PRÓLOGO
Mi nombre es María, ¿qué se puede decir de mi vida? La verdad es que no mucho, tengo lo que cualquier chica de 20 años quiere. Estudio en la universidad una carrera, tengo una familia que me quiere y unas amigas que adoro y que me quieren, haciéndome reír y estando para mí siempre que lo necesito. Pero en lo referente al amor… la verdad es que de eso no tengo nada.
¿Por qué? La verdad es que no lo sé. El amor no forma parte de mi vida, nunca me ha ido muy bien. Probablemente porque siempre me acabo fijando en la persona menos indicada. No porque sea una persona mala, tenga malas compañías o malas influencias, sino que siempre me he acabado enamorando de personas no correspondidas.
Eso a fin de cuentas te acaba doliendo y la herida se hace más grande, consiguiendo que no crea en el amor. El amor, ese que hace feliz, te provoca un cosquilleo en el estomago, hace que se acelere el corazón y te suden las manos, ese amor… Ese amor no existe, ese amor ya no lo quiero. ¿Para qué? ¿Para seguir sufriendo sin ton ni son? ¿Para pasarlo mal cómo todas estas veces…? Lo siento pero no. Estoy cansada.
El verano está a punto de comenzar. Nueva estación, tiempo para olvidar y para cambiar, tiempo para ser yo misma y disfrutar de mí y de los míos. Se acabaron los chicos, se acabó el amor, se acabó el sufrir.
Es hora de disfrutar, de quererme a mí misma, de ser yo misma, de no preocuparme, de reír, saltar y bailar.
Es hora de vivir el momento sin importarme nada ni nadie.
O eso es lo que yo pensaba. Decidida estaba pero que el destino quisiera todo eso para mí… La verdad es que creo que no. Se compinchó con el amor y me hizo vivir el verano más intenso de toda mi vida. ¿Por qué? Simplemente cambio todos mis esquemas, tú lo hiciste, volviendo a romper ese muro que me había puesto. Tú y solamente tú.
Aunque siempre habías sido TÚ.