Un Amor De Novela, Mas alla de las paginas

Capitulo 3

La pantalla de la computadora brillaba intensamente frente a mí, y mis dedos apenas se daban un respiro mientras golpeaban frenéticamente el teclado. Tristán se había quedado quieto a mi lado, observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación. Cada vez que alzaba la vista hacia él, me aseguraba de que seguía ahí, sólido y presente.

Pero en el fondo de mi mente, una pregunta me atormentaba: ¿cuánto tiempo podría mantener esto? No podía escribir sin parar para siempre.

—Mía, tienes que descansar —dijo Tristán finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era grave, pero ahora contenía una nota de ternura—. No puedes hacer esto toda la noche.

—No puedo parar —repliqué sin apartar la vista de la pantalla—. Si lo hago, podrías…

—Podría desaparecer —completó él, con un tono calmado pero firme—. Pero no creo que este sea el camino.

Me detuve un momento y lo miré. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos con intensidad, como si tratara de transmitirme que, pese a la situación, él no tenía miedo. Yo, en cambio, estaba aterrorizada.

—¿Y si no hay otra manera? —pregunté en voz baja.

Tristán se acercó y colocó una mano sobre mi hombro, cálida y fuerte. Su contacto me hizo dar un pequeño respingo, no porque me asustara, sino porque me recordaba cuán real era, cuán tangible se había vuelto el hombre que había imaginado mil veces en mi mente.

—Confía en mí —dijo suavemente—. Hay una razón por la que estoy aquí. Esto no puede depender solo de un teclado y palabras. Si el destino me trajo hasta ti, entonces juntos encontraremos la manera de solucionarlo.

Su confianza me hizo bajar un poco la guardia, pero mi mente seguía nublada por las dudas. Apoyé los codos en el escritorio y hundí el rostro en mis manos, sintiéndome al borde de las lágrimas.

—Esto es demasiado, Tristán. No sé cómo manejarlo.

Él se arrodilló frente a mí, quedando a mi altura, y me tomó suavemente las manos, alejándolas de mi rostro.

—Mía, tal vez necesitas respuestas, pero no las encontrarás aquí, encerrada en esta habitación. ¿No crees que tu historia podría darte alguna pista?

Lo miré confundida por un momento antes de que sus palabras hicieran clic en mi mente. Mi historia. Por supuesto. Tal vez había algo en las páginas que ya había escrito, algo que no había notado antes, alguna clave que explicara esta conexión mágica entre nosotros.

—Tienes razón —murmuré, levantándome de golpe—. Tengo que revisar el manuscrito.

Me dirigí a mi estantería, donde guardaba una copia impresa de los capítulos que había escrito hasta ahora. Tristán se levantó y me siguió, observando cada uno de mis movimientos con la misma cautela de antes. Cuando saqué el manuscrito y hojeé las páginas, una sensación extraña me recorrió. Las palabras, que antes parecían meramente ficción, ahora estaban cargadas de significado.

—Si hay algo aquí que explique por qué estás aquí, lo encontraré —dije, más para mí misma que para él.

Tristán permaneció en silencio, pero su presencia era reconfortante. Mientras me sumergía en las páginas, no podía evitar sentir que estábamos dando el primer paso en un viaje que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Pasé las páginas del manuscrito con manos temblorosas, repasando cada línea, cada palabra, en busca de algo, cualquier cosa que pudiera explicar cómo Tristán había cruzado de mi imaginación a la realidad. Las letras bailaban frente a mis ojos, familiares pero ahora cargadas de un significado inquietante.

Tristán permanecía a mi lado, observándome en silencio, como si cada página que giraba fuera una cuenta regresiva para algo que no comprendíamos.

—Aquí está todo lo que he escrito sobre ti —dije, rompiendo el silencio y dejando caer el manuscrito sobre la mesa con un golpe seco—. Pero no veo nada que explique esto.

Él tomó el manuscrito y comenzó a hojearlo con curiosidad, aunque sus manos eran torpes con las páginas, como si no estuviera acostumbrado a manipular papel de esta calidad. Cuando llegó al final, se detuvo y frunció el ceño.

—Hay algo aquí —dijo, señalando una página que parecía sobresalir del resto.

Me incliné hacia él y vi que una hoja del manuscrito, al contrario de las demás, no tenía el mismo color ni textura. Era más vieja, amarillenta y rugosa al tacto, como si hubiera sido arrancada de otro lugar y luego insertada en mi manuscrito.

—¿Qué es esto? —pregunté, desconcertada.

Con cuidado, desdoblé la hoja. Lo que vi me dejó helada: no era algo que yo hubiera escrito. Las palabras estaban en una caligrafía elegante, diferente a la mía, y escritas en tinta negra que parecía haber sido trazada hacía siglos.

"A quien dé vida a estas palabras, cuidado:

El mundo que imaginas y el mundo que habitas no deben cruzarse.

El que cruce, estará atado al hilo de la narración,

y su existencia dependerá de las palabras que lo sostengan.

Solo cuando la historia termine, el hilo se romperá…

pero con ello, también su vida se apagará."

Mi respiración se detuvo, y el papel cayó de mis manos, aterrizando sobre el escritorio con un suave crujido.

—¿Qué significa eso? —preguntó Tristán, su tono era grave.

—Es… es una maldición —murmuré, con el pecho apretado—. Esta hoja nunca la escribí. No es mía.

Lo miré con los ojos llenos de terror. Todo cobraba sentido. Tristán estaba aquí porque el manuscrito estaba maldito. La historia que había escrito lo había traído a mi mundo, pero ahora su vida dependía de las palabras que escribiera. Y peor aún, si la historia llegaba a su final, Tristán desaparecería para siempre.

—¿Entonces mi vida está atada a este libro? —preguntó, su voz baja pero cargada de tensión.

—Parece que sí —susurré, sintiendo un nudo en la garganta—. Y si dejo de escribir o termino la historia…

—Moriré —completó él, su tono firme, aunque un destello de miedo cruzó por sus ojos oscuros.

Nos quedamos en silencio, ambos procesando la gravedad de lo que acabábamos de descubrir. Tristán tomó el papel viejo entre sus manos y lo miró fijamente, como si quisiera desafiar las palabras con su propia fuerza de voluntad.




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