PENSABA QUÉ
Me subo en el coche en silencio, sin decir una sola palabra. No podía hablar con las chicas, no sabía en qué pensar, tenía muchas cosas en la cabeza. Ahora tenía que centrarme en la casa nueva en la que vamos a vivir y que justamente está frente mí.
Era una casa grande y muy bonita. La verdad es que me encanta. Es la primera vez que la veo en persona, dejé a las chicas que la escogieran e hice bien, es absolutamente perfecta.
—Vamos chicas, entremos —digo emocionada a las chicas.
—Tienes toda la razón —me dice Natalia, una de mis amigas.
El efecto de las palabras de Natalia provoca que todas corramos hasta la puerta para verla por dentro y escoger nuestras habitaciones.
—¡A las habitaciones! —grita Adri, otra de mis amigas.
Está como loca ya que sale corriendo y las demás la imitamos riéndonos. Llegamos al pasillo de las habitaciones y sin pensarlo voy hasta la del fondo. Abro la puerta y me encuentro con una habitación amplia y llena de luz. Me encanta.
—María —me dice Didi, otra de mis amigas, en el marco de la puerta.
—¿Qué pasa? —pregunto girándome para mirarla.
—Adri te llama, está abajo en el salón —me dice.
—Genial gracias, en seguida bajo —le digo.
Saco de la maleta algo de ropa para cambiarme la del viaje que está sudada cuando mis pensamientos viajan a las chicas. Mis grandes amigas, mis cuatro ángeles. No sé que habría sido de mí este año sin ellas.
Natalia tenía los ojos marrones y el pelo largo, castaño y algo rizado. Tiene una estatura media y de piel no muy morena. Es una chica alegre y divertida, amiga de sus amigos. Es la que mejor sabe dar consejos de todas a pesar de que es algo tímida. Saber que está ahí para mí me transmite tranquilidad y seguridad porque siempre puedo acudir a ella.
Adriana aunque para los amigos es Adri tiene el pelo negro, largo y ondulado, así como unos ojos marrones. Es la más alta del grupo y es de tez blanca. Es la más madura del grupo a parte de mí por eso solemos estar de acuerdo en bastantes cosas. Aunque también le gusta pasárselo bien, a veces es una niña pequeña pero contrasta de maravilla con esa parte más madura.
Diandra o más bien Didi, es mucho más corto y más cariñoso. Es una chica morena de ojos marrones. No es miss simpatía pero cuando la conoces realmente es una persona maravillosa. No suelen gustarle las cosas cursis y cuando se enfada es mejor no meterse con ella. También es muy pasional, siempre se entrega en todo lo que hace, sea lo que sea. Le encanta la música, salir de fiesta y suele tomarse la vida como un reto y salta los obstáculos siempre con una sonrisa. Didi ha sido la que más me ha apoyado y aguantado mis dramas.
Por último está Lucía, no podía olvidarme de ella. Aún no ha llegado pero la he echado mucho de menos. Durante este año he sentido que me falta algo y era ella. Ojos azules y pelo rubio, de estatura media, cariñosa y simpática. De todas es la más bromista y graciosa pero cuando hay que estar seria, está. Siempre podemos contar con ella en los buenos y en los malos momentos.
Bajo al salón en busca de Adri y la encuentro colocando los libros en las estanterías.
—Hola Adri —saludo para que sepa de mi presencia— ¿Me buscabas? —pregunto para saber porque quería verme.
—Sí —afirma—, te ha llamado Álvaro —me explica—. Me ha dicho que te llamaba más tarde pero puedes hacerlo tú ahora —termina de decir dándome el teléfono fijo al cuál ha llamado.
—Genial —le digo—, muchas gracias, ahora mismo lo llamo —cojo el teléfono.
Salgo del salón y voy a mi habitación para llamarlo. Marco su número y espero a que me coja la llamada.
—Hola —saludo alegre primero en cuanto descuelga la llamada.
—Hola —me responde alegre también por el tono de su voz— ¿Qué tal? —me pregunta.
—Muy bien —respondo sincera porque ahora lo estoy—. Me ha dicho Adri que me has llamado —explico el motivo de mi llamada.
—Sí —responde sincero—. Era por si te apetecía quedar esta tarde ya que mañana no puedo porque tengo un compromiso con el grupo. ¿Te viene bien? —me pregunta.
—Claro, no hay ningún problema. Iba a pasarme la tarde desempaquetando pero me vendrá bien despejarme —le digo.
—¿Te parece que te vaya a buscarte a las siete? —me pregunta.
—Me parece estupendo —respondo— ¿Tienes la dirección de mi casa? —pregunto para dársela.
—Sí, sí, la tengo —me dice y yo me extraño—, se lo pregunte antes a tu amiga cuando llamé. Nos vemos luego —se despide.
—Hasta la tarde —me despido.