Y si llamo a Brandon para que baje su historia? —preguntó Diego, sabiendo que era injusto. Lo preguntó por deporte interno; sabía la respuesta antes de decirlo.

—No —cortó Vale, sin alzar la voz—. La de él está bien. La del collage no es de él. No es mi primera vez en internet; no me voy a poner nena. Pineá el crédito, Ari. Y pasemos a lo nuestro.

Eso dijo Vale con la boca. Con la panza, se le apretó una bolita chiquita. No por Brandon (cero), sino porque conocía esa sensación: el día hermoso al que le cae un mosco en el vaso.

Rosa vio la imagen, chasqueó la lengua y repartió galletas como para apagar incendios.

—A la próxima, el corazón se lo pegamos a Chicho —dictó. Chicho ladró ocho sílabas.

Ariana clavó el comentario oficial debajo de la pieza:

“La toma alta es de Brandon (gracias). La mezcla, el corte y las manos de la pared son del barrio (y de Vale). Por acá trabajamos a ras de vereda. 💛”

Lo pineó. Sergio sumó desde El Patio: “Vista técnica invitada; pulso de siempre.Taza Justa: “Café en tazas, crédito en letras.Ocampo: “Se arregla micrófono y rumor: herramientas en caja.

No cambió el algoritmo. Cambió el clima. A veces alcanza. Y Diego, con el cinturón bien puesto, se quedó donde debía: al lado de Vale, no encima del rumor.

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A las 10:02 del día siguiente estaban en Los Tres, la panadería, con Mecha & Rubén frente al horno. Campaña de barrio versión propuesta alternativa: si la municipalidad insistía con “pareja real”, que aprendiera cómo se ve una.

Ariana tenía guion mínimo:

—Ustedes hacen lo que hacen siempre —explicó—. Yo traduzco. No hay poses. Si quieren decir algo, lo dicen. Si no, amasan.

Mecha se secó las manos en el delantal.

—Nosotros nos miramos poco, eh —advirtió—. A esta altura, nos sabemos.

—Mejor —dijo Diego—. La mirada que queremos es la del pan.

Grabaron a ras de harina: la mesa enharinada como nieve útil, los dedos de Rubén marcando la presión justa, la risa breve de Mecha cuando el primer pan sale con oreja rebelde. Vale sostuvo el reflector con la mano izquierda y con la derecha recogió una miga fugitiva; no por hambres, por cariño.

—¿Cómo se conocieron? —preguntó Ariana, sin voz de periodista.

—En el Mercado La Teja —dijo Mecha—. Yo vendía bizcochos en una caja de cartón. Él me prestó un cajón de madera porque el cartón se humedecía todo.




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