Desde que tengo memoria las palabras siempre han sido mi refugio, mi manera de entender el mundo. Hoy mientras el café se enfría sobre mi escritorio, y el cursor parpadea en la pantalla en blanco, siento el peso de todas las historias que aun no he contado.
Mi nombre es Mía y soy escritora, desde que era pequeña me fascinaba los libros, las historias de amor y sobretodo escribir. A principio empece escribiendo cuentos, pero cuando llegue a la adolescencia eso cambio. Soñaba con el príncipe azul como cualquier jovencita, y empece a buscar información de como ser una escritora de éxito y desde entonces no he parado. Ahora con veintiún años ya voy por mi tercera novela, escribo para encontrar algo que nunca he tenido: Un amor tan real y profundo como los que invento. Es curioso ¿no? Crear personajes perfectos, con sus virtudes y defectos, y luego desear que fueran tan reales como el suelo bajo mis pies.
Por eso estoy aquí en mi pequeño rincón del mundo: un departamento lleno de libros, con una ventana que da a un callejón que nunca deja de oler a pan recién horneado de la panadería de abajo. Es mi lugar seguro. Es donde mi imaginación puede volar…y donde empiezo a preguntarme si estoy destinada a vivir mas en mis historias que en la realidad.
Mis dedos se posan sobre el teclado, dudando. La idea esta ahí, latiendo en mi mente, pero cada palabra que intento plasmar se me resbala de los dedos. Respiro profundo, dejando que el aroma del café me calme.
“Tristán”.
El nombre aparece en mi mente, claro como el agua, como el sonido de la primera gota al caer contra el cristal. Mi corazón da un pequeño salto, como si algo profundo en mi interior reconociera ese nombre antes de que mi mente pudiera procesarlo.
Empiezo a escribir:
“Tristán tenía una mirada tan profunda que cualquiera se sentiría amado solo con su presencia. Alto, moreno y atractivo, poseía un aura magnética. Era valiente como nadie, dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su propia vida, por la persona que amaba. A pesar de su coraje, también era increíblemente romántico y cariñoso, con una sensibilidad que parecía infinita.”
La escritura fluía con una intensidad que me asustaba. Nunca antes había experimentado una conexión tan poderosa con ninguno de mis personajes. Era como si Tristán no fuera ficticio, sino parte del mundo real. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y sentí la piel erizarse. Cerré el portátil de golpe, decidida a tomarme un descanso.
Fui al baño con la intención de darme una ducha y relajarme, pero mientras las gotas resbalaban por mi rostro, un nombre se repetía insistentemente en mi mente: Tristán. No podía dejar de pensar en él, en su mirada intensa y en esos ojos oscuros que parecían observarme desde algún rincón de mi imaginación. Quizá pasar tanto tiempo inmersa en mis novelas, dejando mi propia vida en pausa, comenzaba a pasarme factura.
Tenía una familia que siempre me apoyaba y amigos leales de toda la vida, pero últimamente apenas los veía. No había nada que disfrutara más que refugiarme en mi casa, especialmente en los días lluviosos. Mi apartamento, aunque pequeño, era un rincón acogedor donde encontraba paz.
Salí de la ducha y me miré en el espejo. Comencé a secarme el cabello con la toalla, luego lo peiné con cuidado. Mi melena era larga y ondulada, de un rubio oscuro que caía suavemente sobre mis hombros. Las cejas, de un tono más oscuro, contrastaban perfectamente con mis ojos color ámbar, dándoles un brillo especial.
Me puse el pijama y volví a la silla ahora mas relajada. Abrí la pantalla de mi portátil para continuar con la historia de Tristán.
“Tristán conoció a una muchacha con una gran belleza y corazón y era delicada como una flor, sintió un flechado al instante. Sabia que haría cualquier cosa por ella. Pero su amor pronto fue truncado por un hombre malvado llamado Julius. Era un hombre sin escrúpulos, que tenia envidia de la valentía y decisión de Tristán, quería toda su vida, incluso a su amada…”
El estruendo de un trueno me arrancó de mis pensamientos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, dejándome con una extraña sensación. Afuera, la lluvia comenzó a caer lentamente, como si reflejara lo que estaba escribiendo, un eco silencioso de mis emociones.
La lluvia golpeaba la ventana, llenando mi habitación de una calma extraña. Me acurruque un poco mas en la silla, con la manta sobre mis hombros y la mirada fija en la pantalla de mi portátil. Cada palabra que escribía sobre Tristán parecía tener vida propia, como si el fuera mas que un personaje, como si pudiera cruzar la frontera de mis pensamientos y tomar forma en el mundo real.
Tristán era todo lo que alguna vez había soñado: valiente, leal, cariñoso, romántico con una mirada oscura llena de misterio. Y cuanto mas escribía sobre él, mas real se sentía, como si existiera en algún rincón escondido de mi vida, esperando que yo lo encontrara. Debía seguir escribiendo.
“ Tristán estaba decidido a proteger a su amada a cualquier precio; por ella, sería capaz de todo, incluso de lo imposible.”
De repente el parpadeo de las luces me saco de mi ensoñación, y en un segundo, todo se sumió en una oscuridad absoluta. Un apagón. Suspire, molesta, e intente no dejarme llevar por el pánico; era solo un corte de luz. Sin embargo, había algo en el ambiente, una extraña sensación de que no estaba sola, pero descarte ese pensamiento, no podía ser, estaba totalmente sola.
Me acerque lentamente al cajón de la cómoda y cogí unas velas que tenia de emergencias para ocasiones como esta, no era la primera vez que pasaba esto en días de lluvias, encendí las velas alrededor del escritorio y proseguí a escribir mi historia. No solía tener miedo a la oscuridad, pero esta sensación me perturbaba.
Y entonces lo escuche: una respiración suave detrás de mi, tan cerca que sentí su calor. Contuve el aliento y me gire lentamente, sin esperar encontrar nada. Pero allí estaba él.