Un amor de otro mundo

Capítulo 2.- El cascabel te dirá dónde está tu otra mitad.

En tanto Reyna había salido corriendo como alma que llevaba el diablo de aquel sitio, estaba a punto de volverse loca, mientras corría asustada veía como el ave de antes la seguía a la distancia.

 

Múltiples voces susurraban a su paso, pero Reyna no era capaz de ver a nadie, el ave cantaba y las voces se disipaban a su paso, pero no el pánico en ella, ese se volvía cada vez más grande. A medida que se alejaba de la tienda de Atana, veía como la civilización volvía a su vista, como si antes estuviera en un lugar lejano.

 

Al escuchar el sonido del urbanismo, instintivamente se detuvo giro sobre sus pies y se encontró con que había regresado a la florería en la que antes había estado, pero algo curioso llamó su atención.

 

El sitio estaba cerrado, y no parecía haber sido cerrado recientemente, el polvo cubría gran parte del edificio, la pintura de los muros estaba rasgada, los estantes del exterior torcidos y algunos oxidados posiblemente por las lluvias, los restos de flores marchitas que murieron dentro podían verse a través de las ventanas del deteriorado lugar casi hechas polvo, aquella hermosa tienda que Reyna vio antes estaba definitivamente abandonada.

 

Frustrada se frotó los ojos con sus temblorosas manos, vio su alrededor para confirmar que era el mismo sitio y efectivamente lo era, incluso su teléfono estaba de acuerdo.

 

  • ¿¡qué demonios!? — exclamo asustada con los ojos como platos.
  • ¿Le sucede algo señorita? — le preguntó una mujer joven que salió de un restaurantillo a la distancia a dejar un par de cajas en un recipiente, la dueña parecía tener un manejo de la lengua extranjera envidiable.
  • ¿Este sitio…? — alcanzó a preguntar Reyna señalándolo con su dedo vacilante.
  • ¿La florería? —  dijo en cuanto vio hacia donde señalaba la extranjera — ha estado cerrado desde que la dueña falleció — dijo amablemente la mujer sacudiéndose las manos.
  • Eso no es posible, yo… es decir ella…. Mi flor… — balbuceaba Reyna sin sentido ahitando las manos descontroladamente.
  • ¿disculpe…? — dijo la mujer desconcertada, haciendo que Reyna aceptara el hecho de que si algo no estaba sucediendo ella estaba enloqueciendo y la segunda no podía ser una opción.
  • ¿hace cuánto falleció…? — preguntó Reyna asustada tratando de mantener la cordura como Bianca se lo habla sugerido antes del viaje.
  • Hace como tres años más o menos, un auto entró por esa ventana — señalo una ventana del lado derecho de la florería que estaba rota. — según la policía, el hombre que conducía el auto se había quedado dormido al volante, eso provocó que ambos murieran, el chofer y joven mujer, fue algo tremendamente fuerte para su esposo, era el día de su aniversario, imagínese. — dijo con pesar la mujer sujetando sus manos contra su propio pecho. — disculpe. ¿usted era su conocida? — preguntó curiosa la mujer.
  • No.  — dijo apresurada Reyna. — gracias por la información, debo irme — alcanzo a decir antes de alejarse de la mujer.
  • ¿señorita… segura que está bien? — se escuchó a la mujer decir a la distancia, pero no tuvo respuesta.

 

Tras dar un par de pasos tensa, respiró hondo, saco de su bolso un paño de papel y se limpió el sudor del rostro, sus piernas temblaban, contrastando con su alrededor que seguía a su propio ritmo como si nada sucediera.

 

Reyna comenzaba a calmarse cuando vio en un mural a su lado izquierdo, en él había una pequeña mesilla de madera con flores, inciensos y una fotografía, en aquel marco de metal un rostro que ella estaba segura de haber visto antes, el Hombre del taxi que antes le dijo como llegar, sin duda era él y había muerto también.

 

Al acercarse al muro con la mesilla, vio de cerca trozos de periódico en el que el vehículo aparecía el día del accidente y evidentemente era el chofer que se estrelló en la florería, la sangre de Reyna se heló, no pudo con el pánico y comenzó a correr sin dirección aparente.

 

Su mente solo le daba vuelta una y otra vez a la misma cuestión: Ella había estado hablando con muertos, el terror la hizo cruzar la calle principal sin fijarse en el semáforo, sus piernas congelaron en cuanto sus oídos se percataron del sonido de un clacson, las personas a su alrededor murmuraban asustadas, Reyna creyó por un segundo que había muerto, pero ese no fue el caso, algo había tirado con fuerza de ella.

 

Sobre el pavimento caliente su mano reposaba, a su alrededor muchas personas hablando y viéndose unas a otras, ese incidente la hizo volver a la realidad: estuvo a punto de morir de no haber sido por un joven de ojos color miel que la sostenía del brazo mientras le servía de colchón.

 

El apuesto desconocido la sujetaba de su brazo izquierdo del que tiro para sacarla del camino del autobús, mientras su otro brazo estaba alrededor de la cintura de ella, Reyna estaba sobre el hombre a una distancia en que el rostro de ambos se rozaba con la punta de la nariz como en las historias que ella solía leer, habría sido algo romántico si no hubiera tantas personas viéndolos.




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