EN MIL PEDAZOS
Cuando estaba vistiéndome para venir aquí no me esperaba ni en un millón de años que me encontraría con esta escena que estaba viendo. Mis ojos se cristalizaron y mis lágrimas pedían a gritos salir. No me esperaba para nada esto y la verdad, la verdad era que dolía mucho.
Blas… Blas se estaba besando con una chica, una chica que ni siquiera conocía ni sabía de su existencia. Seguía parada allí, quieta mirando cómo se besan, aunque más bien se están comiendo a besos. Entonces se separan y Blas me ve.
—Oh aquí estás —me dice sonriendo mientras se levanta de la silla—. Ven quiero presentarte a alguien —me sigue hablando mientras me ofrece el asiento vacío que hay en la mesa—. María ella es Anne —me presenta a la chica—, mi novia —termina de decir sonriendo.
En cuanto suelta esas palabras, en cuanto me dice que esa chica es su novia mi corazón se rompe en mil pedazos. Nunca, nunca pensé que llegaría este momento, que algún día lo viviría. Ese momento en el que Blas me dijera que tenía novia. Una novia de la que nunca me había hablado.
—Anne, ella es María —nos sigue presentando Blas—, mi mejor amiga —termina de decir.
—Encantada María —me saluda—. Blas me ha hablado mucho de ti —me sigue diciendo—. Espero que seamos grandes amigas —sonríe.
Mis piernas no me responden, me he quedado estática y sin palabras. No podía responderla así que lo único que fui capaz de hacer fue sonreír. Aunque mostré la sonrisa más fingida de toda mi vida.
Pero claro, ahora que lo pienso. ¿Cómo se iba a fijar Blas en mí? ¿Cómo? Si esta chica era espectacular, era preciosa. Su estatura era normal con un cuerpo de infarto. Su pelo era liso y largo, y sus ojos… eran espectaculares. Ella era sin lugar a dudas mucho más guapa que yo. Normal que se hubiera fijado en ella.
¿Y eso cómo me dejaba a mí? Pues sintiéndome como una mierda y no pintaba absolutamente nada aquí, no tenía sentido que estuviera aquí. ¿Por qué tuve que venir? ¿Por qué?
—Quería que la conocieras porque para mí ella es muy importante —comienza a explicarse Blas tras ver que no decía ninguna palabra—, y como eres mi mejor amiga… —sigue hablando—, quería que lo supieras —termina de explicarme.
¿Ahora? ¿Ahora quería que nos conociéramos? ¿Cuánto tiempo llevarían juntos? Ni siquiera ha sido capaz de decirme nada. Ahora lo único que quería hacer era marcharme de allí. No lo aguantaba más.
—Lo siento mucho Blas —consigo decir por fin—, no me encuentro muy bien —le digo una media verdad ya que no soportaba estar más en este sitio—. Me voy a casa —sigo hablando mientras me levanto de la silla—. Pásatelo bien— termino de decir mientras me giro para marcharme.
—Vale —me contesta Blas levantándose también de la mesa— ¿Quieres que te acompañe? —me pregunta sosteniendo mi brazo para pararme y que le mire.
—No hace falta cariño —habla ahora Anne mientras quita la mano de Blas de mi brazo— ¿No ves que está bien? —hace que la mire—. Anda quédate conmigo —le pide con un puchero.
Entonces ella se acerca a Blas y lo besa con ganas, cómo si me lo estuviera restregando por la cara. Pero yo no puedo más, así que salgo corriendo de allí, mientras mis lágrimas comienzan a surcar mi cara y viendo como Blas se da cuenta de que me voy.
—¡María espera! —grita Blas detrás de mí, sabiendo así que él me ha seguido.
Pero no paro y sigo corriendo, lo dejo allí parado. No miro hacia atrás, no lo hago y sigo corriendo hasta llegar a casa. Al llegar abro la puerta como puedo ya que las manos me tiemblan por los lloros.
—Hola cariño —me saluda mi madre—. ¿Cariño estás bien? —me pregunta al verme—. ¿No estabas con Blas? —vuelve a preguntarme extrañada supongo por verme tan pronto en casa.
—No me pasa nada mamá —le respondo a la primera pregunta intentando evitar que me viera la cara y descubriese que estaba llorando—. Y a lo segundo sí, estaba con él pero no me encontraba bien así que decidí volver a casa —explico—. Se quedó con su novia allí —termino de decir mientras me dirijo a mi habitación.
—¿Novia? —pregunta mi madre sorprendida—. Ohhh cariño… —me dice ahora entendiendo todo—. Lo siento tanto… —me dice mientras se acerca a mí para intentar abrazarme.
—No importa mamá —respondo mientras me separo de ella evitando que me toque—. Ahora solo necesito quedarme sola por favor —le pido y ella asiente comprensiva.
Entro en la habitación y cierro la puerta para por fin tirarme a la cama a llorar desconsoladamente.
Los minutos pasan haciéndose eternos cuando mi móvil comienza a sonar. Lo busco y cuando lo encuentro miro en la pantalla. Era Blas quién me llama pero decido no cogerlo, es más, lo vuelvo a dejar tirado por la cama hasta que deja sonar. Pero la cosa no queda ahí, Blas sigue insistiendo, no deja de llamarme, ni siquiera sé cuántas veces lo hace, por lo menos unas 20.