Un amor de verano

4| Recuerdos y algunas personas más

4| Recuerdos de dolor y un grupo juguetón.  


La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos que cuando quise darme cuenta ya era viernes otra vez. 
Megan al día siguiente me había puesto al tanto con todo respecto a Justin y su relación y según dijo habían regresado y que todo está bien con ellos. Era la tercera vez que regresaban. Recuerdo esa primera ruptura. Tan rara y dolorosa para él, agregando el hecho de que… 


«— ¡Megan, ven acá! — gritó Justin a nuestras espaldas. En su voz se teñía el desespero y la aflicción, eran tan claras a oídos de cualquiera que lo escuchara.


Megan nos arrastraba por el corredor a Alice y a mí como si de muñecas de trapo se trataran. Cada una protestaba por diferentes razones: Alice por ser jalada tan bruscamente del brazo; Megan exigía que él la dejara en paz y yo, yo solo pedía que redujeran el paso, mis piernas no eran tan largas como las suyas como para ir a su ritmo.


— Deberíamos no, deberías escucharlo Megan. — dije tratando de detenerla.  

— ¡No! Ya me harté que sea así. — exclamó ella.  

— ¿Así cómo? — preguntó Alice con la voz algo agitada.  

— ¡Así! De intenso.  

— Pero solo trata de arreglar lo que sea que haya hecho para estar bien contigo. — repliqué.  

— Pues yo no quiero.  

— No es que quieras, es que debes hacerlo. — espetó Alice.  

— Es que… 

— ¡Megan, por favor! — se escuchó la súplica de Justin cada vez más lejos. Volteé hacia atrás y lo vi ahí, perdiendo las fuerzas y la esperanza de poder arreglar su relación.  


— ¡Megan ya! Míralo, está mal y tú solo haces un berrinche. — exclamé deteniendo mi paso y zafando su agarre bruscamente. Ambas se detuvieron al son de mí. Una por voluntad y otra con renuencia.  

— ¡Pero me engañó! — chilló dando pataletas. Rodé los ojos y antes de hablar Alice tomó la palabra.  

— No lo hizo. Solamente habló con su prima, otra cosa es que tu hayas pensado otra cosa.  

— Ajá, claro. Su prima — habló Megan con sarcasmo.  

— ¡Megan, ve y arreglen sus cosas! Deja de ser tan infantil. — dije encaminándola en dirección a Justin que se había detenido al son de nosotras. Supuse que a la expectativa de nuestra pausa.  

— ¡Ya voy! Pero aun así no cambiaré de parecer — advirtió yendo hacía él. Alice y yo admiramos el intercambio de palabras. Uno era suplicante y el otro estresante. Alice me tomó del brazo para luego encaminarnos a otra parte del colegio. Ambos íbamos en silencio y una que otra vez miraba hacia atrás solo para regresar la mirada al frente de inmediato por el apretón en mi brazo.  

Llegamos al aula de matemáticas para al cabo de unos minutos diera comienzo. En ningún momento hablamos. Ella le puso atención al profesor y yo… yo me perdí en mis pensamientos. Pensando en la discusión que habían tenido mis padres un día antes y en como odiaba ver a mamá derramar lágrimas de impotencia, de coraje y de decepción. Yo también lo estaba y también las derramé al ver en lo que papá era. Y al ser consiente que el pedestal en el que algún día lo tuve, se derrumbó y ya no quedaba nada de él.  
Recordar que algún día lo quise tanto y en ese momento dudaba que quedara un poco.  

— Rose... 

Dolía saber que…  

— Rose…  

…Me ahogaba sola…  

— Rosalie…  

Como la gente pensaba que tenía a la familia perfecta… 

— ¡Rosalie!  

Exclamaron lo suficientemente fuerte para hacerme caer de mi nube. Volteé en dirección a la voz con los ojos nublosos por las lágrimas retenidas, miré a través de ella a Alice que me miraba hartada para luego darme una preocupada.  

— ¿Estás bien?  

¿estoy bien? No. No lo estoy  

— Sí.  

— ¿Segura?  

No 

— Segurísima. Vámonos. — dije al ver que la clase ha había terminado. Recogí mis cosas y salí al pasillo sin esperarla. No quería preocuparla por mis cosas. Demasiado malas eran para que ella me diera esa mirada que odiaba: 

La compasión y lastima. 

Seguí caminando mientras sentía una presencia detrás de mí. Supuse que era Alice.  
A nada de llegar a la siguiente clase me detuve abruptamente ocasionando que la persona que venía detrás chocara contra mí. Lo que sucedía a unos cuantos pasos me dolió indirectamente.  

Eran Justin con sus amigos recogiendo del cesto de basura un cartel con la leyenda “Te extraño, perdóneme” y una M y J encerrado en un corazón. El lettering era bonito y con detalles algo difíciles y el corazón no era uno cualquiera, no, era uno con efecto de sombra y 3D.   
Alcance a mirar a Justin quien tenía los ojos llorosos y la cabeza gacha y a Megan con una cara tan indiferente y altanera… me dolió y enojó que ella fuera tan tonta y desalmada para hacer eso…—»  


Nunca supe cómo es qué terminaron juntos de nuevo aquella vez ni en las ocasiones que le siguieron y mucho menos la reciente. Le atribuía a eso de que el amor es tonto y ciego. No lo sabía. 
Caminaba por los pasillos sintiendo el peso del suelo en mis párpados. Odiaba los viernes por ser el día más pesado respecto con las materias, pero también los amaba porque daban el inicio de un descanso. 

Algo corto, pero aun así era un descanso.  


— Rose — gritaron mi nombre, volteé hacia mi lado derecho y miré a Alice junto con Alex y…  

¡Por todos los dioses!  

Caminé hacia ellos con paso nerviosa y mientras más me acercaba el pulso más se aceleraba. Respiré por la nariz repetidas veces con disimulo en un inútil intento de calmarme.  

— Hola, niños.  

— Hola — dijeron al unísono.  

— ¿De qué hablan que se les nota muy entusiasmados? — pregunté sin dirigirme a nadie en especial, aunque en el fondo deseaba que Evan me respondiera.  

— Es que el lunes nos dejarán ver el partido — respondió Carlos mandando muy lejos aquel deseo.  

— ¿Cuál partido?  

— El de México contra Brazil

— Ehmm… ni idea que había partido.  

— ¡Pero si es el balón de oro! ¿cómo no lo vas a saber?  

— Mm… pues perdón, pero no me gusta el fútbol.  

— ¡Muy mal, Rose! ¡Muy mal! — exclamó Alan en un regaño.  

Me reí rodando los ojos divertida. Me caían bien, eran buenos chicos. Aunque a veces se pasaran de idiotas. Eran el típico grupito revoltoso; Alan Olivares, Carlos Méndez, Archie Jones; agregando a Alex Murphy y Evan Monrich.  
Los dos primeros los traviesos y descabellados niños que endulzaban y divertían la vida de los últimos tres amargados y serios. Juntos eran un grupo juguetón y malicioso.  

Estuvimos platicando otro rato más hasta que llegó el profesor y tuvimos que entrar al salón para no ser regañados, aunque bueno, los únicos que recibían tremenda reprimenda eran Alan y Carlos.  
Esa era una de las ventajas que poseíamos por ser los buen portados y tranquilos del salón. Cosa que no éramos. O por lo menos no Alice y yo.  
 




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