APAGADOS
Decido esperar a Blas no muy lejos de la casa de Álvaro para que no vea que lo he seguido. Solo espero que todo haya ido bien y que ninguno de los dos, sobre todo Blas, haya hecho nada de lo que luego se pueda arrepentir. Si por mi culpa dejan de ser amigos y perjudica a la banda no me lo voy a perdonar nunca. Ha luchado tanto para llegar hasta donde está hoy en día…
Doy vueltas de un lado a otro nerviosa mientras espero a que alguno salga por el portal. Levanto la mirada y lo veo. Acaba de salir Blas, un Blas muy pensativo. ¿Qué habrá pasado?
Voy tras él para intentar hablar y saber lo que ha ocurrido pero anda muy deprisa, que no consigo alcanzarlo, cuando ocurre…
Salgo de casa de Álvaro pensando, no sé qué voy a hacer ahora para poder borrar todo lo que ha sucedido. Sé que María me ha dicho la verdad, que para ella el beso no ha significado nada.
¿Si la creo por qué no hacer como su no hubiera pasado nada? Lo mejor es que lo deje pasar, sé que no volverá a pasar. Además no puedo ni quiero estar enfadado con ella, ni separarme, es lo mejor que me ha pasado en mi vida. Desde que ella está, yo soy mejor persona, me hace ser mejor.
Cruzo la carretera, cuando ocurre. No lo veo venir, cuando quiero darme cuenta ya está sobre mí… El golpe me da y después… después todo se vuelve negro.
—¡BLAS! —grito desesperadamente cuando lo veo por los aires.
No, por favor, esto no puede ser verdad, no puede estar pasando.
Mis piernas se mueven por inercia y echo a correr hacía él. Al llegar lo veo en el suelo, con un aspecto horrible. Mis manos van a mi boca por la sorpresa y me arrodillo a su lado. Mis lágrimas comienzan a salir descontroladamente. Cojo con cuidado su cabeza a pesar de que sé que eso no es bueno, pero no puedo verlo así, tirado en el suelo. Busco su pulso en el cuello con mis dedos y siento los latidos de su corazón, lentos pero aún están ahí. Está vivo.
—Blas cielo, despierta por favor —pido llorando—. No me hagas esto, despierta —digo ahogada entre lágrimas.
Sigo mirando su cara, intentando ver algún tipo de reacción por su parte. De repente veo como sus parpados empiezan a abrirse y sus ojos preciosos me miran.
—¿María? —me susurra sorprendido al verme.
—Shuus —pido que se calle—. No hables más cariño, guarda las fuerzas. Te pondrás bien ya lo verás —intento sonreír pero solo me sale una mueca.
—Te amo —me dice en voz baja—, no lo olvides —vuelve a decirme y lloro con fuerza sintiendo que se está despidiendo de mí.
—Yo también te amo Blas —le digo como puedo.
Blas empieza a cerrar los ojos, se está marchando, se va, se está muriendo en mis brazos y yo no puedo hacer nada para evitarlo.
—Blas por favor —suplico angustiada—, no me dejes, no me dejes Blas, por favor —sigo diciendo sin parar—. Vuelve conmigo —suplico acariciando su cara—. Si tu mueres yo lo hago contigo, por favor, no me dejes —lo zarandeo con suavidad para no hacerle más daño intentando que vuelva conmigo.
Unos brazos me agarran apartándome de él. Chillo y pataleo porque no quiero que nadie me separe de él, no quiero. Solo quiero estar con él. Me giro para ver a la persona que me ha agarrado y me encuentro con la cara desencajada de Álvaro. Sus brazos pasan por detrás de mi espalda y me atrae a él para abrazarme.
—Tranquila —me dice—, todo va a salir bien —pasa sus manos por mi espalda para tranquilizarme—. La ambulancia ya está aquí —me susurra al oído, intentando aguantarse las ganas de llorar, su voz le delata.
—No puedo perderle Álvaro —digo llorando aferrándome con fuerza a su camiseta.
—Lo sé —me dice mirándome a los ojos—. Lo sé —vuelve a repetirme y coge aire con fuerza para después soltarlo, intentando mantenerse cuerdo, al menos uno de los dos tiene que estarlo.
Álvaro tiene razón cuando veo a los sanitarios metiendo la camilla de Blas en la ambulancia. Intento ir hacia él, quiero ir con él pero al ver mi estado no me dejan. Miro angustiada a Álvaro y me coge de la mano para llevarme hasta su coche.