DESAPARECER
Cuando la voz del altavoz anuncia mi vuelo a Madrid mi corazón se para de golpe y mis lágrimas también recorren mis mejillas como en las de ella.
No quería irme, quería quedarme con ella, seguir con nuestra relación aquí y no hacerla sufrir más.
La miro a los ojos y veo en su mirada todo el dolor que había en ella. Estaba sufriendo y no podía verla así.
—Me quedo —digo de repente—. No puedo verte así, no puedo estar sin ti —agarro sus mejillas con mis manos—. Está decidido —digo sin opción a que me contradiga—, me quedo —sentencio.
No sé si he oído bien lo que ha dicho. Acaba de decir que se queda por mí y es lo más bonito que habían hecho y dicho por mí. Pero no podía, no podía dejar que arruinara su sueño por mi culpa, yo no quiero ser el motivo.
—¿Pero qué estás diciendo Blas? —pregunto intentando entender su cambio de planes.
—Me quedo contigo —afirma lo que había entendido—. Lo dejo —me dice.
—Ni loco —digo con voz elevada—. Tú te vas —ordeno con voz autoritaria.
—No, no me voy —dice convencido.
—Sí, sí que te vas —le digo agarrando sus manos—. No voy a dejar que arruines tu sueño, tu futuro por mí —explico mi posición y el porqué quiero que se vaya.
—Pero… yo te amo —me dice triste.
—Lo sé —sonrío tontamente—, no voy a olvidarme nunca pero tienes que hacerlo —insisto—. Estaré aquí y te apoyaré siempre aunque sea desde la distancia —cojo sus mejillas entre mis manos para mirarle a los ojos.
—Tengo miedo a perderte para siempre —agacha la cabeza en tono triste.
—No lo harás —intento convencerlo—, no me perderás, te lo prometo —sonrío y veo que él lo hace también.
—¿Me esperarás? —me pregunta con un puchero.
—Siempre —respondo—. Siempre te esperaré —hago una promesa que espero poder cumplir.
Me acerco y vuelvo a besarle. Lo amo.
Se va a ir, sé que lo he convencido y una sonrisa torpe se me dibuja en la cara. Blas iba a poder cumplir su sueño y eso es lo que realmente importa.
—¿Y tú me esperarás? —pregunta al separarnos mientras sigo con mis manos tras su nuca.
—Siempre —me responde sonriendo.
Y es ahora él quien se acerca a mí para besarme.
—Última llamada para los pasajeros con destino a Madrid —anuncian por megafonía y nos separamos.
Nos damos un último abrazo y nos damos un beso, el último.
—Llámame todos los días —le pido.
—Eso no lo dudes princesa —me responde sonriendo.
—Te amo —le digo para despedirme.
—Yo también te amo princesa —me dice con una sonrisa.
Nos separamos y le dedico mi mejor sonrisa, no quiero que me vea más triste. Nuestras manos son las últimas que se tocan hasta separarnos. Blas se acerca a sus padres para darles un abrazo. Coge la maleta y la mochila que llevará en cabina y se encamina a la puerta. Antes de pasar por el control se gira para mirarme por última vez. Me dedica una sonrisa, esa sonrisa que tanto me enamora y después desaparece.
Se fue.
Me siento en el banco y no puedo evitarlo, me pongo a llorar como una magdalena.
“Adiós Blas, pronto nos volveremos a ver, te amo” pienso en mi cabeza.
Ojalá ese pronto sea eso, pronto.
Al despedirme de María me dirijo a mis padres para abrazarles. Cojo la maleta y la mochila y voy hasta la puerta de embarque. Antes de pasarla me giro una última vez. Es preciosa y con esa sonrisa que me enamora aún más. Le dedico mi mejor sonrisa, esa que siempre me dice que le encanta y después desaparezco por la puerta.
Me siento en mi sitio correspondiente, con vistas ya que me ha tocado ventanilla. No puedo contenerme más y dejo escapar a mis lágrimas. No quería que me viera más mal, sería muy difícil para los dos.