CAMINOS SEPARADOS
—Claro que tiene que ver —responde como si fuera obvio—. Tiene que ver y mucho —dice algo frío—. Las relaciones a distancia nunca funcionan. No podré verte más —explica sus argumentos—. No podemos estar juntos —finaliza.
—Ni siquiera lo has intentado —medio susurro mientras las lágrimas vuelven a salir de mis ojos apagados.
—Sé que no funcionará —dice seguro de sus palabras y de su decisión.
Al terminar de decir sus palabras no puedo evitarlo y lloro, no me entraba en la cabeza sus palabras, no entiendo lo que estaba diciendo. ¿Por qué no quería intentarlo? Solo es intentarlo, que menos que eso, intentarlo.
Me ha dolido, mucho, rompiéndome por dentro. No podía soportarlo más, ni siquiera quería verle, así que me levanto del banco y me marcho de allí, con paso firme y rápido, queriendo dejar todo atrás, con él.
Al cabo de unos segundos siento como Blas me sigue, así que corro porque no quiero verlo. Solo quiero estar sola, evadirme del mundo y pensar.
Sabía que me seguía pero me daba igual, en algún momento tenía que cansarse ¿no? Sigo corriendo hasta que llego a la playa, que no está muy lejos del parque. Me cansé de correr y me siento en la arena.
—¿Por qué? —hablo en alto— ¿Por qué tenía que enamorarme? —vuelvo a alzar otra pregunta al aire—. Le amo y lo único que ahora estoy haciendo es sufrir por él —doy un golpe con mis manos en la arena—. No tenía que haberme enamorado de él —dejo que mis pensamientos me colapsen.
De repente María echa a andar deprisa, haciendo que unos segundos más tarde, yo la siga. No quería dejar las cosas así, sin saber que me entendía, que comprendía mi punto de vista y sobre todo, que entendiera que era lo mejor para los dos.
Después de unos segundos, siente que la estoy siguiendo y comienza a correr hasta que llegamos a la playa. El lugar al que María más recurre para pensar y reflexionar. Me acerco lentamente cuando la veo sentarse, ya que no quiero asustarla.
Pero mis pies se detienen cuando la escucho hablar.
—¿Por qué? —habla en alto— ¿Por qué tenía que enamorarme? —vuelve a alzar otra pregunta al aire—. Le amo y lo único que ahora estoy haciendo es sufrir por él —da un golpe con sus manos en la arena—. No tenía que haberme enamorado de él —dice mientras se me encoje el corazón porque habla de mí.
Esas palabra me provocan un dolor, derrumbándose todo lo que sé, todo lo que siento. Nadie va a poder recomponer los trocitos que quedan de mí, solo ella.
Solo María.
Oigo los pasos en la arena de alguien que se acerca hasta mí por lo que me giro para ver quién es. Y sí, es él, Blas, la persona que me imaginaba que sería. Siento que se agacha a mi altura erizándome la piel.
—María —me llama casi en un susurro.
—¿Qué? —respondo algo borde porque quiero estar sola.
—Por favor –me pide—, entiéndeme, es mi sueño y… —intenta explicarse.
—Lo sé Blas —lo corto—, sé que es tu sueño, mejor que nadie —veo como se sienta a mi lado—. Llevas soñando con esto desde que eras pequeño. Pero lo que más me duele es que me dejes sin ni siquiera intentarlo aunque sea —digo mirando hacia el mar—. Me duele que tires por la borda estas semanas que hemos pasado juntos y que no intentes ni siquiera tener una relación a distancia —explico mis argumentos—. Sé que lo haces por mi bien, lo entiendo, no quieres que sufra por no tenerte a mi lado. Pero… ¿Sabes una cosa? —pregunto.
—No, dime —con los ojos aguados, estaba a punto de llorar.
—Prefiero sufrir porque no te veo, que no tenerte —confieso—. Lo prefiero porque vale la pena esperar solamente para verte aunque sea una vez al mes —una lagrima traviesa surca mi mejilla—. Eso significa más para mí que el no tenerte —lo miro a los ojos.
Al decir esas palabras dejo caer un peso grande, ahora me sentía un poco mejor. Soltar todo lo que quería decirle me hacía bien. Blas se acerca a mí y me besa apasionadamente.
—María te amo —me dice al separarnos—. No lo olvides –besa mi frente con dulzura.