OTRA VEZ NO
Han pasado dos meses desde que Blas se había ido a Madrid y la verdad es que no lo llevo muy bien. No lo estoy pasando nada bien y últimamente no hablamos mucho. Cuando lo llamo no responde, le dejo mensajes en el móvil y no me contesta. Sé que está ocupado pero no sé… solo quiero al menos que me responda a algo, saber que está bien.
Hace un par de días lo llamé y me cogió el móvil, estuvimos hablando después de mucho tiempo sin hacerlo. Lo note diferente, raro, no era el mismo. Solo con oírle hablar lo sabía. No me decía cosas cariñosas, ni me decía que me echaba de menos como al principio, ni siquiera un te quiero.
Le pasaba algo, lo sabía pero no sé el qué.
Así que tomé la decisión de ir a verle. Tenía cuatro días libres de vacaciones y solo quería verle. En realidad tenía unas ganas enormes de verlo y abrazarlo. Lo echaba de menos.
Salgo del avión y busco la salida en este gran aeropuerto. Al hacerlo me dirijo hasta el metro que me lleve a la parada más cercana de la casa de Blas. Sus padres me han facilitado la dirección de su casa para que no tenga ningún problema y pudiera darle una sorpresa. Estaba muy nerviosa y a la vez emocionada. El no tenía ni idea de que iba a verle. Sería una gran sorpresa.
El metro me deja un par de calles más abajo y camino con mi maleta hasta su casa. Al llegar el portero del edificio me para. Le pregunto por Blas y me dice que no está en casa, que ha salido con sus amigos. Le pregunto dónde puedo encontrarlo y me da la dirección de una cafetería que no está muy lejos.
Camino durante unos diez minutos hasta que diviso a lo lejos la cafetería. No paraba de recordar los momentos vividos con Blas. Tenía unas ganas terribles de tirarme a sus brazos… Estos cuatro días van a ser increíbles.
Entro dentro de la cafetería y busco entre las mesas pero no la encuentro. Pregunto en la barra por si lo habían visto pero no fue así. ¿Dónde podría estar? No quería arruinar la sorpresa teniendo que llamarle.
Salgo del local por la puerta y me choco con un chico muy guapo, moreno. El chico me sonríe y la verdad es que tiene una sonrisa preciosa.
—Lo siento mucho —se disculpa el chico con una sonrisa.
—Ha sido culpa mía también —respondo sonriéndole también.
—Por cierto, ¿cómo te llamas? —me pregunta.
—María —contesto— ¿Y tú? —pregunto para conocer su nombre.
—Álvaro —me responde sonriendo otra vez y a mí me da un vuelco al corazón—, encantado —termina de decir.
Se inclina sobre mí y nos damos dos besos a modo de saludo.
—Me ha encantado conocerte —digo sincera—, pero estoy buscando a mi novio —me explico porque tengo que irme, estoy deseando verle ya.
—Oh, vaya, tu novio —dice borrándose su sonrisa—. Claro. Bueno… —se pone nervioso y se rasca la nuca— otro día nos vemos si eso —se despide algo más cortado y nervioso.
—Claro —sonrío a modo de despedida.
Me despido de Álvaro con una sonrisa y salgo a la calle para seguir buscando a Blas. Es posible que esté en otro sitio cercano a este tomando algo con sus amigos. Miro por los escaparates por si lo veo pero nada. Sigo andando y al final lo veo a lo lejos.
Pero lo que veo no me gusta para nada. Blas se está besando con una chica, una chica preciosa. No pude aguantar esta situación y comienzo a llorar desconsoladamente.
No puedo creerme que esté pasando de nuevo. Otra vez no. No después de todo lo que hemos pasado. Así que por eso no hablaba conmigo.
De repente Blas se separa de ella y su vista se clava en mí, mirándome. Se queda sorprendido al verme ahí parada. Sé que no se lo esperaba pero yo tampoco me esperaba encontrar esta situación. De todo lo que podía pasar esto no era. Blas se separa de la chica y se dirige a mí.
No podía creerme lo que está pasando. Después de todo lo que hemos pasado… Va él y me engaña. Así que me doy la vuelta para irme de aquí. No quiero estar aquí.
—¡María! —lo oigo gritar tras mi espalda— ¡Espera por favor! —sigue gritando y siento que corre detrás de mí.
—No, vete —respondo como puedo por mis lágrimas—. No quiero verte —sigo hablando para que me deje en paz.
Al final llega hasta mí y me coge de la mano para frenarme. Intento soltarme pero sujeta más fuerte.
—No por favor, para —me pide mientras intento separarme de él—. Lo siento mucho princesa yo… —intenta disculparse.
—¡No, basta ya! —grito cuando me suelto— ¡Deja ya de mentirme! —digo enfadada y llorando a la vez.
—María… —sigue diciendo colocándose delante de mí para que le escuche.
—¿Sabes? —le digo—. Ojalá nunca me hubiera enamorado de ti —confieso—, ojalá nunca te hubiera conocido —digo llena de dolor.