Un amor de verano

Introducción

Cómo dije iban a empezar las vacaciones del penúltimo año de preparatoria. 

Todo iba bien, monótono, pero tranquilo. 

Me gustaba la tranquilidad en mi vida, lo poco relevante de ella y sus días cotidianos. Aunque con el paso del tiempo me di cuenta de cuánto lo detestaba en silencio. Ahora sé que jamás hubiera querido que mi vida siguiera siendo tan monótona. 

Te cuento, el primer año fue un tanto difícil. 

El primer año siempre era difícil. 

No era muy sociable, no tenía amigos y en los recesos solo era acompañada por la soledad. No hablaba más que para participar en clases, aunque definitivamente, era un tanto gruñona y desesperante cuando agarraban mis cosas si mi permiso. 

¿Saben lo fastidioso que es mirar a alguien utilizando un objeto tuyo y que andén jugando con él, o simplemente haciendo mal uso de él? 

¿No? Bueno, pues yo sí. Y me sucedió con una perforadora de hojas pequeña, de esa que son de mango que parecen pinzas, pero que hacen hoyitos a la hoja. Era muy práctico la cosa esa a la hora de perforar trabajo etc. Y bueno, ustedes dirán que solo es una siemple perforadora de hojas y ya. Eso lo sabía, pero no quitaba que odiara que la tomaran cuando estaba guardaba en mi bolso y me distrajera un instante y cuando veía ya la tenía ellos como si fuera un juguete. 

Prosigo, me desvíe, a más de la mitad de curso aún no tenía amigos. Sí, con algunos compañeros intercambiaba una que otra palabra o formaba parte de su grupo de amigos en los recesos de vez en cuando y chalala, pero eso no impedía que me sintiera fuera de lugar. Quería mi grupo de amigos con los cuales fuera yo misma y pertenericiera sin ser otra extremidad sobrante. 

Lo obtuve a finales de ese primer año cuando llegaron nuevas estudiantes. Dos para ser específicas. 

La primera: Megan Villanueva. Se convirtió en la amiga más cercana que pude tener en ese tiempo. 

La segunda: Alice Santos. Con ella no hablaba hasta ya después para convertirse en mi mejor amiga. 

Creo que me estoy adelantando. 

Megan se hizo, como mencioné antes, muy buena amiga mía; con ella hablaba, reía y jugaba. Me sentía bien, aunque, un poco forzada al ultizar modismos que no eran parte de mí. Supuse que debía ser así si quería encajar por completo con ella... Y después descubrí que no debe ser así...

Megan tuvo una relación amorosa con un chico del salón: Miguel. Un chico muy alto, callado y exuberante. De piel morena, cabello negro lacio. 

Debo decir que gracias a esa relación en la que me vi envuelta como Celestina me ayudó a ampliar mi grupo de amigos. 

Por ella me hice amiga de él y también de Alice Santos, ya que, al tener a Megan como amiga en común nos facilitó mucho la cercanía. 

Cuando iniciamos el segundo curso de preparatoria tuve un cruhs algo intenso. Su nombre es Evan, era un chico callada pero intrépido, inteligente y le gustaba la música rock. En ese entonces, mi personalidad era un revoltijo de gustos. Sin embargo; ya tenía por la separación de lo que sí y lo que no. O más o menos. 

Con él mi yo sé formó. Me pegó algunos gustos de él. Algunos eran buenos y otros definitivamente no tanto. Él ayudó con mi definición y no, no es que fuera camaleónica ni nada, solo fue la base para encontrarme al igual que con mis amigos. 

En definitivo hubo varios gustos que prefería ver desde lejos. 

Él era mi cruhs. Un poco más que yo, de piel blanca y cabello negro ondulado. Me gustaba mucho, y más los lunares que poseía en su rostro de niño, el de la mejilla izquierda y el del mentón. 

Quién hubiera dicho que iban a ser reemplazamos por un par de hoyuelos en las mejillas.

Todo marchaba de maravilla; tenía amistades concretas, un cruhs del que se enteraron mis amigos y fui el blanco de las burlas por un largo tiempo —típico de los amigos—, tenía buenas notas, no las mejores, pero eran buenas. Además de que me había inscrito ese segundo y tercero año en el anuario estudiantil dónde conocí a mis otros dos amigos: Jessica Fuentes y Sebastián López. 

Nuestro trío se hacía conocer por lo que hacíamos en el anuario, aunque, nadie le daba la importancia necesaria. 

A meses de terminar el tercer año pensé se todo iba a acabar igual que con los anteriores; con amigos, una actividad extracurricular en la cual distraerme, un cruhs imposible y con la despedida de un buen amigo Sebastián porque él era del último año y se marchaba para la universidad. 

Pensé que iba a ser tranquilo y sin nada interesante, pero me equivoqué. 

Bien dicen que no hay que hablar antes de tiempo...

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